Giordana García Sojo (Mérida, Venezuela) es poeta, editora y promotora cultural. Licenciada en Literatura Hispanoamericana y Venezolana por la Universidad de Los Andes (ULA), mención suma cum laude. Diplomada en Gestión y Promoción de Derechos Culturales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Dirigió la Editorial El perro y la Rana del Ministerio de la Cultura de Venezuela. Organizadora del 1er y 2do Encuentro Internacional de Escritoras, Caracas 2020 y 2022. Creadora del espacio transmedia de promoción de poesía venezolana Poesía en Casa. Actualmente se dedica al diseño, desarrollo y acompañamiento de proyectos editoriales a través de Nila Ediciones. Ha representado a Venezuela en las Ferias del Libro de Buenos Aires y de La Habana, en el Festival de Poesía de La Habana y en el Festival Jauría de Palabras en Bolivia. Ha publicado artículos, ensayos y poemas en antologías y revistas de Latinoamérica y EE. UU. Coautora y compiladora de Venezuela, vórtice de la guerra del silgo XXI (La Fogata/El Colectivo, 2020) y Poesía contra el bloqueo (Argo Libri, 2021). Su más reciente libro es el poemario Bajo el rezo animal (Ediciones Solar, 2022).
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Del libro Bajo el rezo animal (Ediciones Solar, 2022)
Inmersión
Me dirán que el horno no es explanada de contienda
donde lenguas opuestas se recriminan
mientras se derrite el pastel
al descuido levado
sobre
plántulas de verdor genuino
floreciendo cual guirnaldas
tatuadas en mi entrecejo.
Así va este oficio:
maternar a mil metros bajo el nivel de la semana
sin reservas suficientes de oxígeno
ni indumentaria adecuada
para enfrentar parajes equinocciales
donde la guerra ha sido temporal
fragor sin más culpa que la muerte
levantada en hermosos cementerios
diseñados con polinomios astrales,
yo entonces
baladí
investigando el punto de la masa
donde no se hunde ni se desborda
imperfecto cotidiano
sin más motivo
o con todos.
Contra la prudencia
Procuro limpiar los anteojos con parsimonia
me sostengo al día desde sus patas
froto precisa del centro al borde
‒mis flotadores bermellón
sobre la alberca mohosa‒
sin melancolía ni soundtrack.
Prudencia sí,
como ver una danza de Pina Bausch en un televisor
de 18 pulgadas elevado en diagonal
tomando vodka sobre el piso frío
repasar cada línea paralela de la rodilla de la bailarina
a la mancha de la baldosa
estarse así
planificando la semana y la década.
No
esa no era yo
jamás use lentes bermellón
sí
gestos
calculadamente nerviosos
en el arco de la ceja
acanalando el surco hacia los ojos
‒mis pobres cáscaras de semilla
platos listos para el desayuno del ave‒.
Me queda un ejercicio de filosofía doméstica:
salvar la plasticidad de la memoria
ráfaga de dios a la hora del abismo
sobre una mesa amantelada.
Clave
Perdí mi nombre
sobre una pila de hojas por escribir
forrando la casa de adentro hacia afuera.
Las niñas pintaron sus propios signos
en tres niveles biológicos:
hongos, vertebrados y sueños,
mientras yo dejaba atrás a mi madre:
la envolví entre sábanas recién lavadas
con flores humedecidas en alcohol,
arrojé su cuerpo alguna cisura debió atajarlo.
Cuando volví solamente encontré
un cuarto de espejos
un erizo dibujado con tiza
y brotes de enredaderas en cada esquina.
Cerré los ojos
sin dejar de escribir.
Partida
La niña ahuyenta audacias de muerte
en los ojos absortos de su madre
sumerge la bestia en pocillo pequeño
Leve golpea su ombligo
la hunde
con naturalidad convoca el universo
de las grietas soplan telarañas
delicados veleros con voces de sirena
todo lo vivo bulle en su juego
la pesada lámpara vuelca bandada
revuelo de pluma
caída de luz
para ver
ahora sí ver
el hilo de cáscaras sobre hormigas
hacia la absurda camada de vida.
Vena
En el centro de mi mano
crece invertido el filo de un lápiz
terminal de memoria nervada
la cinta azul plata que culmina en mi padre.
Sus pómulos puntean la corona del glaciar
trazo recorrido por talones secos
envueltos en suaves manos de niña.
El día en que leí aquel discurso
lloró
incliné mi sien sobre su espalda
descifré hileras de lunares
escuché un manto tectónico de golpes
ramas lenguadas de confesión y consuelo.
Los mismos dedos que cerraron sus ojos
amontonan grumos de azúcar
derriten el silencio en la leche de mi hija
que observa curiosa
el ojo de grafito
sobre el trastorno de mi piel.
Al mar la ceniza
Vigilia vuelve arroja hilos de baba
sobre viejas coyunturas
Yo, cuerpo sustrato
larva de hombros sin calma nube de caída al pie
La cabeza es otra cosa
dulzor de hundimiento consuelo de la fiebre
fantasmas de Nueva Cádiz
sobre la arena escupida por la mesnada perdida
Todas sus maldiciones todos los bajeles
encallados en mi pubis
Para no ser madre ni océano
nunca más salvo ahora
en esta pequeña isla consciente del fin.
Inéditos
Compostela 155
A Giselle, Inti y Rubén Darío
Una ciudad está cosida a su nombre.
La Habana es un caso singular
cada hebra es confección admirable
de manos de pueblos solares
hincados solamente ante el mar.
La Habana pespuntea su nombre
en cada paso sin presura
de tanto viajero insomne.
Siempre es de día en La Habana
aunque oscurezca y haya penumbra
nunca hay sueño
solo transfiguración
cuerpos tomados por la brisa
que trae a la isla formas
de eleguases y mambises.
Una noche me perdí en la vieja Habana
no encontraba a mis amigos
ellos buscaban una música en Vedado
mi corazón animalado
me hizo gata entre viejas casas
mecida en los brazos de Lezama
aspirando el humo de sus visiones
al bajar me atropelló un ciclista
llevaba turistas en un sillón de caña
corrí hasta un parque de ceibas
frente a una iglesia hermosa y obsoleta
adentro alguien tocaba un violín
volví a mi forma y canté
una tonada que provino de otra boca
la de la calle que se abría en mí
—Pase usted doña Carilda
—Saludos querida Fina.
La Habana se me hizo adentro
barroca muchedumbre de genios
¿Cuánta belleza cabe en un cuerpo?
Amigos míos
vengan a buscarme
no puedo sola
peregrinemos juntos con desahogo
hinquémonos ante el mar
pronunciemos la palabra sagrada
y cuidemos la alegría
de este amanecer que siempre vuelve
a renovar la humanidad.
Habana la Habana
Habana niña…
¿Qué sería de mí si no existieras?
Un mes de mayo incandescente
en nuestras bocas recorridas por poetas
y fantasmas
esperando regresar antes de irnos
para unirnos con nosotros mismos
porque en ti seguimos
se nos cosió un costado de espíritu
a tu nombre de isla golpeada
que todos los pueblos pronuncian
cuando se miran las manos
cuando duermen al fin
y sueñan
con carabelas hundidas
con fiesta de familia grande
al sur.
Cartas del volcán
A Julieta y Eloísa
Las cartas que no llegaron a destino
las cartas que no pudieron ser respondidas
las cartas truncas, terribles y tiernas.
En todas, la succión de la entraña de Atacama
la galaxia más antigua en forma de espiral:
Luis Emilio, Juan Bautista y Nalvia Rosa estarán bien, dímelo.
La helada se nos coló en los pulmones
ahora andamos con grietas en la espalda
debemos mirarnos los pies y olvidar
así se sacan mejor las cuentas y se paga la vida a crédito.
Ya no duele tal vez
porque este cuerpo no es más humano
quedó ahí con sus grumos de basalto frío
otra piel hubo de hacerse para esconder bajo las uñas
algún microclima cálido donde las niñas estarán bien
recordarán la noche centinela, pero será de día
sabrán los nombres de cada asesino
regarán el jardín mientras deletrean.
Las rocas volverán al calor
el espiral de arriba reflejará abajo
todas las palabras encerradas en una pila de cartas
que las niñas sabrán responder con sus bailes.
El calor de la tierra será propicio
nos juntará de nuevo para estallar las veces que sea necesario
en nombre de la paz que conjura la soberbia de las bestias.
Espiral chileno
así será esta otra carta
continua y arraigada a todas las memorias tectónicas
bajo el paso de las niñas que salvarán el porvenir.
Soga en tres nudos
I
Una soga atraviesa mi pelvis
al cráneo su pulso
racimo de hueso
sangre en grumo.
No son horas
de perder el eje
me sé astillada.
Estos ojos arteriados
no beben agua del río Grande.
¿Cuál alcohol cura
el crimen impostado
los vidrios rotos
el cartílago hundido?
Vamos a lo bajo
reventemos.
II
Encandila neón
huella de alquitrán
azúcar forever.
“Nuestro país agradece la inversión”
aquella probidad Ivy League
Palos Grandes concert...
Me cago en el diente roto
pequeño hijito
huido del hueco de sí
lindo bien ido hijito.
Pero un balón es un balcón
recuerda
un balcón alto
para atar tu diente
de hijito ido
de sin raíz.
A eso
ni mira
el tubérculo negro
grandioso
de cientos de puntas
bofetada sonriente
cariada nocturna
de Catia a Naiguatá.
La salada palma
mecatea
hacia abajo
hacia el gozo de mar
en este país
donde apenas comienza
la redención final
nuestro rocío.
III
Censo consenso tenso
traición con sin balcón
ensenada maledicencia
praxis latencia
pedacito de tierra
jiribilla de arrurrúes
aunque hijas dolores flores
sí
me bebo todos estos ríos
muerdo la cuerda en su onda
cuenca
Ramón
Palomares
Ramón
piedra piedrecita
lanzada al
plexo
-popular
en las fauces
del gavilán
canturreando
roja madrugada la roja
aquí
en tensión
sin acomodo
silvando
resistimos.
Poema del odio a los millonarios
Hay que odiar a los millonarios
aunque Jesucristo sea el poster con labial púrpura
pegado con asco al moho
polvillo al ras de la deuda
mi autopista de encava demencial
América Latina carmesí
fluorescente
una noche de psilocibina fermentada
vena que brota en la pupila
dilata la playa de los peces muertos
petróleo y ancestros sin nombre
toda la alcancía de la abuela Pureza
pegada a sus costillas sin suspiro.
Tal vez
una habitación con lluvia adentro
caída subcontinental
festiva
sobre dos o cuatro lucecitas
todo chico
sin wifi
lento
Caribe resentido
COMO DEBE SER
gozando nuestra saliva ácida
hondura de siglos
tierra con dueño
brotando asesina
de pantocrátor y bancos.
No conocemos finales
solo esta ponzoña macerada
de los basurales que acordonan
las ajenas casas que habitan
para que nuestros vástagos odien
Sí
a los millonarios
porque de ellos es el reino
la deglución del corazón
un molusco flameado en vino
reality caníbal
mientras nos hundimos de a poco
con nuestras hijas esperando
la próxima luna llena.