Voy a serte ruido
cuando el último espasmo
del visceral grito se desvanezca
y no haya nada más,
para ti,
que el sueño imposible del silencio
o la aspiración sempiterna
a las palabras disecadas.
Voy a sernos despedida,
aunque en este mundo
se perpetúe la constancia del saludo
o la inclinación prolongada al abrazo
sobre el lecho de lo que se empecina
en resistir,
aunque todo aquello
para lo que nos criaron
fuera una eternidad adoquinada
o un par de manos infantiles
que te muerden la cintura.
Voy a s a serte muerte
a pesar del tiempo que nos
desgastamos en vivir,
a pesar del incontenible susurro
de los cadáveres que nos acompañan.
Voy a serte olvido,
aun cuando nada
de lo que hemos cultivado
se pierda,
aun cuando todo lo que acostumbramos
a acariciar entre los dedos
sea una tribu de estrellas
reventadas en plena flor,
aun cuando esta promesa luminar
desemboque en algún universo alterno
corriendo y aullando
sin torso ni memoria.
Hace tiempo
no sentía una libertad
tan honda en la tierra
ni amor por la herrumbre
vaya a saber usted
por qué me he vuelto así
tan huraño
tan tosco
tan poco sentimental
tan buen niño.
Quien se arropa bajo el cielo
e ignora el vacío de las palpitaciones
sagradas de la tierra.
Quien aún sostiene los ojos
de las bestias sacrificadas.
Aquel que ha nacido para musitar sombra
y desconoce su propio origen
en la luz desaparecida.
Ése que ha visto
cada uno de los ritos de la rapiña
en un parpadeo.
Aquel que es huella y desierto.
Ese que es hijo de un nombre
que la lluvia nunca pudo anunciar.
Y lo que se ha ido también es lo que vendrá
no duermen
nunca
las nevadas
no descansan las catedrales
del influjo de la piel
ni salivan sus muros
anhelando un desierto
no cierran sus hocicos las arenas gélidas
ni desamparan sus escamas los peces muertos
no tiemblan
ante el menor despilfarro de carbón
las tundras ni las gemas remotas del hielo
no se zambullen las tumbas
en otras tumbas
ni se reconfortan los muertos
con el recuerdo de los vivos
todo lo que atormenta
todo lo que baila
abre los poros:
nos mantiene despiertos.
Asaltatumbas
Yo tomé una pala
y escribí con ella
tantas veces la palabra «amor»,
que la piel que me sostenía el esqueleto
se transfiguró en grito,
en tierra verde y vacía,
en una cascada de nombres insepultos.
creo que me voy a morir cien veces
cuando alguien más muera
y voy a reventar como un gusano al sol
cuando alguien más reviente
y sus entrañas me hallen dormido
y creo que me voy a ir lejos
cuando alguien más viaje
y no sepa a dónde va
ni en dónde termina
su espuma dilatada
porque no me bastan las palabras
para deshacerme de todas estas imaginerías
ni el suelo para enterrarme
no me basta el aire para asolearme
no me basta el dolor para encontrar un laberinto
ni una almohada para derrumbarme
ni las paredes para estrellarme
contra los ventanales semiabiertos
de mis alas rotas
no me bastan los dedos
para dejar de anhelar
ni los pies para abatir
las hojas podridas de los parques
ni los ojos para hartarme
de cerrar las puertas
no me basta esta vida arada
ni las alegrías podridas
ni los roces cosechados
para dejar de acariciar
todo lo que se me ha ido.
Ars Mori
Cómo brotan, cómo nacen las palabras, cómo crecen los poemas,
parecen heridas abiertas,
vetas infinitas de penurias y malos recuerdos, cómo caen,
cómo se arrojan al abismo,
cómo flotan desvalidos, sin regueros, sin rastros de pólvora,
sin escamas que los iluminen en su llana sepultura.
Una última revelación antes de colgarse como un guante
No puedes cambiar tu naturaleza
para bien de las emociones.
El lenguaje de la prisa
nos oprime.