La roca y la llama: La virtud como norma en Marco Aurelio

Basilio Martínez Villa nos ofrece una lectura de Las Meditaciones de Marco Aurelio, a propósito de la celebración del Segundo Encuentro de Estoicismo en México 2023 en el Espacio Cultural San Lázaro de la Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión. Basilio Martínez Villa es candidato a doctor en Estado de Derecho y Gobernanza por la Universidad de Salamanca y vicerrector de la Universidad Xochicalco en el campus Mexicali.

La roca y llama: La virtud como norma

Basilio A. Martínez-Villa

 

Porque lo más sabio es también lo más obvio.​​ 

Como nadie quiere verlo de frente nunca estará de sobra repetirlo.

José Emilio Pacheco.

Prosa de la Calavera.

 

Leer las meditaciones de Marco Aurelio, para quien escribe ahora, ha sido encontrar un mecanismo de representación mental que da sentido, que me permite entender algunas cosas. En particular, la sencillez con la que Marco Aurelio utiliza el símil. Y cómo acude al símil con regularidad a partir de la naturaleza, acude con frecuencia al símil para poder explicar conceptos que son más densos, que son más complicados y en​​ ese sentido, como nota metodológica, lo que voy a presentar son algunos fragmentos y algunos comentarios que permiten, clarificar este planteamiento.

Inicio con dos ideas, la primera la tomo del epígrafe citado; José Emilio Pacheco, <<La prosa de la calavera>>, es una referencia que utilizo constantemente. Probablemente algunos de los fragmentos que se citen en este texto serán conocidos para algunos, pero fueron seleccionados debido a que ilustran con precisión algún punto que se desea destacar.

La segunda idea es una referencia a la entrada <<Filosofía>> de Gustavo Bueno en su <<Enciclopedia Filosófica>>; en dónde nos dice que la filosofía no es un saber pretérito, sino que la filosofía es un saber del presente y para el presente. En ese sentido, es mi parecer que retomar a un clásico, no es por​​ añoranza de un tiempo que se ha ido, sino porque los clásicos, nos ayudan a entender con claridad su tiempo y quizá ello pueda ser una fórmula para entender mejor nuestro tiempo.

Marco Aurelio, en sus​​ meditaciones​​ refiere la figura del sabio y​​ – parafraseando a García Gual -​​ la​​ equipara con​​ la roca que resiste los embates de las olas (IV 49), es también una​​ esmeralda​​ preciosa a la que no puede​​ impedírsele​​ serlo (IV 20); refiere​​ a la virtud como una llama que brilla hasta extinguirse (XII 15)​​ y;​​ a​​ la muerte, a ésta​​ debe recibírsele con gratitud como un proceso de maduración natural, como la aceituna que cae del olivo.​​ 

Al pertenecer a la Stoa nueva, romana o imperial, la preocupación mayor de el emperador-filósofo es la ética; no así las ciencias lógica o física. Su interés versa sobre cómo comportarse y al hacerlo apegarse a la noción de virtud.​​ Su​​ reflexión es sencilla pero enriquecedora pues permite entender en un lenguaje apoyado en símiles la complejidad de la exigencia de un correcto actuar conforme a la naturaleza y por ende acorde al estoico que gobierna.​​ De ahí la virtud como norma.

Sé fuerte como las rocas que las olas del mar no dejan de golpear: se mantienen firmes mientras que a sus pies la espuma se agita y desaparece. «¡Ah! Soy desdichado –dices– porque me ha ocurrido tal percance». Te equivocas. Por el contrario, tendrías que decir: «Estoy feliz porque, a pesar de esto que me ocurrió, estoy al abrigo del dolor y no me siento herido por el presente ni ansioso por el porvenir». Lo mismo podría sucederle a cualquier otra​​ persona,​​ pero no cualquiera lo recibirá con la misma impasibilidad que tú. ¿Por qué, entonces, tiene que ser este accidente una desgracia y no un acontecimiento feliz? ¿De verdad puedes llamar desgracia algo que en nada disminuye la naturaleza del ser humano? ¿O crees tú que haya una verdadera degradación de la naturaleza humana ahí donde no hay nada que sea contrario al destino de ésta? ¡Y bien! ¡Tú conoces ese destino! Lo que acaba de suceder, ¿te impide ser justo, magnánimo, sobrio, razonable, sereno en tus juicios,​​ modesto, libre y tener, en fin, todas aquellas virtudes que permiten a la naturaleza del ser humano conseguir sus propósitos? De ahora en adelante, siempre que algún acontecimiento te cause pesadumbre recuerda esta máxima: «Esto que me acaba de ocurrir no es una desgracia, antes bien, es una felicidad auténtica​​ si​​ sé cómo enfrentarla con virtud​​ generosa. (IV, 49).

Marco Aurelio y en esto sigo a Ponce Pérez, tiene una teoría del valor. El único bien es la virtud, el único mal es el vicio y todo lo intermedio a estos es indiferente. Como estoico señala la distinción entre el bien moral, aquello que depende de nosotros y aquello que no es bueno ni malo, porque no depende de nosotros.​​ Hay, de manera mínima, dos connotaciones en las que los estoicos entendieron el término​​ “indiferente”:​​ Primera, aquella que hace referencia a lo que no pone en movimiento ni un impulso ni una repulsión o aversión; es decir un indiferente <<absoluto>>. La segunda,​​ “indiferente”: aquello que no contribuye a la felicidad o infelicidad, la vida, la muerte, la riqueza o pobreza, la salud o enfermedad.

No te inquiete el futuro; pues irás a su encuentro, de ser preciso, con la misma razón que ahora utilizas para las cosas presentes.

(VII, 8).​​ 

porque la inteligencia derriba y desplaza todo lo que obstaculiza su actividad encaminada al objetivo propuesto, y se convierte en acción lo que retenía esta acción, y en camino lo que obstaculizaba este​​ camino. (V, 20)

Por lo demás, todo lo que es bello en cierto modo, bello es por sí mismo, y termina en sí mismo sin considerar​​ el elogio como parte de sí mismo. En consecuencia, ni se empeora ni se mejora el objeto que se alaba. Afirmo esto incluso​​ tratándose de cosas que bastante comúnmente se denominan​​ bellas, como, por ejemplo, los objetos materiales y​​ los objetos fabricados. Lo que en verdad es realmente bello,​​ ¿de qué tiene necesidad? No más que la ley, la verdad, la​​ benevolencia o el pudor. ¿Cuál de estas cosas es bella por el​​ hecho de ser alabada o se destruye por ser criticada? ¿Se​​ deteriora la esmeralda porque no se la elogie? ¿Y qué decir​​ del oro,​​ del marfil, de la púrpura, de la lira, del puñal, de la​​ florecilla, del arbusto?​​ (IV, 20)

 

Y en tus acciones no sólo no cumples lo suficiente, sino que te quedas por debajo de tus posibilidades. Por consiguiente, no te amas a ti mismo, porque ciertamente en aquel caso amaras tu naturaleza y su propósito. (V, 1)

En suma, examina siempre las cosas humanas como efímeras y carentes de valor: ayer, una moquita; mañana, momia o ceniza. Por tanto, recorre este pequeñísimo lapso de tiempo obediente a la naturaleza y acaba tu vida alegremente, como la aceituna que, llegada a la sazón, caería elogiando a la tierra que la llevó a la vida y dando gracias al árbol que la produjo. (IV, 48)

Sin embargo, existe la posibilidad de que los indiferentes puedan ser preferidos​​ o​​ no preferidos, a los primeros se les considera como poseedores de algún valor, a los segundos carentes de valor, ello según Jean Baptiste Gourinat. Pero siempre será un valor​​ a no anular la acción que depende de la persona, de tal manera que no se pueda culpar a nadie.​​ 

Porque es preciso considerar como disfrute​​ todo lo que te es posible ejecutar de acuerdo con tu particular​​ naturaleza; y en todas partes te es posible. En efecto, no​​ se permite al cilindro desarrollar por todas partes su movimiento​​ particular, tampoco se le permite al agua, ni al fuego,​​ ni a los demás objetos que son rígidos por una naturaleza​​ o alma carente de razón. Porque son muchas las trabas​​ que los retienen y contienen. Sin embargo, la inteligencia y​​ la razón pueden traspasar todo obstáculo de conformidad​​ con sus dotes naturales y sus deseos. Ponte delante de los​​ ojos esta facilidad, según la cual la razón cruzará todos​​ los obstáculos, al igual que el fuego sube, la piedra baja, el cilindro​​ se desliza por una pendiente, y ya nada más indagues.​​ Porque los demás obstáculos, o bien pertenecen al cuerpo,​​ al cadáver, o, sin una opinión y concesión de la misma razón,​​ ni hieren ni hacen daño alguno, con que ciertamente el​​ que lo sufriera, se haría al punto malo. Por consiguiente, en​​ todas las demás constituciones cualquier mal que acontezca​​ a alguna de ellas, deteriora al que lo sufre.​​ En este caso, si​​ hay que decirlo, el hombre mejora y se hace más merecedor​​ de elogio, si utiliza correctamente las adversidades. En suma,​​ ten presente que lo que no perjudica a la​​ ciudad, tampoco​​ perjudica en absoluto a su ciudadano natural, al igual que​​ lo que no perjudica a la ley, tampoco perjudica a la ciudad.​​ Ahora bien, de estos llamados infortunios ninguno perjudica​​ a la ley. Consecuentemente, lo que no perjudica a la ley,​​ tampoco al ciudadano ni a la ciudad.​​ (XII, 33)

tener a la inteligencia como​​ guía hacia los deberes aparentes pertenece también a los​​ que no creen en los dioses, a los que abandonan su patria y a​​ los que obran a su placer una vez han cerrado las puertas.​​ Por tanto, si lo restante es común a los seres mencionados,​​ resta como peculiar del hombre excelente amar y abrazar lo​​ que le sobreviene y se entrelaza con él. Y el no confundir ni​​ perturbar jamás al Dios que tiene la morada dentro de su pecho​​ con una multitud de imágenes, antes bien, velar para​​ conservarse propicio, sumiso, disciplinadamente al Dios, sin​​ mencionar una palabra contraria a la verdad, sin hacer nada​​ contrario a la justicia.​​ (III, 16)

Corre siempre por el camino más corto, y el más corto es el que discurre de acuerdo con la naturaleza. En consecuencia, habla y obra en todo de la manera más sana, pues tal propósito libera de las aflicciones, de la disciplina militar, de toda preocupación administrativa y afectación. (IV, 51)

Yo, personalmente, hago lo que debo; lo demás no me atrae, porque es algo que carece de vida, o de razón, o anda extraviado y desconoce el camino (VI, 22)

Toda naturaleza está satisfecha consigo misma cuando sigue el buen camino. Y sigue el buen camino la naturaleza racional cuando en sus imaginaciones no da su asentimiento ni a lo falso ni a lo incierto y, en cambio, encauza sus instintos sólo a acciones útiles a la comunidad, cuando se dedica a desear y detestar aquellas cosas que dependen exclusivamente de nosotros, y abraza todo lo que le asigna la naturaleza común. Pues es una parte de ella, al igual que la naturaleza de la hoja es parte de la naturaleza de la planta, con la excepción de que, en este caso, la naturaleza de la hoja es parte de una naturaleza insensible, desprovista de razón y capaz de ser obstaculizada, mientras que la naturaleza del hombre es parte de una naturaleza libre de obstáculos, inteligente y justa, si es que naturalmente distribuye a todos con equidad y según el mérito, su parte de tiempo, sustancia, causa, energía, accidente. Advierte, sin​​ embargo, que no encontrarás equivalencia en todo, si pones en relación una sola cosa con otra sola, pero sí la encontrarás, si comparas globalmente la totalidad de una cosa con el conjunto de otra. (VIII, 7)

Adicionalmente a las ideas estoicas y la siempre presente influencia de Platón y Aristóteles, su doctrina está vinculada con el pensamiento de Heráclito, quien influye en su visión de las cosas del​​ mundo,​​ así como su entendimiento de la política y de la justicia.

Daza Martínez​​ observa la unidad de la naturaleza y del principio primordial, citando a Heráclito​​ «de todas las cosas el uno y el uno de todas las cosas», la idea de que todo fluye, nada​​ es​​ fijo​​ y sostiene que Marco Aurelio a partir de esta noción de​​ cambio, transformación, el continuo «hacerse» y devenir constituye la esencia de las cosas​​ se opone a​​ la filosofía de Parménides, que concibe el ser como siempre igual, estable y universal, como una duración siempre idéntica a sí misma.​​ <<La metáfora del río y de las aguas, que se repite con distintas variantes, ilustra claramente la concepción de Heráclito>>

El tiempo es un río y una corriente impetuosa de acontecimientos. Apenas se deja ver cada cosa, es arrastrada; se presenta otra, y ésta también va a ser arrastrada. (IV, 43)

También en Marco Aurelio se encuentra la expresión de que la vida es lucha:

No te arrastren los accidentes exteriores; procúrate tiempo libre para aprender algo bueno y cesa ya de girar como un trompo. (II, 7)

El arte de vivir se asemeja más a la lucha que a la danza en lo que se refiere a estar firmemente dispuesto a hacer frente a los accidentes incluso imprevistos. (VII, 61)

la idea y el sentimiento de unidad y armonía del universo, la mutua dependencia y concatenación de sus partes y elementos​​ 

Concibe sin cesar el mundo como un ser viviente único, que contiene una sola sustancia y un alma única. (IV, 40)

<<Vivir en armonía con el universo es aceptar el destino, ver en los acontecimientos una ordenación de la naturaleza universal y de la voluntad de los dioses.>>

Podemos afirmar que es el prototipo de un hombre estoico, el fundamento de su filosofía se encuentra en​​ vivir​​ acorde a​​ la naturaleza; no tiene ningún sentido buscar la realización en otra parte: en​​ el placer, en la riqueza,​​ e​​ incluso en el estudio de la lógica y de la física.​​ <<Se trata de ir más allá y descubrir los principios que regulan los instintos y las acciones; viviendo según ellos, conforme a las exigencias de la naturaleza racional, el hombre será justo, independiente, virtuoso>> (Daza Martínez) y​​ libre.​​ Ese es el Marco Aurelio que yo conozco y que les comparto.

Bibliografía.

Aurelio, M.​​ ([1977] 1999). Meditaciones. 4ta Reimpresión. Gredos.

Bueno, G. (1990) Filosofía. Entrada Enciclopedia Filosófica. Recuperado 20 Junio 2023.​​ https://www.filosofia.org/mat/mm1990a3.htm​​ 

García. G. C. ([1977] 1999). Introducción en Meditaciones. 4ta Reimpresión. Gredos.

Gourinat, J. B. (2012).​​ The Form and Structure of the Meditations.​​ A Companion to Marcus Aurelius, 96, 317.

Daza Martínez, J. (1984). Ideología y política en el emperador Marco Aurelio. Lucentum, III (1984); pp. 279-298.

Pérez Ponce, J. L. (2023). ¿Es Marco Aurelio un estoico aristoniano? Una revisión al supuesto acercamiento de Marco Aurelio a la axiología aristoniana. Nova tellus, 41(1), 119-150.

Pacheco, J. E. (1981) Prosa de la calavera. UANL.

 

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