Sobre la poesía de Daniel Téllez. Texto de Armando Oviedo

Armando Oviedo reseña Viga de equilibrio. Antología poética (1995-2020)de Daniel Téllez (Ciudad de México, 1972), volumen publicado por Ediciones del Lirio en 2021. Téllez recibió el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2001 por El aire oscuro así como el Premio Municipal de Poesía Rey Poeta Nezahualcóyotl 2006 a Creadores con Trayectoria.

 

 

 

 

EL LIBRO DE DANIEL O ANTOJO DE ANTOLOGÍA

 

¿Qué significa presentar la antología de un autor que aún tiene mucho por decir? Si la palabra “antología” proviene del griego y significa “selección de flores” (no olvidemos que en otro momento a esta colección se le llamó florilegio) entiendo con esta metáfora que se elige lo mejor que al seleccionador le agrada; porque la aparente arbitrariedad existente en esa pesquisa de obras extensas depende del antojo de hacer antologías.

Si hemos de creer que la memoria es selectiva, la mejor selección de la memoria del lector es una antología. En mi particular y escasa memoria de lecturas celebro los florilegios egregios. Ahora que me acuerdo, mi primera antología literaria fue un texto titulado Lengua nacional, libro escolar misceláneo como alguna vez se le llamó al libro de texto que no detesto, ahora pomposamente titulado Mi libro de Español.  

Desde luego que dicho libro o libros, según el grado, en rigor no era una antología pero me dio a leer poemas, cuentos y fragmentos de narraciones siguiendo la ruta categórica del curso primario. Desde entonces me hice adicto a los florilegios de lo variado, como son las antologías en literatura; pero también a lo variado del paladar en las misceláneas y del auxilio y las reparaciones del hogar encontradas en las tlapalerías, que tenía de todo, como en botica.

Desde entonces he disfrutado esas mezclas de lo diverso, mixto, combinación que después encontré en revistas y suplemento literarios. Así me nació la conciencia literaria y creció mi afición a los gabinetes de curiosidades, descubriéndome en lo breve la potencia de lo heterogéneo. Quizá de ahí me viene la afición a lo fragmentario, a lo diverso, a lo breve y profundo, calidades del poema, pues ya se sabe que “si lo bueno es breve, lo breve es doblemente bueno”.

Como se habrán dado cuenta estoy hablando de antojos más que de antologías pues en éstas encontramos formas y formatos de recopilaciones más precisas y preciosas. Si descartamos las que son hechas con un sistema editorial temático de fomento a la lectura, las hay también guiadas por el corte de caja de un tiempo o una época; de movimiento artístico o un “ismo”; o de trabajo de un autor, entre otras múltiples opciones.

Para autores de amplia obra como Alfonso Reyes o Carlos Pellicer, se agradece la labor sintética. En escritores como Julio Torri, José Gorostiza, Juan Rulfo o Alí Chumacero su obra selecta es su obra completa. Con las antologías muchos escritores se han visto favorecidos pues pueden levantarse ágiles y vivos de la aplastante obra completa en grandes lomos y variados tomos.

Pero ¿qué nos guía a seleccionar, a clasificar, a “antojolar”? Dice Georges Perec en su libro Pensar Clasificar:

Este ordenamiento de mi territorio rara vez se realiza al azar. Coincide en general con el principio o la finalización de un trabajo determinado; se produce en medio de esos días flotantes en que no sé si emprenderé una tarea precisa o me limitaré a actividades de repliegue: agrupar, clasificar, ordenar. En esos instantes sueño con un plan de trabajo virgen, intacto: cada cosa en su lugar, nada superfluo, nada que sobresalga…

Las antologías son un orden de territorio para invitar a beber y comer en ese jardín de las delicias, de las bebidas y comidas dispuestas como un variado buffet de palabras. Considero que las antologías son guiadas por el antojo, de gustar y para degustar. Probando y dando. Aunque la antología gire en torno a un criterio y se componga de obras publicadas o ya difundidas, o fragmentos de ellas, o nos ofrezcan panoramas momentáneos de una disciplina artística determinada, disfrutamos la variedad de presentaciones que el compilador ofrece.  

En la antología poética 1995-2020, titulada Viga de equilibrio, de Daniel Téllez, el compilador de esta obra se convierte de inmediato en un relector de la obra y, además, en cómplice del futuro lector, pues al compartir y guiarnos por una ruta con lo mejor de su obra nos instala en la ciudad de la imaginación poética y nos señala los remates visuales del recorrido. Este mapa del material reunido nos proporciona una cartografía de libros ya publicados e incluye, además, un “Frontispicio conjugado” a cargo de Felipe García Quintero, un prólogo de Ignacio Ballester Pardo, un plus de “Poemas no coleccionados” y, como camino de acompañamiento, variadas y breves notas y comentarios críticos, con los que se redondean los pormenores de poemayores de la ruta de Daniel. Viga de equilibrio es una invitación para releer al poeta ya leído. Pues, como dice el clásico, los poemas no se leen sino que se releen. Y releer poesía es un asunto de transformaciones, de máscaras y desenmascaramientos, de luchas y batazos para recorrer el diamante en carreras sin fin alrededor del poema. Justo lo que sucede en Viga de equilibrio de Daniel Téllez.

¿Qué encontraremos en este libro además del mapa informativo que ya señalé?  Si digo que es la selección de casi todos sus libros ya publicados –de El aire oscuro (2001) a Arena mestiza (2018)—, sólo diría una parte. Porque en la poesía sucede un fenómeno curioso. El libro ya formado se reconstruye con las posibilidades de la lectura, ya sea en sus distantes momentos o en sus distintas navegaciones; con ambas crece el panorama de la lectura: se construyen mundos raros donde navegar es preciso y precioso. Tal es el caso del nuevo libro de Daniel.  

Considero que una antología poética, aunque lo anuncie su portada bien portada, no es la síntesis de las publicaciones del autor sino un libro mayor, un libro de deudas ya saldadas; es enfrentarse a la mirada del ayer con los del recién venido, en este caso el nuevo lector, siempre otro.

¿Y qué encontré en el nuevo libro de Daniel? Otras rutas de lectura. Que van de la variada poesía a la barriada del verso; de lo extremo de la relectura a lo templado del poema de lo cotidiano y lo popular. Eso por señalar el vértigo del itinerario, las crestas y los valles en que se viaja releyéndolo.

Mencioné hace tiempo, en otro texto y otro contexto, que la poesía de Daniel tiene dos componentes básicos: la suprema dificultad verbal y de composición y la sencillez de lo habitual habitado por temas cotidianos. Esta calificación, donde me concentro en los extremos, sólo me sirvió para compartir una información frente a un libro, el sensacional de luchas transverbales titulado Arena mestiza.

Sin embargo, esto me hizo perder lo que ahora encuentro en Viga de equilibrio: el paseo por el salón de los espejos que trifurcan o cuatrifurcan, una y otra vez, su obra poética de distintas salas y salones.

Los mismos títulos que señalan determinada estancia nos dan pistas para avanzar, dar un rodeo y no llegar siempre al punto de partida sino a la pista de vuelo.  Así, si seguimos las habitaciones señaladas del índice de Viga de equilibrio podemos respirar, casi en el ahogo, El aire oscuro, residencia tremenda y trepidante, de atmósfera lúgubre que hace de la respiración un jadeo constante más allá de la muerte paterna. En esa penumbra vaga de la pequeña alcoba del alma destrozada encontramos un Asidero, un rayo de esperanza como luz rompiendo la oscuridad, un tajo luminoso abriendo el corazón sagrado a un sangrado natural del amor desatado por la femenina e histórica invocación. Una vez salvado del salado augurio, salimos al coso de la lucha cuerpo a cuerpo, para zafarnos del negro destino con un Contrallaveo, donde el gladiador de las palabras traza su horizonte. Es así como veremos, a cielo abierto, el reposo del guerrero en su Cielo del perezoso; aquí habrá otra lucha, pero con la majagua al hombro, o si elegimos el pitcheo, veremos al vate sin bate colocarse desde el montículo y, con él, otear el valle, el lanzamiento: Imparable o a cuadro. Y entonces sí, poner la bola A tiro de piedra, lanzar sin esconder la mano, los dibujos de una ciudad (¿Estridentópolis o nuestra suave y eléctrica patria?), las estampas de los variados habitantes, los sucesos ciudadanos; ni bola ni llave sino iconografías de cartas de lotería. Saldado el juego de la vida, vemos los claros vestigios, afinamos la vista y nos colocamos en el Punto de fuga movible, puntos que dibujan a héroes populares o lugares donde toma vuelo el poema cívico ante los hechos cínicos del gobierno en turno. Y llegamos, con el poeta, a la gloria del viajero, a la Arena mestiza, al lugar de la suma gloriosa del cuadrilátero y sus anexos.

Todo este periplo será, no el retorno de un Ulises pródigo, sino la toma del dato girando en torno a los héroes de la lucha, glorificados por la palabra poética. Esta ruta de lectura del libro del poeta de variados círculos fue traída hasta nosotros, los lectores atrevidos, por el verso diverso de variados registros: el poema breve (uni-verso), el poema en prosa, el poema de verso libre pero sonante, el poema visual o el poema experimental que retumba y zumba en el centro de su decir.  

Viga de equilibrio es el nuevo libro de Daniel. Es la suma de todos los medios verbales y sin miedo a decir de otro modo lo mismo, que no es lo mismo sino la otra voz, la de la poesía de Daniel Téllez en la cual nos reconocemos como poetas de la lectura, gracias al poeta que nos lleva por distintas rutas, rotas por la imaginación de su verba variada.      

   

Daniel Téllez. Viga de equilibrio. Antología poética (1995-2020), Ediciones del Lirio, México, 2021. 216 pp.

 

 

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