Poesía ecuatoriana: Jorge A. Gómez Valdez

Leemos poesía ecuatoriana. Leemos algunos textos de Jorge A. Gómez Valdez (Quito, 1984). Obtuvo el Premio de Poesía Nacional Paralelo Cero 2017.

 

 

 

 

Voy a serte ruido

cuando el último espasmo​​ 

del visceral grito se desvanezca

y no haya nada más,​​ 

para ti,

que el sueño imposible del silencio

o la aspiración sempiterna

a las palabras disecadas.

 

Voy a sernos despedida,

aunque en este mundo​​ 

se perpetúe la constancia del saludo

o la inclinación prolongada al abrazo

sobre el lecho de lo que se empecina​​ 

en resistir,​​ 

aunque todo aquello

para lo que nos criaron​​ 

fuera una eternidad adoquinada​​ 

o un par de manos infantiles​​ 

que te muerden la cintura.

 

Voy a s a serte muerte

a pesar del tiempo que nos​​ 

desgastamos en vivir,

a pesar del incontenible susurro

de los cadáveres que nos acompañan.

 

Voy a serte olvido,​​ 

aun cuando nada​​ 

de lo que hemos cultivado

se pierda,

aun cuando todo lo que acostumbramos

a acariciar entre los dedos

sea una tribu de estrellas

reventadas en plena flor,​​ 

aun cuando esta promesa luminar

desemboque en algún universo alterno​​ 

corriendo y aullando​​ 

sin torso ni memoria.

 

 

 

 

 

 

 

Hace tiempo

no sentía una libertad​​ 

tan honda en la tierra​​ 

ni amor por la herrumbre

 

vaya a saber usted​​ 

por qué me he vuelto así​​ 

tan huraño​​ 

tan tosco​​ 

tan poco sentimental

 

tan buen niño.

 

 

 

 

 

 

 

Quien se arropa bajo el cielo​​ 

e ignora el vacío de las palpitaciones

sagradas de la tierra.

 

Quien aún sostiene los ojos

de las bestias sacrificadas.

 

Aquel que ha nacido para musitar sombra

y desconoce su propio origen

en la luz desaparecida.

 

Ése que ha visto

cada uno de los ritos de la rapiña

en un parpadeo.

 

Aquel que es huella y desierto.

 

Ese que es hijo de un nombre

que la lluvia nunca pudo anunciar.

 

 

 

 

 

 

Y lo que se ha ido también es lo que vendrá

 

no duermen

nunca

las nevadas

 

no descansan las catedrales

del influjo de la piel​​ 

ni salivan sus muros​​ 

anhelando un desierto

 

no cierran sus hocicos las arenas gélidas

ni desamparan sus escamas los peces muertos

no tiemblan

ante el menor despilfarro de carbón

las tundras ni las gemas remotas del hielo

 

no se zambullen las tumbas​​ 

en otras tumbas​​ 

ni se reconfortan los muertos​​ 

con el recuerdo de los vivos

 

todo lo que atormenta​​ 

todo lo que baila​​ 

abre los poros:

 

nos mantiene despiertos.

 

 

 

 

 

 

 

Asaltatumbas

 

Yo tomé una pala​​ 

y escribí con ella​​ 

tantas veces la palabra «amor»,​​ 

que la piel que me sostenía el esqueleto​​ 

se transfiguró en grito,​​ 

en tierra verde y vacía,

en una cascada de nombres insepultos.

 

 

 

 

 

 

creo que me voy a morir cien veces

cuando alguien más muera

y voy a reventar como un gusano al sol

cuando alguien más reviente

y sus entrañas me hallen dormido

 

y creo que me voy a ir lejos​​ 

cuando alguien más viaje

y no sepa a dónde va

ni en dónde termina

su espuma dilatada

 

porque no me bastan las palabras

para deshacerme de todas estas imaginerías

ni el suelo para enterrarme

 

no me basta el aire para asolearme

no me basta el dolor para encontrar un laberinto

ni una almohada para derrumbarme​​ 

ni las paredes para estrellarme​​ 

contra los ventanales semiabiertos

de mis alas rotas

 

no me bastan los dedos​​ 

para dejar de anhelar

ni los pies para abatir

las hojas podridas de los parques​​ 

ni los ojos para hartarme​​ 

de cerrar las puertas

 

no me basta esta vida arada​​ 

ni las alegrías podridas​​ 

ni los roces cosechados​​ 

para dejar de acariciar​​ 

todo lo que se me ha ido.

 

 

 

 

 

 

Ars Mori

 

Cómo brotan, cómo nacen las palabras, cómo crecen los poemas,​​ 

parecen heridas abiertas,

vetas infinitas de penurias y malos recuerdos, cómo caen,

cómo se arrojan al abismo,

cómo flotan desvalidos, sin regueros, sin rastros de pólvora,

sin escamas que los iluminen en su llana sepultura.

 

 

 

 

 

 

 

Una última revelación antes de colgarse como un guante

 

No puedes cambiar tu naturaleza

para bien de las emociones.

 

El lenguaje de la prisa​​ 

nos oprime.

 

 

 

 

 

 

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