Martha Cecilia Ortiz Quijano nació en Tumaco. Es poeta, tallerista y gestora cultural. Politóloga de profesión. Ha sido invitada a encuentros y festivales en Colombia y el exterior. Sus poemas han sido publicados en antologías y revistas de Colombia e Hispanoamérica. El libro Desde la otra orilla, de su autoría, fue publicado en el 2020. La segunda edición en el 2022 con el Taller Blanco Ediciones. Hizo la selección de la Cartografía poética de mujeres colombianas Luz al vórtice de la palabras, publicada por Editorial Escarabajo en el 2022.
He regresado a casa, papá
Papá, he recorrido otra vez nuestra casa
hecha de palafitos, tablas de madera y zinc,
la de ocho habitaciones
y pasillo largo,
tus manos la edificaron
sin descanso.
De nuevo mis hermanos
en la mesa con tenedores y cuchillos,
algarabía.
Mamá en la cocina,
la comida justo a la seis
las risas de tus hijos aún resuenan con el litoral
y el humo que viene desde la carbonera
dejan en las paredes su marca,
desde la azotea
veo a los pescadores regresar de su jornada
antes que la bajamar se aleje con la tarde,
he descubierto tus raíces de manglar,
esas, que también son mías.
Ya no soy esa chiquilla inquieta
que revoloteaba con la ligereza de lo etéreo,
la del arcoíris en sus ojos lluvia
la muchacha de cabellos de alambres
que no llegaste a conocer
te busca a hurtadillas.
En tu lecho de enfermo
en la prisión de tu cama
con tus ojos del tamaño del mundo
me miras, sin musitar palabra
―silencios compartidos―.
La ausencia toda
en un instante de eternidad.
¡Ay, cómo quisiera que la muerte no te hubiera
arropado con su manto!
He regresado Papá, en mis sueños a tu casa,
que los embates del tiempo
derribó.
Sentencia de muerte
A Jorge A. Ortiz
Yo perdí un hermano y no fue en la guerra
un bicho se le metió en el cuerpo un día,
consumió su carne y debilitó sus huesos.
Su ángel de la guarda lo abandonó desde la cuna,
su compañera de juegos siempre fue la muerte,
la sentencia a ser niño, su única certeza.
Nunca el amor tocaría su puerta,
nunca otro niño le diría; papá.
Yo perdí un hermano y no fue en la guerra,
mi padre le heredó su nombre, su pena,
el país que nos vio nacer se venía abajo
y los muertos se contaban de a mil,
no fue una bala que traspasó su pecho,
ni una mina alcanzó sus pasos.
De la boca de mi hermano se escapó un pájaro
se fue volando por la ventana en una noche de mayo,
un árbol cuida su sueño, mi hermano duerme bajo tierra.
Telúrica
Dedicado a una niña de la comunidad Embera Chamí
Tiembla y no es la tierra,
es mi territorio en erupción de rabia contenida.
La sangre se desliza por mis piernas,
en este útero, depósito de hojas secas.
Tiemblan los pájaros,
atrapados en la bóveda de mi cuerpo.
Mis manos con el cuchillo imaginario,
sueño que abro la carne del ejecutor
lo vislumbro, deshojando la ingenuidad
de aquellos primeros años.
¡Justicia por mano propia! -Clamo-
No sé cómo calmar la fiebre en mi cabeza:
¿En dónde estuvo Dios que no vino a salvarnos?
No sé dónde guardar este grito
la herrumbre que todo pudre
ese sinsabor que oxida y reaparece,
ese vértigo que me ha desolado por años.
El temblor hondo de los silencios
me convoca a alzar la voz esta noche,
a cerrar el círculo imperfecto.
En esta hora precisa
en la que me levanto
de estas ruinas
que siempre deja el derrumbe.