Poesía peruana: Alessandra Tenorio

Leemos poesía peruana. Leemos algunos textos de Alessandra Tenorio (Lima, 1982). Actualmente, dicta talleres de poesía en el Fondo de Cultura Económica y dirige el proyecto Ellas toman la palabra, laboratorio de poesía y grupo cultural que promueve la lectura de poesía escrita por mujeres.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alessandra Tenorio Carranza (Lima, 1982)​​ es poeta y gestora cultural. Ha publicado los poemarios​​ Porta/Retrato,​​ Casa de zurdos,​​ Versos inquietos​​ y​​ Díptico. Su libro inédito​​ Dolencia​​ fue traducido al italiano por Gabriella De Fina y ganó el segundo premio del concurso de traducción poética “Luca Canali” (Revista​​ Atelier​​ - Italia). Poemas suyos también han sido traducidos al inglés y catalán.​​ 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

El boceto de mi amor

 

El amor no existe

se reinventa

Arthur Rimbaud

 

[...] ​​ √-1 ​​ eres un amor irracional

Luis Hernández

 

 

Mi amor tenía cola,

dos orejas,

un cuello giratorio,

un corazón hecho de agujas de reloj.

Caminaba bailando,

antes de caer, daba un salto.

Se peinaba de verde en la mañana,

los brazos le colgaban en la tarde,

y se acostaba en una marcha atrás.

Mi amor  ​​ ​​​​ había aprendido a llorar

(y ya no se cubría las ojeras).

Pateaba las piedras,

aturdía a besos,

se abrazaba a sí mismo​​ 

con pasión.

El boceto de mi amor

se echaba aguarrás cada quince días.

Tenía la marca de la espera en el bolsillo.

Corría entre los carros,

a veces perdía las orejas,

(le quedaba el ladrido rascando la puerta).

Se cortaba las orillas con una tijera,

odiaba el segundo pronombre singular,

hablaba sin S.

Era como una bombilla de 50​​ 

(brillando en decadencia).

Mi amor tenía hoyos y​​ 

se volvió arquitecto de los puentes.

Usaba la alquimia para inventar matices

y la magia para crear excusas.

Se sentía en un parque

aunque bordeara el cráter de un volcán.

 

El boceto de mi amor​​ 

estaba cansado​​ 

de tanta perspectiva,

de tanta linealidad.

Quería transgredir el marco.

Correr​​ 

Dormir

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​   ​​ Amar

 

 

 

De​​ Porta/retrato​​ (Campo de​​ Gules, 2005)

 

 

 

 

 

 

 

Retrato (Familia)

 

Para mi familia toda

 

cuando mi abuela tenía 5 años

yo era  ​​ ​​​​ rosada  ​​ ​​​​ enorme  ​​ ​​​​ nebulosa

mi padre tenía sombrero con espuelas

la casa era grande

los hijos rubios

y mi abuelo monosílabo y sin risa

 

cuando mi abuela cumplió 15

ya había perdido las muñecas

mi padre era el arbusto que crecía en el jardín

la casa se llenaba de juguetes

y mi hermano era la próxima visita

 

cuando mi abuela dejó de tener hijos

empezó a tejer los roponcitos de sus nietos

mi papá tenía 5 años

yo era  ​​ ​​​​ rosada  ​​ ​​​​ enorme  ​​ ​​ ​​​​ nebulosa

mi mamá​​  ​​ ​​​​ era un punto en el espacio

mi abuelo  ​​​​ la mitad de la vida de mi abuela

mis tíos  ​​​​ los árboles del cuarto de visita

 

cuando mi abuela me vio por primera vez

yo había enflaquecido demasiado​​ 

tenía dos letras eSSes en mi nombre

y los 5 años de mi padre en las pestañas

cuando papá cumplió los 10​​ 

aprendió a cargarme sin caerse

mi madre​​ —aún no había nacido—

seguía siendo un punto en el espacio

mientras yo

empezaba a construir mi casa

con un patio de huéspedes

para poner las semillas de mis hijos

 

 

De​​ Porta/retrato​​ (Campo de​​ Gules, 2005)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ocurre que tal vez​​ el amor sea una elección diaria

meteorológica

calendarística

o estúpida

 

Ocurre que tal vez la palabra tenga algún valor

y no se pueda decir siempre con igual desparpajo

como quien dice: hola

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ adiós

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ pan

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ o agua

 

Ocurre que hoy, precisamente hoy, al levantarme

decido que seas tú

quien me tienda la cama

me prepare el café

me conciba un hijo

 

...y mañana

mañana tal vez sólo desee​​ 

que seas mi amigo, mi hermano o mi padre

el que me enseñe a cruzar pistas

el que me obligue a comer cebollas

 

Y quién sabe

tal vez algún verano

abriré la puerta​​ 

para que envejezcamos juntos

 

Y seré para ti

lo que un día de calor

un año bisiesto​​ 

o un reloj atrasado​​ 

nos dicte al oído

 

De​​ Casa de zurdos​​ (Lustra​​ Editores, 2008)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El amor es llenar un balde repleto de huecos, me dijo alguien alguna vez. Yo no sé. Pensar que es eso sería decir que el amor es una tarea absurda. Una vez quise darle a alguien mis ojos —simbólicamente— él me recordó un cuento de Clemente Palma y me dijo que era horrible —“ese es el cuento que más detesto”, fue lo que dijo—, no aceptaría mis ojos jamás, como tampoco aceptó mi corazón. Si el amor es llenar un balde repleto de huecos, entonces todos somos absurdos. Yo hubiera aceptado los ojos de cualquiera. De hecho, hubiera aceptado una uña, un dedo meñique, lo que quisieran regalarme. Una vez le regalé a alguien un lunar. Me lo habían sacado del cuello, era pequeño y fuera de allí parecía un moco. Lo guardé en el envoltorio de la aguja de la jeringa y cuando él llegó a buscarme al día siguiente se lo di. Puso cara de asombro, nunca nadie le había regalado una parte de su cuerpo. El lunar murió, no sé cómo explicarlo de otro modo, pero fue secándose; supongo que el amor sí es llenar un balde repleto de huecos. Una vez también le regalé mi corazón a alguien, o lo más cercano que tuve, y le escribí un poema detrás de las líneas confusas de mi electrocardiograma. Creo que se enamoró un poco más de mí cuando lo hice; fue bonito, tonto y original, pero no duró demasiado, todo el amor se filtraba por los huecos del balde.

 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ De​​ Casa de zurdos​​ (Lustra​​ Editores, 2021 - reedición)

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