Leemos poesía de Venzuela. Leemos a Jairo Rojas Rojas (Mérida, Venezuela, 1980). Lic. En Historia del arte. Poeta y librero. Integra el colectivo de poesía y música La casa inmaterial. Ha publicado los libros de poesía El cuerpo constelado (2021), Parte del relámpago (2021), Geometría de la grieta (2020), Pasear lunático (2018), Los plegamientos del agua (2014), La O azul (2014) y La rendija de la puerta (2013). Ha sido galardonado, entre otros, con los premios: XX edición del Premio de Poesía Fernando Paz Castillo (2014) y la XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (2013). Parte de su trabajo ha sido incluido en las antologías Nos siguen pegando abajo. Brevísima Antología Arbitraria Colombia-Venezuela (2020), Nubes: Poesía Hispanomericana (2019), El puente es la palabra. Antología de poetas venezolanos en la diáspora (2019), Uruguachas. Poética en Uruguay, 2018, #Nodos (2017), Del caos a la intensidad. Vigencia del poema en prosa en Sudamérica (2016).
(…)
a veces me quedaba días enteros escuchando los círculos
que abrían el cielo
no era casual que me golpearan en la frente con un escupitajo
que volvieran a tirar piedras a mi sien
o a mi centro feroz que no escuchaba del todo
mi madre hablaba con Dios para que hiciera algo
persignándose para que el supremo volteara
ante una montaña de huesos
pero Él me miraba como los atardeceres y sonreía
como sonríe el mar cuando lo besas
no pude verle los ojos con tanta luz
no pude hablar
ante el terror solo canté por desesperación
no sabía que eso era la magia
sufría madre ella
porque no lograba oír la constelación
debajo de mi nombre
la música que ella soñó cuando creyó que moría
porque yo caminaba lento en la noche
sojuzgado por lenguas parecidas al fuego desatado
rodeado de monstruos sabios
que amedrentaban contra el habito
sufría la rezadora
cuando yo [encerrado] torcía el curso de mi herencia
tan pequeño
bestia comida por la luz de la cúspide
en ese entonces sentí odio y aprendí a escribir sobre el agua
yo escribía y no sabía
escribí mal y caían semillas de mi boca
jamás pude explicarlo
odiaba el hambre y se lo dije a cada gota de lluvia
escribí la primera letra de mi nombre e inicié una guerra
la hoja se llenó de sangre
que luego bebió la gente sola
hice una raya en el río y mi hermano miró su nombre en el cielo
escribí mal mi segunda letra y el cuerpo se diluía
el corazón crecía con cada vocal pronunciada
escribí erre o jota a ese
y me entraron a golpes con huesos recién sacados del camposanto
escribí mal porque escribí con barro, con oscuridad de campo,
con lágrimas del que se muere
me dejé intervenir por las historias que me contaban los árboles
las historias hechas de ritmo
que siempre amé porque no imitaban mi lengua
así empecé a besar a toda la humanidad en la boca
y a escuchar los muertos que llegaban
cantando desde las carreteras del cielo
que están en el otro cielo con otro cielo con otro…
sacudiéndose la tierra de los pies
mi infancia fue un mensaje para este día
los árboles me lo recuerdan cuando llegan a bailar
el viento también
(otra vez)
uno vuelve del indecible oscuro por los abrazos
(otra vez)
aunque siempre te hable de lo mismo
(otra vez)
te lo cuento porque yo no lo recuerdo
no sé hablar
te lo canto por necesidad
otra vez
me fui muy lejos sin despedirme
empecé a caminar por los bosques más viejos de este país
en el oriente
llamado por diamantes, polvo de oro solar
que luego dejé en chozas cayéndose
un vacío que me llamaba
luego huiría porque sabía que nada de eso me faltaría
al toque del alba
en un largo camino de tierra me recibieron
con un reguero de niños muertos de hambre
de sus vientres abultados salían pequeños cactus
donde dejé parte de mi sangre
los pequeños cadáveres se fueron confundiendo con la tierra
era el reino del oro que pocos podían beber sin odio
el sol iracundo hacía nido en el cielo de zinc herrumbrado
con hambre ahí nadie podía leer me dijeron los ancianos moribundos
entonces me adentré solo buscando mi lengua
detrás de mí venían serpientes embobadas
por mi sudor esparcido en el lodazal
jamás pensé que ese camino me llevaría a ti
ya te conté que una boata serpiente durmió en mi pecho
pero la dejé en su nido
le canté algo mientras se enroscaba a mi cuello
mientras me desmayaba en el boquete del árbol más grande
caminé muy lejos buscándome
me volví lector por ello
volví a escribir sobre el agua
11PM
Rostro al cenit
como aquel que mira el nacimiento de un astro;
lento/ para que oigas la lluvia
del primer día del mundo;
que tus manos titilen luz, de nuevo; cierra el ojo
para que el cuerpo sea de agua
que se pliega y repliega —viva—
alza los brazos como las olas
al momento de revelar sus secretos
mueve la muñeca de loca
como la primera constelación que apareció en el agua,
escucha el repique de los tambores más allá del corazón
que ya no sabe si habrá porvenir /
(la idea es unirlo todo)
(con la espiral de tu pecho)
Y aúlla
para que venga tu familia,
intenta no llorar cuando vacíes tu cabeza.
No ahorres. Sin miedo.
Baila para que el esqueleto se cubra de oro
porque tu venganza es no dejarlos dormir / tranquilos
a los vencedores
percutiendo la luna llena con tus dedos extasiados;
acá no interesa las polaridades eres lo lejano
aquello ahora bulle en tu sangre
en tu cuerpo boga,
la sangre es otro río que delira
para que se estremezca el corazón de los árboles y las estrellas
y de los muertos, aún más,
del ángel que ya tuvo altar
no esquives los fantasmas, sino baila en ellos
con ellos
dentro de ellos
que te arrinconen, lleva tus sombras
a la esquina y
da las gracias por meterte
en la grieta de sus corazones
que cuelgan desde el cielo pidiendo
contacto contacto
y ábrele las manos como flores matutinas
que te añoran
llénalos de letras
esa será tu ofrenda a la orilla de la laguna
y gira gira gira gira gira gira gira gira gira
gira como la constelación que te imita
que es la forma más bella de violentar el desgano
y la manera más divertida de ampliar los círculos
que abren el cielo.
Forma un puente con tu cuerpo
y después no te olvides de zapatear en el tierrero
para que el sol oficie uniones perdurables
y de paso a la lluvia en la ciudad del cielo quebrado
zambúllete en el aire lleno de gritos y lamentos
con todo y alpargatas
y besa con el cuerpo que así se dibuja el halo
que te identifica, pero hazlo ya
para que corcoveé la muerte
dibuja tu verdadero nombre en cada movimiento
que tanto solicita el Santo Negro
que ya pide el añejo y la llamada de los espíritus
los mismos
que tanto le gustan cuando meces el mar:
así se borra el mundo
y es su más bello homenaje
Poco a poco empiezo a sentir mi cuerpo:
las manos titilan luz,
el pecho que fustiga la penumbra con sus mares,
el iris del tercer ojo enganchado al origen
de este cuerpo que flota cuerpo para hundirse
lleno de letras los huesos poderosos,
la lengua amanecida por venganza,
la oreja llena de olas desmedidas,
la entrepierna enjoyada con luces salvajes,
y un dios despertando en el ombligo,
este cuerpo de niño que crece pasando planetas,
cuerpo de bestia pues
que se asoma para no pensarlo demasiado
qué poca atención al cuerpo masticado
y su relación con la luz,
ahora encantado estoy
con el milagro y el misterio;