Poesía mexicana: Julia Melissa Rivas

Leemos poesía mexicana. Leemos algunos textos del nuevo libro de Julia Melissa Rivas (Hermosillo, 1981), Imperio (Cecut, 2023), Premio Nacional de Poesía Joven Raúl Rincón Meza 2022.

 

 

 

Julia Melissa Rivas Hernández cursó la Licenciatura en Artes Plásticas y en Literatura Hispanoamericana. Ha sido beneficiaria en diversas becas estatales. Ganadora del reconocimiento del Pitic Alonso Vidal 2010, género poesía. Segundo lugar en el Premio Nacional de Cuento de Villa Zaachila, Oaxaca (2017). Ganadora de los Juegos Florales Lagos de Moreno 2018, categoría cuento. Ganadora de VII Juegos Florales Nacionales Toluca “Horacio Zúñiga” 2019. Ganadora del II Premio Nacional de Poesía Joven Raúl Rincón Meza, 2022. Ganadora del Certamen Nacional de Poesía de los XL Juegos Florales Nacionales Universitarios, 2022. Cuenta con el libro​​ Habitaciones, Jus 2011, en​​ Imperio, CECUT 2023.

 

 

 

 

 

 

 

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Lugar

 

Esto de aquí es el sacrificio de la mente,

ser una visita en mi propia casa.

 

Eso que se oye es la palabra que le significa,

la palabra,

la inexplicable vida.

 

Aquello es el hueco donde mi corazón se ha vaciado.

Y esta es la palabra que me significa,

la palabra,

la inexplicable vida​​ que, en su amor a sí misma,

se exige el vivir.

 

 

 

 

 

 

Imperio

 

Alguien ha sitiado la ciudad.​​ 

Alguien ha sitiado el reino.

Se aproxima la hora de confirmar los manuscritos y relatos.

 

Mas los invasores desconocen que de cada carbón,

de cada ceniza gris,

es lo que reconstruye una vez más el imperio.

 

 

 

 

 

 

Empezar

 

Esto que sientes es un breve preámbulo de la acción;​​ 

esto que oyes es un sonido seco que eriza la piel.

 

Esto que ves es el llanto de los huesos que crujen,

es el llanto del cuerpo que se jacta en lo inocente.

 

Jamás se escribe de lo que se conoce.

Nunca se escribe de lo que se vive.

 

Ahora lo sabes: Otra vida es el tema.

Siempre.

 

 

 

 

 

 

Entre el recuerdo y la literatura

 

Al recorrer de las calles se une mi voz a la voz de los que hablan, mas nadie responde.

Podría llamar, enviar cartas y esperar; esperar ese largo y tedioso tiempo para que absolutamente nadie esté donde busco sin encontrar. Tampoco estás tú, hora mía, estrella mía; no están las pasiones ni la gris penumbra que antes me aguardaba. ​​ 

Esta ciudad es la ausencia donde cada esquina, cada doblar de calles, celosa, aguarda un posible encuentro con lo esperado.​​ 

Y es entonces que extraño la hora acordada, la cita exacta en el lugar de siempre; extraño aquello que me era familiar entre la Universidad de Federal do Rio de Janeiro; extraño el recorrer de bulevares, avenidas, calles más allá de las rojas tierras del norte.​​ 

No es tan ordinaria esta asamblea de extraños que de alguna manera me reconocen como una intrusa.

 

 

 

 

 

 

 

 

Un día como cualquiera en la casa Gurgel Valente antes del crepitar del aceite

 

He tenido los pensamientos más finos y luminosos en los días solitarios, al sonar de una cuchara que se agita en el crepitar del aceite, al escuchar la caída de los condimentos sobre la carne cruda, cubierta por el ras agua.​​ 

No encuentro fin alguno en la hermosa gloria de una sinfonía a la soledad, una oda en la luminosa camaradería de los seres imaginarios; y me obstino en ocultar el placer que ser pensante, silenciosa y bella​​ alguien​​ me ha otorgado.​​ 

Si al llegar cansado de algún lugar lleno de trajines y trabajos me preguntas, responderé: no hice nada el día de hoy; pasé el tiempo, cociné; fui mujer un día más, nada asombroso realmente.

 

 

 

 

 

 

 

En el denso y sólido extremo de la vigilia mientras se inicia un juego de palabras

 

Donde la distancia y el hollín corrompen, encuentro la ciudad entre el concreto, encuentro una flor discreta que en él florece. En el extremo del cansancio he recorrido lugares con los pies húmedos, con mi cabeza cubierta de una lluvia apenas ligera, y​​ he extrañado cada una de las voces de Recife, cada una de las voces de secas. Entre las gentes que no conozco, entre la anciana que adivina la suerte en tazas de café e interpreta las escupideras, las cosas sencillas fluctúan en necesidades inmensas e insostenibles.

Donde la distancia y el hollín corrompen, he necesitado una casa, un lugar, una silla en el denso y sólido extremo de la vigilia.

Mas espero y vislumbro que de nuevo una flor que yace en lo inquebrantable, es solo una flor sin raíz.​​ 

 

 

 

 

 

 

X

Y aprendes a través de la oscuridad.

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Hilda Hilst

 

La noche desciende sobre todo lugar.

 

He vivido en diferentes ciudades y en muchas regiones,​​ 

he traspasado imperios y reinos con los nombres que desconozco,

con varios y diversos espantos,

como quien enciende lámparas en la premura de una oscuridad.​​ 

La noche llega siempre,​​ 

   llega de manera precisa a diferentes horas.

 

Me encuentro en el asombro de recordar el sol que alumbra Brasil,​​ 

mientras enciendo una luz en una penumbra distinta.

La noche de hoy es algo a qué aferrarme en medio de otra noche,

la noche de las distancias en una sala vacía, ​​ 

la noche de las palabras.​​ 

 

 

 

 

 

 

XV

​​ 

Por esto hago lo que debo,

por el gusto agridulce a pereza y angustia del amor,

por el mito del sabor solemne que el habla posee. ​​ 

 

Hago del lenguaje un plato caliente y nominal.

Esto lo he afirmado en varios instantes trascendentes que en vano conmemoro.

Me consta haber probado y degustado el amor en cada forma del lenguaje,

y he dicho que he amado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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