Poesía mexicana: Miguel Á. M. Hernández

Leemos tres poemas inéditos de Miguel Á. M. Hernández (Puebla, 1996). Actualmente es Beneficiario del programa Jóvenes Creadores del SACPC 2023-2024 (antes FONCA) en la especialidad Poesía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Miguel​​ Á. M. Hernández (Puebla, 1996)​​ es fotógrafo, docente y escritor. Originario de Puebla, Puebla. Radica en Cuernavaca, Morelos, desde los 6 años. Egresado del diplomado en Creación Literaria de la Escuela de Escritores Ricardo Garibay (EERG) 2015-2017. Egresado de la Licenciatura en Escritura Creativa en el Centro Morelense de las Artes (CMA), 2018-2021. Actualmente es Beneficiario del programa Jóvenes Creadores del SACPC 2023-2024 (antes FONCA) en la especialidad Poesía.​​ Segundo lugar en el Concurso Nacional de Cuento Corto "Las lunas de Octubre 2018", de Cuautla, Morelos, por su cuento "Fue en una primavera".​​ Segundo lugar en la categoría Poesía, del Undécimo Concurso "Caminos de la Libertad para Jóvenes" de Grupo Salinas 2020, por su poema “Aquí pongo el candado”.​​ Primer lugar en categoría Poesía “José Emilio Pacheco” del Premio al Estudiante Universitario (PNEU) 2021 de la Universidad Veracruzana, por su conjunto poético titulado “Lo que quedó bajo el concreto”.​​ 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Ayer sembré un árbol

 

sobre mi abuelo.

La sombra de este árbol crece

al ritmo que respiran sus pulmones

cubiertos por la tierra que lo forma.

 

¿Habrá hecho amigos por debajo?

—Pregunto al niño que pregunta sin mi rostro—

¿Sus raíces​​ 

alcanzan

las raíces de los otros?

Al menos del vecino. Tiene tantos. Tantos.  ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

—Le digo al niño sin respuesta—

 

¿Se comunican entre ellos?

¿Se envían con lombrices

invitaciones a comer?

 

—Ve por agua, ve al tanque, por favor—

Dice mi madre turbia, remolina

cascadeante.

 

Abro la tierra entonces,

decidido a darle vida.

Siembro ese cuerpo inmóvil junto al suyo

como el niño que fuimos

lamiendo raspados de grosella.

Pienso en los eucaliptos

de aquel entonces cuando andabas

trazando líneas de un traje que pidieron

los ángeles del humo;

pero vuelvo aquí, donde ficus y palmeras

tu cuerpo y un calor

que sólo enfriaba.

 

Hay sitios, aquí, —seguro que los viste—,

donde habitan los árboles de frío:

“aquí todo se adapta

o muere en el intento”

tú morías al poco tiempo

de escuchar esa frase tan común

“tiene usted hepatitis C”

fue una transfusión en el ochenta

por una operación menor.

 

 

 

 

 

 

 

 

Aquí la sombra crece

 

Pero también los rayos

nos crecen

hacia adentro

como raíces

que buscan el contacto de otras grietas.

 

Y a veces charcos

inevitables

nos crecen en las costras.

 

Y un día un lago

debajo de nosotros

regresa nuestra imagen sin la piedra.

Y nada más estamos

frente al espejo que nos habla

de habitar el silencio

para entender la lengua de las sombras

que oscilan frente al fuego.

 

Y aquel mar que no dejamos

en la orilla de aquel niño

regresa en algún viento.

 

Y estas nubes que irrumpen

como un alto suspiro

descienden en las palmas y en la punta

de la lengua.

La pluma

que salía del límite del blanco

traza los cielos

que calcamos con los párpados

cerrados como tumbas de nosotros.

 

Aquí también abundan

los cielos que perdimos

en el grito sin tráquea de los vasos.

 

Aquí es donde se junta​​ 

el agua que quedó

enverdeciendo.

 

Aquí

la muerte crece

como la mala yerba,

bajo la cálida sombra​​ 

y el olvido.

 

 

 

 

 

 

 

Un árbol

 

Hay un árbol sembrado en la memoria,

un árbol de raíces que se trenzan: un recuerdo, a lo largo​​ 

que sobre sí regresa hecho nudo,

serpiente,

ciclo,

luego corre perdido,

sin saberse recuerdo,​​ 

niño,

o eucalipto.

Hay un árbol, y un parque, y una banca

y una astilla encarnada que se chupa;

y una costra imposible de dejar,

y unos pies que no cesan de crecer.

 

En el árbol

habita un árbol que recuerda

que hay un árbol sembrado

junto a un árbol, un parque

y un lago.

 

 

 

 

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