Los poetas van al infierno: 5 poemas de Bachtyar Ali. Poesía kurda

Leemos poesía kurda. Leemos, en versión de Jiyar Homer y David Shook, algunos textos de Bachtyar Ali. Shook escribe sobre él: “Aunque es conocido a nivel mundial como uno de los narradores kurdos más importantes, Bachtyar Ali بەختیار عەلی(pronunciado ‘Bajtiyár Alí’) se considera principalmente poeta. Comenzó su trayectoria literaria escribiendo poesía y su obra ―que cuenta con más de 40 libros; entre ficción, poesía y crítica― ha sido traducida al árabe, alemán, francés, italiano, inglés, persa, entre otros. En el 2017, fue el primer autor que escribe en un idioma no europeo en ser galardonado con el Premio Nelly Sachs, uniéndose a la célebre lista de ganadores que incluye a Milan Kundera, Margaret Atwood, Juan Goytisolo y Javier Marías.

Ali nació en 1966 en Slemani, en el sur de Kurdistán. En 1983, fue herido durante las protestas estudiantiles contra el partido Ba’ath de Saddam Hussein, lo que provocó que termine abruptamente sus estudios de geología. Durante ese periodo comenzó a dedicarse a la poesía y ese mismo año recibió su primer premio por su poema La Patria. Tras la revolución de 1991, una oleada de autonomía creativa refrescó al movimiento intelectual kurdo. Ali intensificó su propia actividad artística al mismo tiempo que editaba la revista filosófica Azadi. Su primer poemario, Pecado y carnaval, se publicó en 1992. Ha vivido en Alemania desde 1998.

Su crítica se caracteriza por el uso de conceptos filosóficos occidentales para analizar a la sociedad kurda. En su narrativa, Ali dialoga con diversas tradiciones literarias, basándose en eventos kurdos contemporáneos y haciendo uso de elementos fantásticos. En Kurdistán, es reconocido por su imparcialidad y su crítica abierta hacia las relaciones políticas y sociales de su tierra natal. Su poesía está influenciada por autores europeos, desde Dante hasta los poetas surrealistas. En su poesía, tanto como en su narrativa, también se puede identificar la influencia de la literatura latinoamericana, a través de una recontextualización y renovación del realismo mágico para la audiencia kurda. Esta selección de poemas evoca en cierto sentido El Cuervo de Edgar Allan Poe. Si fuera necesario viajar hasta el infierno para conocer a este lector de llamas, capaz de leer lo que ni dios sabe descifrar, seguro que valdría la pena. Esta es la primera vez que la obra de Ali aparece traducida al español”.

                                                                                                         

 

 

 

 

 

Los poetas van al infierno 

 

Los poetas van al infierno. Así como los asesinos y ladrones están en el paraíso. 
Al infierno pertenecemos.
Es cierto, por desgracia, que aquellos que no comprenden el dolor van al paraíso.
Aquellos que escapan del infierno son los que piensan que en el paraíso existe la felicidad.
Pero la felicidad existe en aquel libro cuyas cenizas leemos juntos,
existe en las letras quemadas que no podemos volver a formar en palabra.

No… los poetas no van al infierno… pero Dios los lleva allí.
¿Por qué no iba a llevarnos al infierno? Ni los humanos ni los ángeles pueden leer el fuego.
Sólo nosotros podemos escribir y leer el fuego.

Los poetas van al infierno. En el infierno es donde surgen todas las odas.
¿Qué es el ritmo sino un fuego que arde en el corazón nuestro? ¿Qué es la métrica si no una llama que agarramos para no caernos? 
Sin estar en el fuego, no podemos ver nuestros verdaderos rostros, sin estar en el infierno, no existe ningún espejo que nos refleje… 
Hay que ir al infierno: sin estar en el fuego no se abre la puerta de nuestra alma. Sin estar en el fuego, no tenemos melodía. 
Las verdaderas palabras están en el infierno. Compañero, vámonos… de esta distancia veo que el paraíso es silencioso, vacío, sin ritmo.

 

 

 

 

Soledad

 

Soledad, oh astro en que creo, oh último ungüento dorado que me aplico para escaparme de la muerte. Tú eres la última sangre por la que juro, última nación mía… oh eterno hermana mío. 
Antes del anochecer, me siento solo. Antes del amanecer… me siento solo. Antes de que me golpee el hacha dorada de cada viento que vuelve de asesinar a los pinos. Aquí espero a todas las formas de morir y me siento solo.]
Soledad… oh jardín de la última fe, oh último camino por donde pueden llegar los profetas, oh última ciudad a la cual Dios puede acercarse, oh última sonrisa que puede sobrevivir esta tarde… oh último mantel, oh última provisión, oh último pan. 
Soledad… soy el último ser humano y deseo vivir como la última flor. Necesito tus versículos. Si una sura nueva descendiera del cielo, sólo tú me la traerías. Si quedara una gota de lluvia que humedecería mi existencia…. sería la tuya.
Sólo tú eres eterna…. La muerte es solo una gota de ti y lo eterno es tu sombra.
Oh soledad… soy el último ser humano y deseo morir como el último sol. Necesito tus rayos. 
Te vemos en el alma del otro, en las manos del otro, en los ojos del otro…
Por eso podemos convivir.
Hasta ahora no he visto ningún astro sobre las almas de aquellos que matas. 
Oh soledad, incluso si repartiera tus llaves, nadie podría abrir tus puertas… tú eres el único secreto que guardo de mis enemigos… eres la única fortaleza que jamás será asediada por algún ejército… eres mi único libro que nadie podrá comprar ni leer. Sé que si esparciera tu perfume, nadie podría conocer tu flor ni encontrar tu jardín.

 

 

 

 

Soy como un ciego

 

Todo es palabra: el árbol es palabra, el mar es palabra, el sol es palabra. Atravieso las ciudades construidas de palabras, por las calles largas que han sido tejidas de palabras. Los bazares y los alminares son palabras. Los puertos son pilas de palabras paradas al lado del mar. De ahí saludo a los barcos, que son palabras lejanas con sus velas desplegadas. Los pescadores son palabras con anzuelos, los peces son palabras, los ahogados son palabras. 
Soy ciego, solo escucho la palabra… la guerra es palabra, las ruinas son palabras. 
¿Quién con sus palabras puede conjurar una nube en mi imaginación? ¿Quién con sus palabras puede plantar un granado en mi interior? Quién con sus palabras puede pintar las fortalezas en mi cabeza, quién con sus palabras puede traerme los rubíes de debajo del mar.
Debo hacer el mar en palabras, gota por gota, para comprender qué herreros no paran de martillar en mi cabeza, para construir palabras, sonidos de la fragua de obreros construyendo palabras como el acero, sonidos de carpinteros labrando palabras, gritos de aparceros que cosechan palabras.
Para mí
no sale el sol–lo que ilumina la tierra es la palabra,
no oculta el sol–lo que crea la oscuridad es la palabra.

 

 

 

 

El poema más negro del mundo

 

Tengo una ventana en un muro secreto. Un muro con un patio negro detras suyo. Ahí cantan algunos ruiseñores en una jaula negra. Paso gran parte de mi vida frente a esa ventana secreta, una ventana que puedo llevar a dondequiera. Cuando el mundo se oscurece, la abro para escuchar las canciones negras de aquellos ruiseñores negros.
Tengo una ventrana en un muro negro. Detrás hay un cielo negro, donde ángeles negros tejen alfombras negras, crean sudarios negros… paso la mayoria de mi vida mirando esos ángeles que me muestran sus sonrisas negras, me ofrecen sus saludos negros. 
Llevo esa ventana secreta conmigo a dondequiera. Cuando todos ustedes se quedan dormidos, abro esa ventana, huelo las estrellas negras, la luna negra que sólo yo puedo ver. Como las provisiones negras que dejan los peregrinos desesperados, leo libros negros escritos por manos negras. Las mezquitas negras con sus llamados negros a la oración, las frutas negras que se pueden comer después de los ayunos negros. 
Tengo una ventana en un muro secreto. Al otro lado hay una ciudad negra, en esa ciudad hay una calle, en esa calle por la tarde miles de muchachas tristes escriben cartas negras. Cada noche leo esas cartas. Cuando vuelvo estoy rebosante de iluminaciones negras, de primaveras negras, de tulipanes negros. 
Tengo una ventana en un muro secreto que sólo yo puedo ver. Un muro en una habitación negra. Sólo se puede ver en los días negros, sólo se abre a la hora negra y sólo puede entrar quien mantenga –como yo– desde el primer día hasta el apocalipsis, la mirada rebosante de pinturas negras.

 

 

 

 

 

No recuerdo esta ciudad

 

No recuerdo el ave que me engañó para que viniera a esta ciudad.
No recuerdo qué centinela me llamó desde sus murallas.
No recuerdo qué cadena o grillete fue tan dorada y espléndida que me hizo querer a esta cárcel… no recuerdo el camino a esta ciudad… recuerdo que vine a la sombra, bajo un árbol para morir… pero ya no recuerdo el nombre de ningún árbol… vine a morir cerca del olor de una flor… pero hoy, no queda el olor de alguna flor en mi imaginación, no recuerdo el color de algún brote. 
Te lo pregunto, oh peregrino como el viento… oh tan triste como el cielo.
¿Soy el único que no sabe por qué vino a esta ciudad
o tampoco tú sabes lo que somos, lo que debemos hacer?
No recuerdo qué imperio blanco rebosante de arboles negros, de palomas oscuras como el alquitrán, de peces colmados de la compasión del agua… aquí gobernaban… No recuerdo qué viento azotó la semilla de los campos oscuros y me convirtió en un jardinero que sólo carga a los ruiseñores a la muerte… no recuerdo por qué me convertí en campesino, por qué siembro el absurdismo, por qué estoy plantando la sequía.
No recuerdo la primera vez que toqué al portón, ni de quién era,
ni en qué caravasar me acosté esa primera noche,
ni qué camellero me prestó sus cobijos,
ni qué ruiseñor me cantó, 
ni qué curandero me dió esta pócima para dormir.
No recuerdo por qué participé en las revoluciones, por qué disparé a los traidores… no recuerdo por qué escribi libros tan grandes… por qué construí jardines tan laberínticos… por qué sembré el fuego con mis manos desnudas, por qué me embriagué con veneno. No recuerdo por qué me convertí en el rey de la poesía, por qué fui a cazar la poesía, por qué tanto amaba estos callejones, por qué comencé a orar, por qué pusé el viento aquí, por qué saqué los vinos de los escondrijos oscuros, por qué engañé a mi propio corazón… por qué no me fui, por qué no abandoné a esta ciudad.

 

 

 

 

 

Sobre los traductores

Jiyar Homer ژیار هۆمەر (Slemani, Kurdistán, 1996) traductor y editor kurdo, miembro del colectivo Kashkul, el Centro de Artes y Cultura de la Universidad Americana de Irak, Slemani (AUIS), y contribuye como editor de la revista literaria Îlyan. Habla kurdo, inglés, español, portugués, árabe y persa. Sus traducciones se han publicado en 27 países, en revistas como el Periódico de Poesía, Revista Virtual Quimera, Buenos Aires Poetry, Revista POESIA, World Literature Today, Literary Hub, Your Impossible Voice, entre otras. Ha traducido para varias revistas de Kurdistán a diversos autores latinoamericanos como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Roberto Bolaño, Juan Rulfo, Octavio Paz y Pablo Neruda. Entre sus obras en forma de libro se incluyen El Pozo de Juan Carlos Onetti, Refugiado Número 33333 y The Potato Eaters de Farhad Pirbal, La ciudad de vapor de Carlos Ruiz Zafón así como The Fortress and My Father’s Dogs de Sherzad Hassan. También es miembro del Kurdish PEN.

Shook شووک (Tejas, EE.UU., 1986) poeta y traductor estadounidense que creció en México. Sus veinte traducciones al inglés incluyen libros de Mario Bellatin, Jorge Eduardo Eielson y Conceição Lima. Su poemario Lenguas de obsidiana, traducido al español por Pablo Jofré, fue editada por Los Perros Románticos (Chile) a finales del 2019, y sus poemas más recientes se han publicado en Periódico de Poesía (México), en la traducción de Tedi López Mills. Recién salió un breve libro sobre la edición de libros artesanales con Barba de Abejas (Buenos Aires). Shook ha vivido por varios años en Kurdistán, donde ha colaborado para traducir a 19 escritores de la región al inglés y español. Proximamente sus co-traducciones de Farhad Pirbal serán editadas por Gato Negro Ediciones (México).

 

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