Francisco Martinovich Salas (Santiago de Chile, 1987) es poeta, editor, gestor y académico. Ha publicado los poemarios Lidia (Yogurt de pajarito, 2013), Sospecha de nada (Gramaje Ediciones, 2014) y Galería/ Galerija (Cuadernos de Casa Bermeja/Mago Editores, 2017) y y coeditado los libros Obra Poética. Juan Marín en 2015 y Refracciones: nueve miradas sobre discursos y medios en 2007, ambos por Editorial Cuarto Propio. Desde 2012 ha publicado diversas críticas y reseñas literarias en medios como el blog Poesía y Crítica y el Portal Cultura de la Fundación Pablo Neruda. Desde 2014 coorganiza el evento mensual Lecturas Mistralianas en el Museo San Francisco y desde 2018 es fotógrafo y cocreador de la cuenta de Instagram Chile_oculto (@chile_oculto) que difunde el cuidado y la protección de la biodiversidad en Chile. Actualmente es editor en Cerrojo Ediciones, coordinador del Taller de Poesía La Chascona de la Fundación Pablo Neruda y académico en la Universidad Adolfo Ibáñez.
Invocación
Homero,
si pudiera hablar contigo una vez.
Si esa gorda e imaginaria humanidad
pudiera hablar conmigo una vez.
Si ese cúmulo de hombres
que se esconden tras tu nombre
pudiera hablar conmigo una vez.
Si esa cruel pero exacta lectura
del hombre nuevo que eres
pudiera hablar conmigo una vez.
No sería necesaria esta odisea
No sería necesario conversar
pero lo es.
I. Oráculo
El oráculo enseña tanto, Homero,
nos muestra cómo explota la cabeza
del gato sólo cuando el ratón quiere
enseña a los chicos que los grandes
van a parar al hospital de vez en cuando
si les damos un martillazo.
La tele nos enseña
es nuestra biblia
es nuestro nuevo libro de la vida.
Nos enseña a idolatrar a los payasos
a pasar por el mundo como niños
a que no importa qué canal pongas
todo es amarillo.
VII. Héroe
Cada día, Homero héroe, regresas al sillón
que cual medusa en sus cabellos te hace piedra
los ruidos de la tele son los cantos de sirena
que te llaman
es el néctar ese vaso de cerveza
al que te aferras.
Nada pasa, Homero, al héroe
en esas horas de reposo yo te veo sumergido
en el placer
en ese gozo de no hacer
lo que se espera del glorioso forajido
y aunque tu cuerpo ya descanse en el sillón
en tu cabeza, velas abiertas
apuntan a un mar perdido.
XII. Néctar
Cuando crees que se ha terminado el día,
Homero,
llevas tus codos al mesón rastrero
posas tus labios en la copa, en la herida
son los vientos, te han llevado allí de nuevo.
Dime, Homero, ¿para qué existe una guía?
Navegar y navegar
pero sin pero.
Frente al vaso pensaste
acaba el día
pero al salir,
comienza de cero.
XVI. Nave
Tu carruaje lo manejas, buen Homero,
cuatro galgos con la piel como cristal
cuatro vientos cuyo norte es epicentro
del lugar, de los lugares el lugar.
Tú no me hablas y a la hora de viajar
tu silencio sube la luz de mi sereno.
Me has robado la brújula, viejo Homero,
yo no tengo un gran trineo en que viajar
tengo dos pies,
un fiat y un sendero
que la mano que no escribe va a borrar.
¡Dame un mapa o una llave, buen Homero!
¡Llévame a tu lugar!
XXIV. Final
¿Has pensado, Homero, un día en un final?
Todo tiene que acabar si es que nada es para siempre
pero el tiempo no se siente, no parece detenerse
ni da dos pasos atrás
cada día es siempre más
más tareas, más oficios
más regresos al hogar
más cuidarse del vecino
es la vida tu Alcatraz,
un Guantánamo cansino
el morir sin trabajar
si fuera tú, Homero, no daría más.
¿Has pensado, un mal día, en conversar?
¿Has pensado en lo que harás llegado el viernes?
Todo tiene, Homero, que acabar
porque nada
porque nada es para siempre.
Conversaciones con Homero (inédito)