Ibán de León (Pinotepa Nacional, Oaxaca, 1980) es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas (FLM, 2009-2011). Es autor de los libros de poesía Oscuridad del agua (ISC, 2012), Estaciones nocturnas (FETA, 2016), Calles del cuerpo anochecido (Acá las Letras Ediciones-Coneculta Chiapas, 2019), Pan de la noche (UAZ, 2019) y Gorriones (Ediciones La Rana, 2022). Ha obtenido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2021, Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2018 y Premio Nacional de Poesía Amado Nervo 2014. Actualmente forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA).
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Un solar es la noche
(editorial Mamborock en coedición con Garabatos
Un pan sobre la estufa se desprende.
Un pan que apenas reconozco,
hecho en las manos de mamá después de muerta,
hecho tal vez de levaduras que pasaron por la casa,
en aquel patio donde el remo de los grillos
es harina que mercamos en la feria
y nadie puso en su lugar.
Un pan para mis hambres futuras
como el hoy que me acompaña
y agita sus gorriones.
Cuando busco en la calle, los postigos
se abren a preguntas que olvidé
sobre la cama de la infancia,
las sábanas tendidas con su turba de algodón,
oraciones como ramos de monedas para comprar lo eterno
desde un cielo amarillento, fotografía
de los que juegan a las piedras.
Un pan inventa otra ceniza
mientras sonríe en la penumbra:
se parece tanto a mamá que ya se ha muerto, que barre
las sienes de las rosas a un lado del camino, donde el agua
duerme su pie con la mañana y sus gallinas,
cacareos de lo mucho que nos lamenta el sol.
Un pan que no soy yo, pero se cuece
con mis hambres.
Oscuridad llamamos a esta lluvia,
su dulce padecer sobre la ropa
de jaulas y azoteas.
Cruza el lodo, los patios,
nos trae alguna yerba cuyo nombre
olvidamos de a poco mientras crece
al paso de las bardas.
(El frío es un insecto
persiguiendo la flama de la estufa,
un perro que cantaba a sus costillas
y al barro de sus músculos).
Lluvia diré a la oscuridad que nos entrega
el aire de septiembre, su nublado
botón entre las uñas.
Vamos a bautizar esta ramita
que pronto va a secarse, es temporal
la savia de su nombre que olvidamos
mientras crece la lluvia.
Granos de sal
de una sopa común
que alimentó la infancia. Fuéramos.
El sabor del milagro en las mañanas.
Voz de mamá que nos repite
levadura del sueño.
Rocío antes del sol. Rumia. El tomate en lo rojo,
un consomé de pollo amarillando.
La cucharada en su. Fuéramos. El domingo ascendido
por la lengua. Amanecía. Somos granos de sal
de una sopa común que retrocede
a esta casa sin puerta.
A este sitio cerrado donde nadie.
Y hay un plato quemándose en nosotros.
Y un puñado de sol ennegreciendo.
Una voz de mamá nos llama a veces
cuando aún es la noche.