Un poema de Ramón Cote

El poeta colombiano Ramón Cote ha publicado, en el Fondo de Cultura Económica, su poesía reunida con el título de Temporal. Para William Ospina, "o que más abunda en la poesía de Ramón Cote es la disolución y la trasmutación de lo que fue. Su lenguaje es obstinado y desafiante. En las cosas siempre está viendo lo que no vemos, oyendo lo que no oímos, sintiendo lo que no sentimos, porque el lenguaje de la poesía no es el del periodismo ni el de la ciencia: no quiere atestiguar el mundo sino sentir sus resonancias, está cargado de memoria y presentimiento, ve en todo no lo que es sino lo que fue, lo que pudo ser y tal vez lo que será".

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuándo decidí que ésta fuera mi ciudad

 

A Luis García Montero

     

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Nada nos quedará si perdemos nuestras ruinas

Zbigniew Herbert 

 

 

Cuándo decidí que ésta fuera mi ciudad

ahora que cae una tormenta en la última semana

de septiembre, y que la niebla avanza

como un ejército sonámbulo desde los cerros

borrándolo todo, con la intención de someterla

al olvido, a la desaparición total,

al amargo exterminio de la memoria.

 

Uno se va enamorando con resignación de sus montes

y de su milagrosa luz metálica de un martes a mediodía,

y poco a poco se comprende que su desorden y sus basuras,

sus escombros en las calles y sus diarias demoliciones

se van pareciendo al propio corazón.

 

Cuánto nos parecemos a las ciudades que amamos

y cuánto nos vamos pareciendo a las ciudades que perdimos,

pero también cuánto nos consuela descubrir en ciertos momentos

que​​ el mundo con todas sus ciudades

está siempre en el sitio donde estamos nosotros.

 

Observo desde la ventana del autobús las avenidas

inundadas este domingo ausente

y funeral, y con los zapatos y las medias empapadas

pienso en Luis a quien acabo de despedir en el hotel​​ 

Tequendama y que en pocas horas partirá a su país,​​ 

ya en el inicio de un otoño idéntico,​​ 

a la ciudad que también fuera mía

donde a finales de septiembre aún se puede escuchar,

como un dulce augurio que anticipa el naufragio,

el canto de las cigarras escapadas del verano

que se esconden entre los árboles del parque de Olavide.

 

Pero aquí estoy, sin sol a la vista,

en medio de lo que a la fuerza y por amor​​ 

y por costumbre elegí como mío,​​ 

sin más remedio que esperar

a que quizás en una calle cualquiera​​ 

aparezcan súbitamente todas las derrotas por venir,

y surjan a la vuelta de la esquina

todos los milagros aplazados.

 

 

Temporal

 

 

 

 

 

 

 

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