Leemos poesía peruana. Leemos algunos poemas de Exŏdus, nuevo libro de Elí Urbina (Chimbote, Perú, 1989). Además de poeta es editor. Finalista de la XX Bienal de Poesía «Premio Copé 2021». Ha publicado los poemarios: El abismo del hombre (Argentina, Buenos Aires Poetry, 2020, con comentario del poeta español Justo Jorge Padrón), y Exŏdus (Perú, Santa Rabia Poetry, 2022), versión bilingüe [Español/Inglés] en traducción del poeta estadounidense Jeremy Paden, así como las plaquettes La sal de las hienas (Perú, Plectro Editores, 2017), y Fábula de los burros salvajes y otros poemas (España, Editora BGR, 2022). Forma parte de numerosas antologías. Sus poemas han aparecido en diversas revistas especializadas y han sido traducidos al inglés, italiano, francés, bengalí, griego, serbio, macedonio y croata. Fundó y dirige la revista y editorial Santa Rabia Poetry y su Colección de Poesía Panhispánica.
I
EXŎDUS
Al menos
algo nuevo enfrentan
cuando,
con el óbolo entre los dientes,
los muertos parten
hacia su largo viaje;
mientras los vivos
retomamos el mismo camino.
Christos Láskaris
Como ramas desnudas
Como ramas desnudas
en el pantano estábamos,
hombres deseosos y soberbios, vástagos
de todos los rincones
y todas las estirpes
contemplando las ruinas dispersas y gruñendo: «¡Aquí
ya no tenemos nada!»
«¡Solo nos queda el tedio!»
«¡Se han gastado los dones y símbolos de ayer!»
Cuando hartos ya de todo
nos pusimos en marcha,
seguimos el camino a lado del río negro
y abandonamos
poco a poco Chinpæpteh*:
«¡Adiós, cuna de la nostalgia y los bastardos!».
Escasas provisiones
y bestias debiluchas
cargábamos a cuestas, y las aguas ciegas nos guiaron
tan lejos como pudieron
y desaparecieron
después como nosotros entre nieblas tullidas.
Así, con dedos alargados
–sonámbulas esquirlas–
voces airadas y pasos rotundos andamos
a tientas pisando huesos
sobre las arenas, huesos,
en busca de refugio hasta que el sol se puso.
El frío de la noche
mordía ya nuestras manos
cuando palpamos lanchas muertas en cuyos vientres
semienterrados nos metimos,
tiritando con rabia.
¡Ah, fue como sufrir muy lentamente
el odio de los dioses!
Algunos animales
sucumbieron de golpe –estatuas derrotadas–.
Otros cayeron
entre hórridas convulsiones
con sal incrustada en los ojos ante la muerte.
«Somos hombres perdidos»
susurró alguien
y en seguida otro, con palabras trémulas:
«Nosotros, los más jóvenes,
estamos condenados».
Solos entre las sombras y el caliginoso vértigo
consumimos entonces
el cáliz del silencio
absorbiendo sus dones con la mirada grave
y explorando los círculos
de los maderos óseos
contemplamos girar con ellos las palabras
–espirales del tiempo–
en busca de un escalofrío,
y al fin nos doblegamos al recordar con pena
los ya desamparados
nombres de la ternura,
apodos que perdieron sus rostros para siempre,
y ansiamos el calor
de los antiguos lechos,
sí, como aquel que empuña a solas una estrella
y llora mientras arde
tan silenciosamente,
y sentimos de nuevo las culpas del pasado
aun cuando sosegamos
nuestro apetito absorto
con carnes renegridas y licores amargos.
I
EXŎDUS
At least
they encounter something new
when,
with their obol between their teeth,
the dead head off
on their long journey;
while we, the living,
take up again the same path.
Christos Láskaris
Like Barren Branches
Like barren branches,
we were, in the swamp,
men, eager and arrogant, offspring
come from every corner,
come from every stock,
studying the scattered ruins and snarling: «Here
we no longer have anything!»
«All that’s left is dullness!»
«Yesterday’s gifts and symbols are all worn out!»
Once sick of everything,
we got up and moved on,
we took the path down by the dark river
and slowly we left
behind Chinpæpteh1:
«Farewell, cradle of nostalgia and of bastard children!».
Scant provisions and weak
beasts, we carried these
on our backs, and the blind waters guided us
as far as they could
and they disappeared
afterwards, much like we did in the paralytic fog.
With long, reaching fingers
–sleepwalking shards–
angry voices, and forceful steps we trekked
we shuffled blindly over bones
over sands, over bones,
in search of shelter until the sun set.
The coldness of night
bit into our hands
when we stumbled upon the dead skiffs in who bellies
we crawled half buried,
shivering with rage.
Oh, it was like slowly suffering beneath
the hate of the gods!
Some animals
suddenly collapsed –toppled statues–.
Others fell
into terrible spasms
with salt encrusted eyes in the face of death.
«We are lost men»
someone whispered
and immediately another said with trembling words:
«We, the youngest,
are among the damned».
Alone among the shadows and the gloomy vertigo,
we then drained
the grail of silence
taking in its gifts, steely-eyed
we explored the whorls
of boney timber,
we considered spinning our words with them
–spirals of time–
in search of a frisson,
and, at last, we gave up as we regretfully remembered
the already abandoned
names of tenderness,
nicknames whose faces were forever lost,
and we yearned for the warmth
of those ancient beds,
yes, like those who, alone, grasp hold of a star
and weep while it
quietly burns,
and we felt, again, the guilt of the past
even as we soothed
our consuming appetites
with blackened meat and bitter liquors.
No habíamosdormido aún
No habíamos dormido aún
y ya debíamos marcharnos.
Con la boca agrietada y los miembros entumecidos
por el rigor del clima
avanzamos al alba
a través de la niebla por un camino blando
entre los juncos secos
que por allí había,
y llegamos entonces a un trecho nauseabundo
y empezamos a oír
angustiantes graznidos,
aleteos impotentes, agudos estertores
y un gran fragor de fondo,
y de pronto atisbamos
el mar envenenado y nos paramos todos
a lado de unas dunas
sin pronunciar palabra.
Olas de rabia estéril una y otra vez rompían
contra bultos de fierro
y plástico, mordiendo
las arenas –reguero de algas yertas y redes
podridas– mutilándolas,
y acá y allá chillaban
sin pausa aves marinas horribles como espectros.
Unas batían alrededor
de nosotros sus alas torvas.
Otras rasgaban la carne varada de los lobos
con sus picos posesos
y otras agujereaban
las aguas sin pescar, ya nunca nada, agonizando,
y como quien se entrega
a hondas contemplaciones,
aislándose en los sordos recintos de su mente,
así me hallaba yo
entre todos de pronto
mirando frente a mí con los labios perplejos
las aguas de antaño
y su amplitud azul,
el oro de la arena y los cangrejos rojos
y corriendo tras de ellos
ese niño que yo fui
bajo un dichoso cielo de blanquísimas nubes
y la mirada de mi padre
quien me amó tanto.
«¿Qué aguardas tú? ¿Qué miras aquí solo?
Es hora ya de irnos»,
me sorprendió alguien
y yo nada dije exhalando un áspero suspiro.
Juntos, con ojos tercos,
volvimos a partir.
¿Qué tierra buscábamos, qué elevado destino?
De día desprendíamos
los pies de las arenas,
con silencio en la boca y los vientos brumosos
hediendo entre nosotros,
y por las noches,
guarecidos en zanjas nos cubríamos con trapos
iracundos, temblando
hombro con hombro
y maldiciendo la alta desidia de los viejos dioses.
Así, hasta que al fin
dejamos las orillas
y atravesando un laberinto de piedras cavilosas,
subimos por estrecha senda
y sin saber cómo
pisamos las alturas desde donde miramos
una playa de azul oleaje
y de guijarros negros,
a cuya sola cuenca bajamos presurosos.
We Hadn’t Yet Sleep a Wink
We hadn’t yet slept a wink
and already we had to leave.
With mouths cracked and limbs numbed
by the harsh weather
we headed toward dawn
through the mist over a spongy path
among the dry reeds
that grew up in those parts,
and we then came upon a sickening stretch
and began to hear
woeful squawks,
feeble flaps of wings, piercing rale
and great clamor below,
and soon we saw
a poisoned sea and we all stood
beside the dunes
not uttering a word.
Time and again waves of worthless rage broke
against bundles of iron
and plastic, biting
the sands –a tangle of dead kelp and rotten
nets– mutilating them,
here and there marine birds
squawked without pause like terrible specters.
Some buffeted us,
flapping their sad wings.
Others ripped open the beached bodies of seals
with their demon beaks,
still others pierced
the waters not fishing anymore, ever again, in death throes,
and I, as one given over
to deep thought,
absconding into the deaf corners of his mind,
found myself there
among them suddenly
staring at what lay before me with a puzzled expression,
yesteryear’s waters
and their blue expanse,
the gold of the sand and the red crabs
and running behind them
the child I used to be
beneath a fortunate sky of white clouds
and my dad’s gaze
who loved me so much.
«What are you waiting for? What are you looking at here all alone?
It’s already time to leave»,
Someone startled me
and I said nothing as I heaved a deep sigh.
Together, with a stubborn
gaze we left again.
What land were we seeking out, what lofty fortune?
By day we trudged
our way through the sands,
with no sound from our lips, and the foggy winds
stinking among us,
and by night,
sheltered in ditches we covered ourselves with rags
angry, shivering
shoulder to shoulder
and cursing the careless apathy of the old gods.
And so, until at last
we left the shore
and crossed a maze of philosophic boulders,
climbed a narrow path
and not knowing how
we found we’d climbed to a height from where we saw
a beach with blue waves
and black pebbles,
quickly we ran down the arid valley’s slope.
NOTAS A EXŎDUS
[*] CHINPÆPTEH: es, según el investigador Orlando Carrasco Bardales, el nombre mochica y origen etimológico del puerto de Chimbote*. Significa: «La sal no es del lugar» porque los antiguos hombres de mar traían el compuesto de valles vecinos para salar su pescado y comercializarlo. (CARRASCO, O. (2009). Apuntes para una historia de Chimbote. Ornitorrinco Editores. Pág. 71-72).
[*] Chimbote, ciudad portuaria del norte de Perú, conocida desde principios de la era cristiana por su paradisíaca bahía y cuyas arenas fueron pobladas por grandes culturas preincaicas que se disputaron los recursos naturales del lugar. Con la instauración de empresas siderúrgicas y pesqueras, esta ciudad llegó a ser, a mediados del siglo XX, la ciudad portuaria con mayor producción del planeta, y su apogeo económico atrajo a personas de diversos pueblos en busca de trabajo. Lamentablemente, la explotación de sus recursos y el descuido de sus autoridades y de sus pobladores pronto convirtieron al puerto en uno de los lugares más contaminados del país y de toda Sudamérica.