Poesía chilena: Tomás Harris

Leemos poesía chilena. Leemos un poema inédito de Tomás Harris (La Serena, 1956) y lo acompañamos de una breve entrevista sobre poética. Harris comenzó su obra en 1982 con La vida a veces toma la forma de los muros. En 1985 publica Zonas de peligro y, en 1992, un libro de referencia en la poesía chilena, Cipango. Su libro más reciente es La memoria del corazón (2021). En 1995 mereció el Premio Pablo Neruda y en 1996 el Premio Casa de las Américas por Crónicas maravillosas.

 

 

 

***

 

Alí Calderón

¿Qué le interesa hacer en un poema? O dicho de otro modo, ¿cómo despliega su poética en el texto?

Tomás Harris

Lo primero expresar mi mirada del mundo de manera metafórica: me explico: la poesía siempre ha sido para mí un “decir lateral”, “insinuado”, donde la palabra más que denunciar, enuncia con los procedimientos de la poesía como una expresión segunda, connotativa, no formalista sí, pero sobre todo desde la subjetividad donde un hombre hable desde su ethos: su contexto, su tradición literaria, pero también sus convicciones, aunque estas se sumerjan en la palabra poética. Como bien planteas: desplegar una poética (propia y apropiada, en los dos sentidos del término) en un texto. Ahora en este punto habría que tratar de aclarar cuál es esa poética: en mi caso es una poética que ha tratado de situarse en un decir urbano, desde la ciudad contemporánea latinoamericana, en mi caso Concepción de Chile (o cualquier ciudad de nuestro continente), desde donde comencé a escribir. Y también desde esa urbe y su tiempo, intentar dar cuenta de nuestra identidad sudamericana o sudaca, como se quiera, porque cuando comencé a escribir, en los años 80, durante la férrea dictadura militar, éramos todos –poetas y ciudadanos, hombres y mujeres, o las identidades que fueran-, marginales en el sentido de que, para la dictadura, quienes no estábamos en su abominable visión de mundo, no éramos nadie o nada. Y erótica. Una forma que siempre ha salvaguardado el sujeto del horror es el erotismo, el ser uno con el otro, el abrazo amoroso. Entonces mi poética, resumiendo, ha sido una poética urbana hispanoamericana, identitaria (en esa busca), marginal, contestataria a los poderes que sean y erótica, en el sentido de la búsqueda del abrazo en el otro –el otro que sea- la salvación, y todo esto a través de la palabra poética, que es tanto un tropo, como una discursividad que se distancia hasta donde pueda de cualquier discurso que se profiera desde el Poder.

 

Alí Calderón

¿Qué cree que ha dejado de ser importante o qué ha pasado de moda en la escritura de un poema?

Tomás Harris

Me repelen las “modas” poéticas. Creo que todo, en tanto responda a tu particular modo de ver el mundo, vale. Puede ser desde un soneto a un poema “concreto”, desde un texto épico a un epigrama amoroso. No importa el “formato” desde donde enuncias: lo que importa es que el cómo enuncias sea coherente y fiel a tu poética subyacente. A mí, en particular, me gusta la poesía que atraviesa distintos tópicos y formas, variadas formas de situarse en el mundo culturalmente: por ejemplo, me fascina la literatura o el cine, sobre todo de horror, películas como las de Drácula –desde la Universal, pasando por la Hammer Filmes hasta el cine más corporal de Cronenberg o Lynch (los dos grandes David’s), el cine serie B, ese que nadie parece llevar de apunte pero que es más político, si se le lee –visiona- con atención, que el cine llamado de arte. Creo que la poesía debe dialogar como diríamos con lo pulp, con lo discrecionalmente popular, y, claro, también con nuestra tradición hispanoamericana, que es lo mismo, creo que decir la gran tradición Universal, partiendo, fundamentalmente por las vanguardias del siglo XX: en el caso de Chile: Huidobro, cierto Neruda (el de las Residencias) y sin duda Pablo de Rokha, un tremendo poeta que imbrica lo vanguardista con lo más popular y que ha sido, pienso, un tanto olvidado, pero que ahora, por lo menos en mi país, se ha comenzado a releer y revalorar.

 

Alí Calderon

¿Ha leído recientemente poemas que le parezcan significativos o particularmente buenos? ¿Quiénes son los poetas que lo entusiasman ahora?

Tomás Harris

Sí. Indudablemente. Y muchos. Pero sería una gran lista, por lo que seré un poco restrictivo al respecto –en un buen sentido- para no entregarte una lista innumerable de nombres que no digan nada más que el nombre. Por eso mejor me referiré a poetas de mi país, Chile, y desde la mitad del siglo XX; creo que Nicanor Parra, con su antipoesía, marco un hito del que ninguno de nosotros puede evitar, para bien o para mal, pero cambió nuestra manera de situarse frente a la poesía: “Los poetas bajaron del Olimpo”. Eso ya es un giro lírico –o antilírico fundamental. Desde Parra hasta nuestros días nada ha sido igual en poesía: su desenfado, su disrupción, su inclusión de lo que antes de él no se consideraba “digno” de ser considerado poesía, etc. Pero tampoco podíamos quedarnos pegados o varados en lo antipoético: lo demostraron Jorge Teilier y su poesía “larica”, Enrique Lihn y la naciente poesía urbana, amorosa y culterana, también, y sobre todo, metapoética; el cristianismo trasgresor y contestatario de Miguel Arteche, como el de Armando Uribe Arce, y su trato de tú a tú con la muerte. Y poetas que comenzaron a hacer el trabajo necesario de la denuncia política y su experiencia vital, de la cárcel o en los campos de concentración, como Jorge Montealegre, en Chacabuco; Aristóteles España, en Dawson; Floridor Pérez, en la Isla Quiriquina. La llamada “Escuela de Santiago” que poetizó una forma muy identitaria y épica de nuestro continente, entre los que destacan Naín Nómez y Jorge Etcheverry. Hay otras formas de decir poético que tenía que ir más allá, o buscar en precedentes también válidos: refundar tradiciones, revisitarlas, como también y con giros la poesía medieval o la española del siglo de oro: ahí destaco tres poetas que me parecen excelentes: Oscar Hanh, Andrés Morales y Rafael Rubio; también la magnífica eclosión de poetas mujeres, que comenzó a marcar su decir durante los años 80. Hay varias, sin querer dejar a ninguna fuera, pero me parecen muy relevantes Elvira Hernández, Teresa Calderón y Lila Calderón, Cecilia Vicuña, y Leonora Vicuña, Bárbara Délano, Maha Vial, Verónica Zondek, Heddy Navarro, Marina Arrate, Alejandra Basualto, Eugenia Brito, Soledad Fariña, Rosabetty Muñoz, entre las de mi generación: y la poesía de las culturas originarias, aquella escrita en mapundungun y español, que pone en escena aquella tradición originaria hasta los 80 casi obliterada, como Elicura Chihuailaf, Leonel Lienlaf y Jaime Luis Huenún, entre tantos más. Raúl Zurita es sin duda un poeta insoslayable que introdujo en la poesía de los 80 la neovanguardia. Y también, cercana a ella otra forma de vanguardia, el neobarroco, en una escritura que creo que destacan Diego Maquieira, Paulo de Jolly y Alexis Figueroa, este último de la provincia de Concepción. Sigo con poetas de Concepción, mi ciudad natal poética y mi alma mater universitaria y los poetas con los cuáles quisimos resignificar una ciudad muy literaria y política, cuyo mayor poeta fue y ha sido Gonzalo Rojas: Enrique Giordano, y su poética que se enuncia desde la homosexualidad asumida en un libro único en su valentía y excepcionalidad adelantada: El Mapa de Amsterdam y Javier Campos, Carlos Cociña y Nicolás Miquea, también ambos tres de Concepción, ciudad que ha dado mucha vanguardia tanto poética como política y erótica. Entre ellos, además, Carlos Decap y Gonzalo Millán. También el caso de Juan Luis Martínez, un poeta inclasificable y cultísimo de Viña del Mar. Es complejo dar nombres así, sin justificar cuál ha sido su aporte en particular. Entre los y las poetas más jóvenes, me juego ya, en un grupo muy significativo de nombres, digo, por una particular inclinación, y sabiendo que dejo muchos fuera de manera injusta, pero en fin: son poetas que creo también insoslayables ahora en la chilena poesía: Germán Carrasco, por su poética entre intertextual, culterana y representante de lo popular de la ciudad, como también Damsi Figueroa, y los más jóvenes (entrando en los 40 años) dos poetas cuya originalidad y disruptividad en sus respectivos proyectos admiro mucho: Juan Carreño y Gustavo Barrera. Son poetas que realmente transgreden los decires líricos más usuales en la poesía chilena; pero insisto, los nombro, por un aparte, porque han sido un tanto olvidados, pero sobre todo, porque desde mi lectura de la poesía chilena actual, lo hallo magníficos. Lamentablemente, como decía, no quiero hacer una lista injustificada de otros y otras poetas que merecerían que los citara y justificara porqué. Pero, ahora me quedo con el derecho, que me da esa extraña categoría (in)existente, la del gusto, de citarlos acá. En resumen, creo que la poesía chilena –y claro, la hispanoamericana- goza de muy buena salud: o sea de una tremenda creatividad e imaginación.

 

 

 

***

 

 

Nunca nada nadie

 

En memoria de Juan José Saer

 

Me acaban de informar que no existo
que no soy
que nunca fui el que me dijeron
que en mi acta bautismal hay otro nombre
que no soy yo
que no seré yo
que el muelle y la playa y el mar donde
no, nada, nadie
me acaban de informar que mi acta de nacimiento
está en blanco
que la mujer a la que le escribía poemas de amor
no es o era otra y vive con otro
que no soy yo
que yo no es
que yo nada
un acantilado
farallones y aves de mar
sobre los roquedales
gaviotas quizá u otras aves marinas
que graznan al cielo
pero yo no no a mí
que nada tiene que ver conmigo
que por eso estaba tan triste
porque al final nunca fui
ni mi mamá ni mi papá fueron
ni los libros que leí y menos los que escribí
nada ninguno
me acaban de informar que no soy
que no tengo esperanzas ni circunstancia
que las películas que vi jamás se filmaron
que jamás fui parte del reparto
que la película de mi vida
está en blanco
que nunca hubo una cinta en el proyector
que en la pantalla mis créditos son apócrifos
que no soy ni seré,
nunca nada nadie
por fin pienso
al fin
nunca nada nadie
no hubo ni director ni guionista ni película
ni banda sonora
nada puro silencio
una pantalla en blanco
créditos que son deuda
deudas de mi no ser
deudas de no haber sido sino
una pantalla en blanco
un cine sin espectadores
todo mi público butacas vacías
y yo un actor que murió
antes de su primer parlamento
no soy yo no soy quien:
esa es la puta y pura cuestión:
una pantalla en blanco
un cine sin espectadores
y aves marinas
quizás gaviotas
sobrevolando un falso set
una ola con suerte agota
la ola de chocolate
por fin pienso
al fin iré de niño a vacío:
nunca nada nadie

 

Inédito

 

 

 

 

 

Mar de la desesperanza

 

Entramos en las urbes del Sur
se nos aceleraban los pensamientos al roce del vuelo
de las aves
había ciudades hechas de carne
había ciudades enteras orgánicas latientes
había edificios que respiraban con inhumana lentitud
había edificios zócalos muros cines corredores
que subían y bajaban lentos
en sus sístoles y diástoles enfermos
todo está vivo dijo una voz
había mucha noche
más noches de las jamás previstas y cuerpos
deslizándose en esas noches
que parecían barcos fantasmas deslizándose por esas noches
mujeres (colegialas, vestales, monjas, prostitutas,
púberes e impúberes, todo el catálogo soñado)
oro no había
había música electrónica signos había
peces
advertencias
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del tacto
dijo una voz
cada cosa relumbra con el brillo
que sueña tu ojo
y hubo miedo a que no hubiera nada
los escapes de los cines nos servían de refugios miradores
tuvimos que adecuar la mirada imaginar el tacto
entresoñar el coito
amarnos los unos a los otros en el más total de los silencios
queríamos mantenernos en esas visiones
empaparnos destas vestales
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del tacto
dijo la voz
pero todo latía casi imperceptible
con pasmosa lentitud
acequias prostíbulos semáforos vitrinas y los cuerpos
todo subía y bajaba despoblado
en sus sístoles y diástoles
baldíos

 

 

 

 

 

Argel

 

“Saavedra: que, a pesar mío, sin saber lo que era,
me vi el marchito rostro e agua lleno.
Ofrecióse a mis ojops la ribera”.
cervantes

 

El polvo de vientos barrió las calles,
ahí donde estaba tu cuerpo en la ciudad,
aunque tallada a lluvia en las fachadas
de los hoteles,

se llevó tus especies, tu pelo, tu bálsamo,
tus pechos que ya iban en pleno tránsito
del barro, del más no poder, la podredumbre,
la muerte, al fin;

fue injusto ya que tú no sabías nada del Universo,
la mierda, el rock, los sueños: te barrieron
no más al margen como papeles o preservativos o
colillas de cigarros, baba, cenizas, semen, todo
eso que el viento quiere, se nutre, se hincha;

ya las calles de la ciudad quedaron tan vacías,
tan sin ti, tan sin maravilla,
que me dije nos dijimos todos, ¿para esta muerte
tantas millas ganas ardor dolor sueño?

Se había declarado el Estado de Sitio,
las calles vacías, los lumínicos brillaban para
la muerte, los cuerpos eran la danza de la
muerte por los bulevares atestados de objetos.

Ahora el mundo se poblaba
de animales
sustitutos de tu
cuerpo.

Todo eso era un Argel, la ciudad más triste 
del Universo; no puede haber ciudad feliz
repleta de prisioneros y putas: por todas partes
penaban las ánimas, y nosotros, cautivos del

deseo de seguir vivos por nuestros cuerpos,
nos perseguimos por los bulevares atestados de
objetos, máscaras, sombras chinas, fantasmagorías,
la guerra era a muerte, cuerpo a cuerpo,

inacabable como si todo transcurriera en un
juego de video:
el deseo nos estallaba contra los ojos,
como sol.

 

 

 

 

También puedes leer