Poesía española: Pablo Fidalgo

Leemos Poesía española. Leemos algunos textos de Pablo Fidalgo (Vigo, 1984).Además de poeta, es creador escénico y comisario de artes en vivo. Uno de sus libros recientes es El perro en la puerta de la casa (Ediciones Liliputienses, 2021 Según Martín López Vega, "De entre todos los poetas españoles nacidos en los años 80 del pasado siglo, Pablo Fidalgo es no ya uno de los más destacados, sino uno del que podemos decir sin ninguna duda que quedará".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si​​ la​​ casa​​ que​​ invento​​ para​​ ti no resiste la noche,

¿lo​​ entenderás?

 

Yo no sé si soy la persona adecuada para cargar lo que quieres cargarme pero aun así puedes empezar a poner todo sobre mi cuerpo

como​​ ya​​ has​​ estado​​ haciendo​​ desde​​ siempre y rezar como yo lo hago.

 

¿Por​​ qué​​ alquilo

una​​ habitación​​ para​​ nosotros​​ en​​ el​​ pueblo​​ si sería mejor estar fuera

y​​ dormir​​ en​​ la​​ playa?

¿Por​​ qué​​ protegernos

si​​ el​​ tiempo​​ ya​​ no​​ nos​​ toca?

 

Si​​ la​​ casa​​ que​​ invento​​ para​​ ti no resiste la noche,

¿seré​​ yo​​ el​​ único​​ culpable

o​​ podremos​​ pensar​​ juntos​​ por​​ qué?

¿Comenzarás​​ a​​ hablar?

 

Puedes​​ identificar​​ el​​ momento

en​​ que​​ dejaste​​ de​​ ser​​ un​​ cuerpo​​ o​​ un​​ lugar para ser un adicto.

Puedes​​ identificar​​ entre​​ ellos

a​​ quien​​ se​​ acerca​​ a​​ ti​​ una​​ noche y te dice:

yo​​ te​​ levantaría​​ el​​ castigo.

Yo​​ no​​ creo​​ en​​ el​​ ojo​​ por​​ ojo pero​​ no​​ puedo​​ hacer​​ nada

 

 

 

 

 

 

Solo​​ te​​ queda​​ un​​ poco​​ de​​ furia

¿cómo reconocer si​​ es también​​ mía?

¿Cómo​​ abrir​​ la​​ ventana​​ y dejarla ir con el hijo que no podré tener?

 

Cuando nos conocimos ya eras un adicto pero conseguiste esconderlo.

Cuando nos conocimos ya eras un hombre sin ley y no aceptabas un no por respuesta.

 

Aprendamos​​ a​​ vivir​​ sin​​ nada​​ como​​ los​​ parias. Recojamos cosas de la calle.

Estudiemos​​ dónde​​ están​​ las​​ fuentes, dónde corre el agua,

dónde​​ la​​ ropa​​ se​​ seca​​ antes.

No​​ nos​​ obliguemos​​ a​​ encajar​​ ni​​ a​​ no​​ encajar.​​ No​​ nos​​ obliguemos​​ a​​ tirarlo​​ todo​​ ni​​ a​​ guardarlo​​ y no aceptemos otro no por respuesta.

 

Tu​​ madre​​ te​​ sentenció​​ pronto.

Te pidió que sentenciases a tu padre y tú lo hiciste. Tu padre te sentenció.

Tu​​ familia​​ te​​ sentenció​​ después.

Entre​​ unas​​ cosas​​ y​​ otras

ni siquiera pasó un día entero. Sentenciarse era entonces la única forma de​​ que​​ las​​ conversaciones​​ no​​ importaran.

Sentenciarse era la forma​​ de no hacerse​​ más​​ daño.

 

Después de eso no pudiste fingir​​ que no había pasado nada.

Tampoco​​ podías​​ fingir​​ que​​ teníamos​​ una​​ gran​​ historia​​ en una gran casa bien cerrada

y​​ que​​ eso​​ era​​ suficiente​​ para​​ ti.

 

 

 

 

 

 

 

 

Por​​ eso​​ empezaste​​ a​​ viajar​​ y​​ a​​ convertirte​​ en​​ un​​ adicto.

 

Si​​ llegabas​​ a​​ la​​ ciudad​​ de​​ un​​ amigo​​ él​​ te​​ preguntaba,

¿cuánto​​ tiempo​​ voy​​ a​​ poder​​ esconderte?

¿cuánto​​ tiempo​​ debo​​ arriesgarme​​ por​​ ti?

No​​ me​​ apartes​​ diciéndome

que​​ una​​ habitación​​ es​​ mejor​​ que​​ las​​ otras.

No permitas que en el inicio haya un sacrificio que sea más importante que cualquier otro.

Acoge​​ mi​​ doble​​ vida

y​​ haz​​ que​​ la​​ condena​​ sea​​ solo​​ una​​ forma​​ de​​ hablar. Reservemos la euforia para un día cualquiera.

 

Si​​ llegabas​​ a​​ una​​ nueva​​ ciudad

un​​ aviso​​ decía​​ que​​ no​​ te​​ dejaran​​ pasar,​​ y que no te siguieran la corriente.

Viajaste​​ más​​ lejos.

Viajaste para conocer otras formas de rezar,​​ otros cantos,

otras​​ formas​​ de​​ reunirse,​​ de arrodillarse,

de​​ entregarse.

Solo viajaste para confesarte en otras lenguas​​ donde​​ no​​ eras​​ culpable​​ antes​​ de​​ empezar.

Donde​​ quizá​​ el​​ error​​ podría​​ salvarte.

Viajaste​​ para​​ sumarte​​ a​​ un​​ rezo​​ ya​​ empezado.

 

Tienes​​ que​​ irte​​ de​​ casa.

Tienes​​ que​​ impedir​​ que​​ alguien​​ te​​ ponga​​ en​​ tu​​ sitio.

Tienes​​ que​​ dejar​​ de​​ intentar​​ entrar

allí​​ donde​​ ​​ mismo​​ te​​ has​​ prohibido​​ la​​ entrada.

Así​​ dejarás​​ de​​ pensar​​ que​​ en​​ otra​​ parte​​ sucede​​ algo​​ más​​ importante​​ que​​ aquí.

Y no permitas que nadie te diga​​ que​​ para​​ todo​​ hay​​ una​​ primera​​ vez,

 

 

 

 

 

 

 

 

una​​ segunda​​ vez, una tercera vez.

No​​ permitas​​ que​​ nadie​​ te​​ repita​​ ßases​​ hechas para volverte loco.

 

Tenemos​​ que​​ subir​​ al​​ árbol​​ y​​ recoger​​ los​​ higos. Tenemos que poder hablar del pájaro sin​​ culpa.

Tenemos que comer la manzana como si ninguna historia​​ pudiera envenenar o castigar nuestra fe.

El​​ único​​ acontecimiento​​ es​​ esta​​ forma​​ de​​ hablar.

El único acontecimiento es que nos saquen del jardín​​ para enseñarnos los nombres

que​​ solo​​ el​​ jardín​​ podía​​ darnos.

 

Tenemos​​ que​​ vivir​​ lo​​ que​​ se​​ siente al acabar de construir una casa,

al​​ bendecirla,

al​​ cazar​​ el​​ primer​​ animal, al pescar el primer pez,

al sembrar la primera cosecha,​​ al cortar la primera rama,

al​​ dominar​​ un​​ barco.

Tenemos​​ que​​ vivir​​ lo​​ que​​ se​​ siente al renunciar a una herencia,

al​​ aceptar​​ una​​ sentencia,​​ al compartirla.

Pero​​ yo​​ no​​ ​​ cuánto​​ tiempo​​ puedo​​ estar​​ sentado​​ a la puerta de nuestra historia

esperando que​​ la​​ cierres.

 

Agotémonos​​ para​​ no​​ desear​​ ser​​ lo​​ que​​ no​​ somos, para volver a casa con ganas,

para dormir con ganas. Y hagamos favores.

Sabemos​​ que​​ antes​​ o​​ después,

 

 

 

 

 

 

 

 

en​​ una​​ estación​​ inesperada,

subirá​​ alguien​​ que​​ nos​​ mire​​ a​​ los​​ ojos. Aprendamos​​ a​​ decirle​​ que​​ ​​ y​​ que​​ no, a señalar el reconocimiento.

Y​​ si​​ nos​​ preguntan

¿vuestra​​ huida​​ tiene​​ una​​ lógica?

Nosotros​​ les​​ diremos

¿por​​ cuántos​​ tenemos​​ que​​ ser​​ perseguidos​​ para que nos toméė en serio?

 

Vayamos​​ a​​ los​​ estadios​​ por​​ las​​ tardes​​ para​​ recordar​​ nuestros​​ entrenamientos,​​ y devolvamos el balón.

Esto​​ es​​ lo​​ que​​ te​​ están​​ preguntando:

¿Cuántas​​ cosas​​ sabes​​ hacer​​ al​​ mismo​​ tiempo?

 

Si​​ alguien​​ dice​​ que​​ nuestro​​ comportamiento​​ es imposible de defender

démosle​​ la​​ razón​​ hasta​​ el​​ final. Y hagamos tiempo.

Sabemos​​ que​​ no​​ hay​​ muchos​​ lugares

donde​​ la​​ gente​​ como​​ nosotros​​ puede​​ pasar​​ la​​ noche.

Hemos​​ sabido​​ desde​​ el​​ primer​​ momento

que​​ nuestras​​ vidas​​ estaban​​ prohibidas​​ por​​ ley.

 

Desconfiemos​​ cuando​​ alguien​​ nos​​ pida que nos sintamos como en casa

y​​ no​​ dejemos​​ en​​ el​​ viaje

que ninguna palabra vaya a misa.​​ A​​ veces​​ hay​​ que​​ volver​​ atrás.

A​​ veces​​ hay​​ que​​ volver​​ a​​ casa​​ para​​ estudiar​​ los​​ mapas, para hacer memoria y preguntar

¿Cómo​​ era​​ yo​​ en​​ ese​​ momento?

¿Cómo​​ era​​ yo​​ cuando​​ me​​ iba​​ detrás del primero que pasaba?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nuestro oficio será dejarnos las llaves dentro.​​ Nuestro oficio será arrastrarnos.

Nuestro oficio, lo mires por donde lo mires, no necesita hábitos.

Solo​​ al​​ querer​​ celebrar​​ algo

nos daremos cuenta de que ya no tenemos objetos​​ para celebrar nada,

y​​ que​​ tenerlos​​ un​​ día​​ fue​​ una​​ excepción​​ que no supimos aprovechar.

 

Agitemos el árbol aunque no haya ßuta, aunque no haya flores,

aunque no​​ haya​​ lluvia.

No tengamos miedo de los amores que se rompen, de las familias que se rompen,

de los dientes que se rompen. Debemos​​ ir​​ más​​ allá​​ de​​ los​​ jueces y dejar de buscar la grieta.

Debemos recordar cuánto nos costó dormir la primera noche que nadie nos acunó

y​​ tuvimos​​ que​​ encontrar​​ otra​​ verdad.

 

Les​​ diremos:

hemos venido lejos para que ninguno de vosotros pueda ver en nuestra forma de evitar el dolor

a​​ nuestros​​ antepasados.

Vayamos de viaje para que nos pregunten nuestro nombre,​​ para recoger direcciones

y​​ rehacernos.

Sentémonos​​ en​​ la​​ estación​​ para​​ que​​ nadie​​ pueda​​ acusarnos de ser demasiado niños o demasiado adultos

o​​ de​​ irnos,​​ hoy,​​ con​​ el​​ primero​​ que​​ pasa. Un adicto tiene objetivos.

 

 

 

Un​​ paria​​ tiene​​ objetivos​​ para​​ hoy,​​ para mañana,

para​​ todo​​ el​​ año.

 

Benditos​​ los​​ que​​ rezan​​ conmigo, los que me dan la mano,

los que no me preguntan dónde nací ni cuál es mi nombre,​​ porque el tiempo les dará la razón.

 

Benditos​​ los​​ que​​ se​​ atreven​​ a​​ dar​​ la​​ vuelta a mitad de camino.

 

Si​​ la​​ casa​​ que​​ invento​​ para​​ ti no resiste la noche,

¿lo​​ entenderás?

 

 

 

 

 

 

 

 

También puedes leer