Como las hormigas
Tiempo ha que esperamos los vaticinios, pero el Diloggun no vierte palabra alguna
sobre el alba
son los días en que salimos al patio y abrimos las manos hacia los astros
nuestras manos en las que solo reposa el viento.
Toda la ciencia de nuestros ancestros aguarda en la memoria
alguna sospecha les asiste.
Y ahí vamos trenzando lo días empozados en nuestros pasos
en los pasos de una danza que no se deja explicar, pero insistimos
en las palabras cuando solo el sentimiento nos puede amparar.
Como las hormigas vamos sacando de la memoria una gracia, una redención
desde alguna entraña
y en el viento un ruido antiguo
una huella sobre diminutas ramas quebradas acercándose a nuestros días.
UNA VIDA RESPETABLE
Del otro lado de la bahía, le espera una esposa amantísima, los hijos preguntan por sus golosinas, los hombres del barrio de vez en vez le requieren por sus piezas diseñadas para suplir alguna carencia y pobreza. Partidas de dominó llenan sus noches, y alguna historia le dice a las hijas antes de dormir, como en las películas, así lo ha visto un padre sobre el que descansa el hogar. Nadie sospecha el acontecer de sus tardes, se pierde entre la gente, busca unos brazos fuertes, en los que se ahoga un deseo semejante, a veces es infructuosa la cacería, ya no tiene veinte años, el vigor comienza a abandonarlo, entonces llama a la puerta que antes cerró porque él quería más, un hogar, unas paredes que le devolviesen las sonrisas de los pequeños, una mujer, una vida respetable.
A VECES
I
A veces he querido saciar la sed en las cajas de agua que el poeta vislumbraba al borde del abismo, a veces alguna extranjera me conversa un país lleno de dolor, los frondosos árboles del prado continuamente le dan otra textura a la tarde, algo así como un lienzo una premonición en Flandes; pero ésas son cenizas hueras, que el lector recogerá lejos de la calle monte, lejos del desencuentro y el hallazgo, palabras que después de los leones que fl anquean el paseo, no devuelven la mar insomne que tanta muerte tanta vida confiesa.
II
Se abren las calles como un dolor predestinado, se inclina el hombre una y otra vez, en medio de los desmanes busca un poco de brisa, nada alivia, ni el amor sediento, los astros de la noche no pueden trazar la ruta, se comba como un velero aventado por la amargura, y crecen sus sueños y camina y camina más, y vuelve sobre la sabana el octosílabo furioso, la existencia que la multitud desconoce.
LOS NEGROS GALANTES
El tumulto solitario, lo que ves son los negros galantes
esa puñalada arde y no sabemos dónde.
La vida más breve que ellos es una garra que los atraviesa:
negros del puerto, lumbres en la noche,
negros en la esquina miran y lo saben todo.
El gesto infinito de sus músculos enhebra, acecha
el deseo de cada quien,
velan los sueños de su amante, desesperados
como si no encontraran la madre o lago remoto
esa es el arma, la impudicia.
En el mercado, en la fe, en la autopista bajo el sol:
negros, el jornal les ocupa, dan la espalda
queda un espacio escurridizo.
Árbol perenne, negros
juntos caen de sus ramas, sombras y pensamiento,
acaso no puedes o no quieres entenderlos
cuida que no te falte ese fuego
aunque solo sea la encrucijada no hay más remedio.
UN LUGAR
Gloria Cabrera, mami cuba.
Un ademán amenazante, un silencio entre voces, carcajadas sobre carcajadas, y el presentimiento de una fiesta, una cena conseguida con denuedo, servilletas y licor para la sobremesa, un sendero hecho por niños y sacos de carbón que avanzaban en hilera sobre la espalda, unas vidas que comienzan y acaban en el pregón. Por sobre todos los títulos una dignidad a veces corroe y otras retarda. Un patio lleno de maleza, un patio como si una selva lejana hubiese dejado el secreto de todas sus semillas en la tierra nuestra. Un paso sereno y próximo a la hora de la orquesta, una confianza al paso de los días, un escalofrío y el corazón como caña salida del trapiche.
Vidas, cenizas aventadas según voluntad, o unos huesos para la memoria cuando solo queda la sabiduría de una palabra. Donde aún se escucha el eco de nuestros tropiezos, ahora respiran los días cercados por extraños. Una playa siempre esperando por nuestro encuentro, un estruendo, un mar que arrasa, un lugar para recordar la felicidad.
Una tisana un ensalmo la voz de un eggun abriéndose paso entre los aciertos una consagración una fe para el camino. Un país inexorable como la empalizada que la creciente arrastra cauce abajo, un orégano, unos claveles, un girasol, una mariposa una flor sin secretos solo su fragancia, y un río sin orillas que desemboca en la sangre. Un jagüey para que los muertos tengan abrigo, una conversación infinita, una onza de café para compartir. Y también en la época de la intemperie. Madre, tú siempre como una lengüeta de fuego. Madre de mis anhelos, para ti mi palabra más alta, mi voz sin temores, y la noche sagrada donde pugnan todos los nacimientos.
Esta muestra es una colaboración bajo la curaduría de Karel Leyva Ferrer