Poesía española: José Sarria

Leemos poesía española. Se trata de algunos textos de José Sarria  (Málaga, 1960) pertenecientes a Tiempo de espera  (Valparaíso Ediciones, 2022). Sarria es escritor, ensayista y crítico literario. Académico de la Real Academia de Córdoba, de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes y de la Real Academia de Écija (Sevilla) de Ciencias, Bellas Artes y Buenas Letras “Luis Vélez de Guevara”. Es director de la editorial “Poéticas”, director de la revista digital “Hispanismo del Magreb” y asesor literario del Festival Internacional de Poesía de Granada. Es Miembro Fundador del Club de Amigos de Marruecos y presidente de la Asociación de Amistad Andaluza-Marroquí – Foro Ibn Rushd. Igualmente, es Consejero Nacional de la Asociación de Escritores de España, Secretario General de la Asociación de Escritores de Andalucía, miembro permanente del Jurado del Premio Andalucía de la Crítica y Secretario General de la Asociación Internacional Humanismo Solidario. Ponente en jornadas y seminarios en España, así como en los Institutos Cervantes y Universidades de Marruecos y Túnez. Ponente en los cursos de verano de la Universidad de Málaga (UMA) y en los de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA). Ha publicado veinticinco libros de poesía, narrativa y ensayo. Su poesía ha sido traducida al italiano, francés, árabe, inglés, sefardí, inglés, rumano y ruso, estando incluida en más de cincuenta antologías nacionales e internacionales. Está Incluido en la Enciclopedia General de Andalucía.

 

 

 

 

Tiempo de espera

 

¿Te he dicho alguna vez mi nombre?.

Antonio Jiménez Almanza

 

¿Te he dicho alguna vez mi nombre?

Conoces la osadía de mis ojos o el tamaño de estas manos que, alguna vez, acariciaron la vida. Es posible que algún atardecer soñaras junto a mi cuerpo o que hayas escuchado mi voz, cercando el temblor de antiguos horizontes, como el crepúsculo de abandonadas estaciones. Sabes que yo también fui de los que entregó sus baluartes a la liturgia de unos labios rojos.
Pero, ¿te he dicho alguna vez mi nombre?
Mi nombre es aquella vieja aventura por conquistar los silencios, cuando aspiraba a comprender a los hombres; el asombro de las horas, la ceniza del tiempo, más allá del reloj y sus agujas.
Mi nombre es la voz del sauzal y las acacias, siempre inclinados hacia la adversidad y al sosiego. El canto azul del petirrojo.
Mi nombre es un rayo deslumbrante que se oculta en la grieta de sonoras palabras: el dorado simulacro que conduce, tras cada puerta, a los espejos.
Mi nombre se demora en terrazas de ingrávidas flores o en las altas almenas de la noche, lugares donde todo encuentra su reposo.
¿Te he dicho alguna vez mi nombre? Tiempo de espera: ese es mi nombre.

 

 

 

 

Las ítacas

 

¿Qué encontraste en tu viaje a Ítaca? En mi largo viaje intenté comprender el brillo del paisaje de lugares sin nombre, el misterio de las voces que ocultan las piedras, el fulgor de alguna esbelta ciudadela o el aroma de caminos en llamas, hasta que pude, al fin, contemplar a los hombres con ojos renovados.
Al comienzo aprendí un lenguaje forjado en el candor de los primeros combates, pero los días marchitan la luz que habita en la mirada de los héroes. Y así, todo lo que llegó más tarde, acaso  más solemne, como el resplandor de un jubiloso verano, impuso su corona de tristeza, ahogando la inocencia.
Aturdido, como el vuelo del ave que huye de su propia sombra, supliqué inútilmente, para elevar blancos estandartes sobre los tristes bastiones de la vida. Deseé regresar al instante feliz, a la casa de las horas intemporales. Volví la vista para escuchar la voz que contenía el caudal transparente de mi niñez, cuando todo era asombro y aún existían continentes repletos de sorpresas. A los días en que aún no sabía nada de mí, al lugar donde nunca floreció la vanidad del laurel de aquellos que construyen el mundo, al momento en que quise conocer, de alguna manera, el origen de una llama.
Entonces  comprendí el misterio del camino y supe que sólo el que vive alberga los tesoros de aquello que sucumbe. Y entendí la necesidad de la derrota y que hube de esperar mucho, hasta regresar a la abisal hermosura de los años primeros. Así, aprendí que las tumbas de la travesía contienen las fértiles manos de los hombres caídos. Regresé, mas nunca vencido, portando en las alas el esplendor y la inmortalidad.
Ítaca es pobre, pero puede ofrecerte la riqueza del camino y una rama de olivo en la tarde: este es su tesoro.
Tras el viaje, pude descansar, serenamente, en el mismo lugar donde van a morir las mariposas.

 

 

 

 

Yo soy el oriente

 

Yo soy Oriente

Amin Al-Rayhani

 

Comprendía
que la patria es beber el café preparado por su madre.

Mahmud Darwish

 

Yo soy el Oriente y mi patria es un lugar en el que florecen los blancos arrayanes, un recóndito reino donde alcanzas a comprender los misterios a través del olor de la canela. Mis raíces se encuentran en una ciudadela detenida en el tiempo; allí puedes embriagarte con las ligeras notas del diván de los viejos poetas o con la sonora armonía de sus caravanas.
En mi patria se extienden las arterias sin asfalto que alcanzan los confines del alma. En su universo no existen templos, altares o banderas y el tronar de los himnos ha sido sustituido por el suave gorjeo de las alondras.
Pero antes, hubo días de los que no recuerdo casi nada, en los que yo también habité en las afueras, cuando viví como un corazón abatido, en la sombra de una llama; días cuando izaba gallardetes y estandartes y mis ojos deambulaban por los mapas encarnados del desasosiego. Era una edad en la que la vida me golpeaba como un feroz enemigo y clavaba sus dientes de león en todos mis amaneceres.
Más adelante, volví a nacer, sin fecha ni identidad. Fue el instante en que se rebeló mi sangre, el tiempo cuando brotaron de mis manos ramas de olivo, florecieron las moreras y los naranjos, mientras abrazaba las estrellas o extendía mis brazos sobre los arroyos.
Aquel día descubrí una casa iluminada y entendí que yo soy el Oriente. Desde entonces supe que mi patria es beber, a breves sorbos, el café preparado por mi madre.

 

 

 

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