Presentamos cinco poemas de Cristina Meza (Guadalajara, Jalisco, 1997). Poeta y artista plástica. Autora del poemario Nada se mueve (Ediciones El Viaje). Ha publicado en antologías, revistas y medios electrónicos como El Debate, Sin Embargo, Tierra Adentro, Revista Levadura, Engarce, El Creacionista y Liberoamérica. En 2019 presentó su primera exposición de pintura en solitario Variaciones de lo Íntimo en Ciudad Guzmán, Jalisco, y en 2021 su segunda exposición Enfermedad y muerte en el Museo del Arte y la Historia de Ocotlán, Jalisco. Fue becaria en el Encuentro Interfaz “Los Signos en Rotación” de Círculo de Poesía e ISSSTE-Cultura en 2017.
HABITACIÓN
Mientras rizo mis pestañas pienso en la vida bajo mis pies.
Fantaseo con batallas insólitas entre bacterias
o la edificación de ciudades tan grandes que apenas caben en mi habitación,
ciudades que nacieron del sueño de una hormiga que escogió mi cama,
de entre todas las camas, para recoger morusas.
Camino descalza y tomo mi bolsa de maquillaje.
¿Cuántos mundos caben en un tubo de rímel?
NOCHE
Ahora estás frente al espejo y reconoces un rostro ajeno para mí
“se te han adelgazado los labios”, piensas
y prosigues a mirarte los ojos
como para saber si en ellos
todavía habita la niña
que teme a la oscuridad
LA CIUDAD
Este no es el paraíso ni el anteparaíso
Gladys González
En la ciudad es fácil mirar a la calle sin espantarse.
El asco se manifiesta en todas sus formas
y nadie vomita.
Hay perros flacos como fantasmas.
Cargan en el hocico el dolor de todas las generaciones
y la basura en las fachadas
es el paso del hombre por el mundo.
Los pequeños problemas de las ciudades
son los cataclismos de los pueblos,
pero hay quienes disfrutan de la simulación.
Al sur todo es un ensayo urbano.
El único humo visible sale del volcán.
Hay pocas avenidas
y predomina el olor a vaca.
Dios se ríe:
Primero serán las plagas,
después los edificios.
POSTAL
Anticiparse a la tragedia no es lo mismo que evitarla.
No importa la cantidad de cuchillos clavados en la tierra,
igual lloverá.
La angustia es un distintivo de lo humano,
también lo voraz.
¿Qué separa al hombre del roedor?
Quizá la auténtica sensibilidad,
una conmoción involuntaria
y el llanto.
COMONFORT 270
La cama guarda en su memoria la silueta de todos los cuerpos que se postraron en ella.
El contorno sutil permite apreciar las diferencias, como un espectáculo para el más perspicaz de los observadores.
La casa es un ecosistema donde humanos, insectos y roedores conviven
sin saber que comparten mucho más que un espacio.
Desde el techo se miran tres escenas:
Una mujer escribe la lista de compras,
hormigas celebran la muerte de una cucaracha
y una rata mancha las paredes con orina.