Poesía cubana: Lizette Espinosa

 

 

 

 

 

 

 

 

Lizette Espinosa (La Habana, 1969) ha publicado los volúmenes de poesía​​ Donde se quiebra la luz​​ (2015),​​ Por la ruta del agua​​ (2017),​​ Lumbre​​ (2018),​​ Humo​​ (2019),​​ Ábaco​​ (2020), en coautoría,​​ Pas de Deux​​ (2012, International Latino Book Awards 2014, en la categoría de poesía escrita por varios autores), y​​ Rituales​​ (2016). Textos suyos aparecen en las antologías: Poesía en Paralelo 0 (2016),​​ The multilingual Anthology,​​ The Americas Poetry Festival of New York (2017),​​ Crear en femenino​​ (2017),​​ Aquí (Ellas) en Miami​​ (2018),​​ Nubes. Poesía hispanoamericana​​ (2019),​​ Escritorxs salvajes:37,​​ Hispanic Writers in the United States (2019),​​ La primera línea. Poesía Iberoamericana​​ (2020),​​ Asintomática​​ (2021), entre otros. Ha colaborado además como editora en diferentes blogs y revistas literarias. Desde el año 2003 reside en Miami donde se dedica profesionalmente al diseño de Ingeniería y Agrimensura. Los siguientes poemas son de su libro “Como quien nada teme” (Summa, 2023), título publicado en la colección de Poesía Iberoamericana del décimo FIP Primavera Poética (Perú). ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

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Un terrible enmudecimiento

 

Dichoso quien se atreve a nombrar

y no teme embarrarse la boca de otras bocas,

herir la claridad que calla,

profanar la oscuridad que busca.

 

Náufrago del silencio,

extraviado en su hondura,

sin más arma que el mutismo de sus antepasados.​​ 

 

Dichosa la palabra que engendra otra palabra,

la que aún mutilada salta desde la sombra más antigua

y describe el terror de los enmudecidos. ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

Herencia

 

Sembramos poco en la niñez

acaso recogimos residuos ancestrales,

esa extrañeza al otro y su necesidad.

 

Hijos que perpetuaron el temor de los padres

atados al robusto alambrado de una casta

para no traicionar

aquella antigua fidelidad a la tristeza.

 

¿Qué vino es este que bebemos a solas

y llena nuestra boca de un llanto silencioso?

Destilar gota a gota su amargura,

hallar el frágil huesecillo de la estirpe

y no saber quebrarlo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Ofrenda

 

Busco un lugar donde guardarte,

una boca de barro, un vientre luminoso,

lejos del mármol y su serenidad,

del silencio que rompió tu armadura.

Una tierra donde plantar tu tierra

y verte regresar en nuevas floraciones.

 

He renunciado al mar,

le temías a la profundidad y al golpe de las olas,

a no encontrar un fondo donde apoyar los pies.

Le temías al aire,

a quedar suspendido en lo intangible.

 

Entro al paraje con la promesa de otra vida,

a esa hora en la que el sol convalece

y la respiración

es tan baja que apenas remueve mi conciencia.

 

Traigo tus restos ocultos como un arma.

 

 

 

 

 

 

 

A los pies de la Sequoia

 

 

En su tez enrojecida, el resuelto empinarse

hay una voluntad que me estremece,

más allá de su pequeña corona

imagino otro sol iluminando

y pienso en la raíz, en su acertijo,

la no urgencia de escapar, desenredarse.

 

Como quien nada teme,

sostenida a su fuerza, varada en la memoria,

al peso de sus pies sobre la tierra. ​​ 

 

 

 

 

 

 

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