Poesía colombiana: Jorge Valbuena

Proponemos la lectura del poeta colombiano Jorge Valbuena (Facatativá, Cundinamarca, 1985). Es integrante del comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida. Su obra Péndulos fue reconocida con el primer puesto en el Concurso Bonaventuriano de Poesía en 2010, su poema Abismos del silencio fue ganador en el concurso nacional de poesía Palabra de la Memoria. Ganador del Concurso Nacional de poesía ¨La poesía, pintura que habla¨, Casa de Poesía Silva, en el año 2017. Es autor de los poemarios La danza del caído y Pasajera de agua, publicados por El ángel editor, Quito Ecuador, 2012 – 2014, Árbol de navío, de la Editorial Cuadernos negros, Calarcá – Quindío (2017), Gramática de los cielos, Editorial La raíz invertida (2021), Cambio de agujas, Editorial Taller blanco (2022). Artista formador en los Talleres Locales de Escritura Creativa – IDARTES, Bogotá. Director del Biblioparque Marqués de San Jorge, de Funza Cundinamarca. Dirige el Taller de poesía Cartografías del silencio, adscrito a RELATA – MinCultura.

 

 

 

 

 

 

Ante un cuadro de Turner

 

En un cuadro de Turner hay un poeta. Es Ovidio, dice la nota bajo su marco luminoso. Me acerco un poco más a la pantalla para ver el certero instante diminuto que se guarda entre los pliegues soleados de cada milímetro de partitura. Agrando la imagen hasta pixelarla y entonces escucho el latido del hombre amarrado que dice la nota que es poeta y que es Ovidio y que anda agitado. Se logran sentir los vórtices de su respiro. Lo llevan a una barcaza que desamarran otros hombres que el tintineo incendiado del sol no deja percibir, si son un tornado de luz en las arterias del día o solo sombras sin destino que han perdido el delirio de su llama.

A esta distancia del sonido ya se oye un delgado susurro dorado que sueltan desde el fondo de sus orillas. El poeta no es el centro del cuadro, nunca lo es, sino ese susurro que ronda ahogando todos los costados de Roma en un verso, largo como un río, extenso como un retazo de diluvio. Llevo el cursor hasta la lupa, sigo removiendo rayos de sol mientras destierran al condenado. Todo lo encandila ese instante subterráneo, tras estos muros portátiles el sol sigue inundando el precipicio. Un tizón encendido sigue esculpiendo el agua.

 

 

 

 

Gramática de los cielos

 

Mi abuelo veía barcos donde yo veía orugas. Una nube puede ser muchas cosas –me decía– quizá mi barco sea tu oruga, si de repente a la nube le crecen alas el mío ya entonces será un avión y el tuyo una mariposa. Coleccioné así mis primeras lecturas siendo niño. Algunas eran trágicas cuando terminaban atravesadas por un relámpago. No siempre las nubes cuentan historias inofensivas. Otras me hacían reír hasta que caía la tarde.

Abuelo siempre fue un gran lector, incluso cuando llegó a buscarlo la ceguera, me advertía que no me confiara de lo que creía haber visto en las nubes si quería llegar algún día también a descifrar noches, eclipses, constelaciones, hasta el respiro de la niebla. Ellas nunca permanecen fijas, su función es contar, aún si cierras los ojos, la historia seguirá avanzando sobre tu cabeza.Yo no lo creía cierto, siempre pensé que era una más de sus motivaciones para hacerme recordar nuestra costumbre… hasta aquella vez que caminé con él bajo la lluvia.  No abras el paraguas –me dijo– escucha lo que hemos escrito tantas veces en nuestro idioma. 

 

 

 

Ouroboros

Ayer el mar talló la serpiente
para conferirle a la tierra algo de su levedad.
Olas que se fueran a poblar
el costado oscuro de sus ríos,
fundar en la roca un sinuoso rumor,
verter en el aire el limo de su aparición.
Así los días se apresuran voluptuosos
cada uno un sol
como un corazón que se resume
uno tras otro, ondulante
sobre glándulas de hierro.
El tiempo es veneno inmaculado
al fondo de una alforja de lava, sangre y viento,
el anzuelo del misterio duerme
intacto entre cenizas de luz.
Incuba otra eternidad,
otro desierto.
Cada respiro un cambio de piel,
los sargazos del estar
guardan la dificultad de lo vivido,
el destino de sus húmeros vigentes
engullendo la piedad del abandono.
Sobrevive la soga
se arrastra por entre los cántaros
sin rumbo, espora de lumbre, reptil de soledad,
aposento que no conoceremos
hasta que nos devore.

 

 

 

Sahumerios

Elena invita cada tarde
un muerto a cenar
lo roba de la calle
y le inventa un nombre
todas sus sobras fermentadas
se sirven con ceniza macerada
especias de tiempo

Al beber de soslayo
los ojos que se encuentran
suele divisar la orilla
de sus restos intactos
el mar que a pesar
de su oleaje
es una gota de azar

Las vajillas cada tarde
se acumulan en silencio
un rumor de calles
se duerme descosido

Alimenta el peso
hasta que sea leve

 

 

 

 

Coordenadas

 

Cambié de casa y a mis fantasmas les di una dirección errada… no ha parado de sonar el teléfono en todo el día. La última vez que contesté preguntaron por el sujeto que vivía aquí. No lo conocí, respondo, pero siguen tratando de averiguar su paradero. Lo extraño de todo esto es que se marchó dejando un mapa en una servilleta que conduce a un espejo. ¡Gran cosa todo esto! y con todo lo que falta por organizar, por reponer, por desempacar, comenzando por el silencio.

 

 

 

 

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