Poesía española: Andrés García Cerdán

Andrés García Cerdán (Albacete, 1972) ha publicado Grunge (Poesía 1997-2022) en Reino de Cordelia. García Cerdán es Doctor en Literatura por la Universidad de Murcia y profesor en la UCLM. Ha publicado, entre otros, los poemarios Los nombres del enemigo (Aula de Poesía, Universidad, Murcia, 1997), Carmina (Nausícaä, 2012), La sangre (Valparaíso, 2015), Barbarie (Adonáis, Madrid 2015), Puntos de no retorno (Reino de Cordelia, 2017) y Defensa de las excepciones(Visor, 2018). También es autor del estudio El árbol del lenguaje. Desde la poesía de Julio Cortázar(Visor, 2021) y del antiensayo La muerte del lenguaje. Para una poética de lo desconocido (Libros del aire, 2019). Con The Rimbaud Company ha editado el disco Tyson.

 

 

 

Con Grunge la poesía pierde su obviedad, se traduce en verdaderos relámpagos que el lector no sólo sentirá suyos sino atemporales. El poemario comienza con un verso fulgurante, un verso total, “Soy un mirlo al que le han arrancado los ojos”, y en su última página termina con otro no menos lacerante, “me entrego a su espejismo”. En efecto, entre medias es desplegada la poética de un mirlo que, sin ojos –los ciegos siempre ven más-, ya sólo escucha ritmos y sonidos, cercanos y lejanos, música del mundo que conducirá al lector a la entrega sin reservas a este poemario que, como toda buena poesía, es espejo del mundo al mismo tiempo que nuestro espejismo.

Agustín Fernández Mallo, Intro

 

Esta selección, entre la luz y el ruido extremo, recoge poemas de diferentes libros, desde Los nombres del enemigo (1997) a Defensa de las excepciones (2018). Se incluyen algunas rarezas y algunos textos inéditos.

Ya los primeros poemas quisieron que Janis Joplin y Eclesiastés compartieran un cigarrillo, que Billy Holliday y San Juan de la Cruz bailaran en éxtasis, que Patti Smith y César Vallejo durmieran juntos. Hasta hoy. Dos caras del mismo vinilo en llamas, afilado, respirando el mismo aire. Ahí están el misticismo y el grunge, la poesía del lenguaje y John Lennon, el poema social y Joe Strummer, el existencialismo y Los Enemigos, Shakespeare a la orilla del Avon y Joey Ramone en un pueblo perdido de Murcia, Georg Trakl en sus farmacias y Eddie Vedder con su tabla de surf.

Pura electricidad. Pura magia. Por lo demás, todos estos años han ocupado un lugar muy especial bajo los focos Bob Dylan, Antonio Vega y Kurt Cobain. Con ellos siempre fue muy fácil vender el mundo, saltar de un tren en marcha, luchar con gigantes.

Andrés García Cerdán, Nota del autor

 

 

 

 

 

 

 

Ensayo sobre el mirlo

 

Oh mirlo, cántame un lay hermoso
–Alfred Tennyson–

 
Soy un mirlo al que le han arrancado los ojos.
Así canto mejor: sublimo
este desorden trágico, este afán
imposible de ser
desde una ceguera absoluta.
En el vacío
de las cuencas vacías,
en esta oscuridad
sin reclamo, deshago mi canción
con todo un ímpetu desesperado.
Y vacío mi lengua
fuera de mí
para que haya luz.
Y vacío mi sangre,
para que riegue este desierto,
fuera de mí.
Y todo lo vacío
fuera de mí.
 
A veces –solo a veces–, dentro
de mí encuentro esa luz.
La encuentro en el dolor de lo que sufre,
de lo que rompe
y desentraña
y destierra y revienta y precipita,
y en el temblar hipnótico del mar que desconozco,
en el temblar más ciego del aedo.
 
En la memoria
del aire que fue mío, me detengo
a recordar los himnos,
pero ya ni siquiera sé quién soy.
 
Solo una canción pura,
solo su esclavitud desaforada.

 

 

 

B minor

En aquel tiempo, Kurt enchufó la guitarra,
se inclinó hacia su izquierda, habló
con el lenguaje de los ángeles
y, de un zarpazo,
cambió el curso del río Wishkah.
 
Cayeron catedrales. El mundo fue vendido
como si no importara nada.
 
Nosotros aprendimos a no pedir perdón,
a no tenerle miedo al ruido,
a revolcarnos en el suelo eléctrico.
Y aprendimos a enloquecer con calma
y a amar a aquella chica rubia
que –como todo– aún estaba por llegar
y ya se había ido.

 

 

 

 

Edith

 
Hay una imagen tuya que prefiero:
en mallas de correr, llorando
desconsolada por el parque
mientras la tarde última se cierne
sobre los pinos, porque
has oído a Edith Piaf, la escuchas
en los cascos, a todo
volumen, pero no
sus letras desgarradas, sino
la música, que embiste sin piedad,
con una quemazón
inusitada, en tu tristeza.
Esa imagen tuya –no otra–
me habla del origen, del instinto.
Como el primer
relámpago crujió, cruje en mí,
me conmueve y me llena
de sangre.
En ella estás, te reconozco:
un corazón salvaje, incapaz
de contener las lágrimas
          –para qué contenerlas–,
incapaz de escapar a su herida incurable,
al empuje terrible del placer,
a la corriente
continua de su amor.

 

 

 

 

Noticias de Dios

 

En aquel tiempo hermoso, David Bowie
hizo suyas la pose y el aura de Egon Schiele
y fue mártir azul de contorsiones
y mimo envilecido en el umbral de todo
y fue vulnerabilidad y pánico
y fue la isla eléctrica de la desolación.
Esta es la portada del Heroes, de 1977,
cuando vivía por Berlín, o, mejor aún,
apenas un par de años más tarde,
la imagen interior de aquel Lodger,

Autorretrato como San Sebastián de 1914,
y así magnetismo fatal y líquido.
Dejadme que os diga que soy el ángel
y el demonio que van a decir no.
La mano desbocada orbita sobre el pecho
en otro Autorretrato con chaleco
de pavo real
, hacia 1911.

Los dedos se retuercen. La tensión

es extrema en un gesto que invoca al Pantócrator
que incendia en Istambul la Iglesia
ofrecida a San Salvador de Cora.
Dejadme que os bendiga. Evangelios
de exceso y de castigo, el pelo en punta

mucho antes del punk y mucho antes
de este misticismo lisérgico,
de esta mirada angelical. De qué
otra forma podría haber sido.
Son los gestos hieráticos del Dios y el clown

conectados umbilicalmente, calambre
de la identidad, sexo, no future.
Dejadme que os diga que estoy herido.

 

 

 

 

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