Poesía mexicana: Víctor García Vázquez

El poeta mexicano Víctor García Vázquez (Escuintla, 1975) ha publicado el libro de poemas Un mundo enfermo de inquietud (Ediciones Casa Yaza- Lengua de colibrí-Puente cultural del sur, 2024). Leemos aquí algunos textos presentados por Daniel Téllez. Según él, "Un mundo enfermo de inquietud del poeta chiapaneco Víctor García Vázquez, avecindado en Puebla, resignifica, recrea y refresca, con un temple actualista y un agudo tratamiento de temas posmodernos, la rigurosa convicción poética estridentista que se distancia del sistema lineal y de la imagen unívoca y unánime".

 

 

 

 

 

 

 

Vértices de la emoción marginalista.​​ 

Sobre​​ Un mundo enfermo de inquietud​​ de Víctor García Vázquez​​ 

 

En contraste con el grupo de los Contemporáneos, que para la historia oficial​​ representa​​ la única vanguardia reconocida en el canon mexicano de la primera mitad del siglo XX, el Estridentismo no forjó su historia​​ en​​ el legado​​ decimonónico​​ de​​ los​​ miembros de los llamados​​ cenáculos literarios​​ -algunos de ellos​​ bufonescamente​​ señalados​​ como​​ lamecazuelas​​ retóricos- más bien buscó la ruptura​​ a través de​​ su​​ irrupción. Ese carácter dinámico e innovador que​​ caracterizará al​​ estridentismo,​​ en su fulgurante existencia,​​ se advierte​​ ya​​ en​​ Actual No. 1​​ Hoja de Vanguardia,​​ los últimos días de diciembre de 1921. “No reintegrar valores, sino crearlos”, anota​​ el poeta Manuel Maples Arce​​ en este primer​​ documento​​ que lleva por subtítulo “Comprimido estridentista”.​​ En el punto X de este manifiesto matiza​​ una idea que rondará la estética de su propuesta: “Las únicas fronteras posibles en arte, son las propias infranqueables de nuestra emoción marginalista”.​​ 

Para los estridentistas, la poesía es una explicación sucesiva de fenómenos ideológicos por medio de imágenes equivalentistas orquestalmente sistematizadas. Es en los procedimientos de significación poética​​ -las imágenes-​​ donde radica la esencia del cambio​​ que proponen. Una subjetividad que trasluce al yo poético los frisos​​ pictóricos​​ de​​ su​​ realidad circundante para totalizar las emociones interiores e iluminarlas en sugestivas imágenes sensoriales, multánimes, poliédricas, equivalentistas y cubistas. Una “poesía purista” anotaría Luis Mario Schneider, que resultará rupturista puesto que prescinde de​​ la descripción y del anecdotismo. Una “nueva poesía”,​​ destaca, que no vierte lo novedoso en los objetos del mundo moderno a los que hace referencia y describe, sino en las imágenes que utiliza para describirlo. En esta línea, a más de un siglo de la irrupción y relampagueante desaparición de la vanguardia mexicana,​​ Un mundo enfermo de inquietud​​ del poeta chiapaneco Víctor García Vázquez, avecindado en Puebla, resignifica, recrea y refresca, con un temple actualista y​​ un​​ agudo​​ tratamiento​​ de​​ temas posmodernos,​​ la rigurosa convicción​​ poética​​ estridentista​​ que se distancia del sistema lineal y de la imagen unívoca y unánime.

Este​​ libro de poemas​​ abraza la​​ urgencia espiritual​​ estridentista de​​ dimensionar la poesía, en palabras de Maples Arce, “en nuestro plano extraversal de equivalencia; síntesis exposicional de expresión, emotividad y sugerencia, relación y coordinación introabjetiva”. Como​​ un estridentista de nuestro aire posmoderno, Víctor García Vázquez zarandea simultáneamente​​ dicha​​ actitud espiritual y material, la que hace cien años​​ diera​​ lustre​​ al estridentismo. Así,​​ en la primera parte del libro, “Enfermar al mundo de inquietud”,​​ Germán List Arzubide, Manuel Maples Arce, Salvador Gallardo y Arqueles Vela, son​​ mirados, descritos y delineados desde los artificios escriturales y conceptuales provenientes de​​ sus​​ libros emblemáticos​​ o de las sandungueras proclamas que acompañaron el vértice temporal del estridentismo. Así un verso​​ alinea​​ la concretización poética de una​​ prefiguración estética no solo presentista, como se advierte en el credo abstraccionista de los estridentistas, sino actualista, puesto que la visión del ente poético y su realidad son resultado de una emoción inconfundible y única, “vertical sobre el instante meridiano” de la posmodernidad. Luego entonces,​​ el Germán List Arzubide mixturizado​​ del primer poema,​​ “que devora con fruición una cemita rastafari”,​​ maximiza la potencialidad creativa del​​ hecho relatado​​ en​​ favor siempre​​ de una interpretación personalista​​ (bien​​ lograda a​​ lo largo de todo el​​ libro) que​​ delimita y parodia​​ ideológicamente​​ dos latitudes estéticas desiguales, en apariencia,​​ pero que el poeta​​ García Vázquez ensambla​​ perfectamente,​​ desde la​​ apresurada ​​ vis​​ posmoderna​​ de “un​​ estudiante​​ nonato [que]​​ graba con su smartphone” y “transmite en vivo para que sus followers ​​ confirmen / que su celular es ​​ un instrumento de conciencia social”. En las arengas​​ conceptuales​​ estridentes, al final de​​ este​​ poema,​​ se advierte​​ la prefiguración​​ presentista,​​ mencionada​​ líneas antes,​​ del​​ credo estridentista.

Si Manuel Maples Arce​​ enuncia una poesía en el prodigio de una emoción inconfundible y única y​​ “sensorialmente electrolizado​​ en el​​ yo​​ separatista”, y renovado siempre, García Vázquez en este​​ arriesgado​​ y actualista libro,​​ Un mundo enfermo de inquietud, en sintonía con la​​ interpretación personalista -que Maples Arce y List Arzubide abrazan en​​ Andamios interiores​​ y​​ Esquina, respectivamente-​​ cincela un​​ poema fractal, imperecedero y centenial,​​ vértice de la realidad​​ refractaria de nuestro tiempo.​​ Para muestra tres ejemplos:​​ “Manuel​​ Maples​​ Arce conduce un mototaxi​​ / por las fractáridas calles de Papantla”; “La ciudad ya no se estría con cables ni marañas / pero ahora los pájaros se​​ derrumban por las ondas 5G / que desconectan los voltios”, y​​ “Mi musa liberada de las Confederaciones, / Mi sensible​​ amada​​ hiperconsumista​​ / que estrenas sonrisa en cada venta nocturna.​​ 

Un volado​​ y apocalíptico​​ sacudimiento,​​ al final del apartado,​​ nos regala el poeta,​​ desde la tesitura pentagramática​​ de Salvador Gallardo y Arqueles Vela,​​ al​​ modus operandi​​ de los príncipes sarracenos de nuestra​​ República de las Letras, donde​​ el silencio, la discordia y la complicidad,​​ en el Campo de​​ Agramante,​​ son los desarmadores​​ del​​ currículo​​ y​​ el talento,​​ y los florilegios​​ residuos sólidos en las bolsas del pantalón​​ como​​ cuando​​ el poeta​​ muerde el polvo, sentencia​​ García Vázquez.​​ 

En​​ otra arista de la emoción marginalista​​ que transfiere el poeta chiapaneco a su presentista yo lírico, una retahíla de imágenes​​ de gran densidad​​ son el​​ otro​​ vértice que se disipa​​ en los​​ trotamundos del estridentismo, como se traduce la segunda parte del libro: “Globetrotters del movimiento”.​​ Kin Taniya, Xavier Icaza o Elena​​ Álvarez​​ como​​ pretextos​​ para la especificidad del poema​​ y del recurso de la abstracción poética como modelo​​ de representación. Con un acierto extraordinario, Víctor García Vázquez​​ prescinde, como lo hicieron los estridentistas,​​ de​​ la ciudad como​​ objetividad representada;​​ la confluencia de imágenes​​ simultáneas​​ y equivalentistas​​ configuran una sinfonía​​ gráfica​​ y visual​​ por donde el poeta​​ transcurre e incurre en​​ su​​ tiempo​​ moderno: “Hoy es domingo​​ en todo el​​ sistema nervioso​​ / y una gran marcha verderosavioleta​​ se prepara”.​​ Las desapariciones​​ forzadas,​​ la​​ ciudad contenedora, la verosimilitud de las​​ fake news,​​ las ondas sonoras de​​ la noche verde,​​ la pirotecnia carnavalesca​​ enmarcada en​​ los poemurales,​​ los remolinos​​ hertzianos​​ donde retoza​​ la​​ historia, entre otras,​​ alinean​​ un dispendio gozoso y jocoserio​​ de imágenes vanguardistas, abstractas,​​ que​​ no requieren​​ para descifrarse​​ de un referente. En estas imágenes de​​ Un mundo enfermo de inquietud,​​ hay una recuperación de la realidad que ha sido fragmentada​​ y vuelta a armar de una manera distinta. Y sin embargo las imágenes​​ no poseen un correlato​​ objetivo,​​ no​​ nos remiten a la “realidad” sino que crean la suya​​ propia, inédita, caótica, rítmica, sensual e intraducible, incluso.​​ 

A la manera de​​ los creacionistas y ultraístas y con la estrategia del montaje cinematográfico como telón de fondo,​​ Un mundo​​ enfermo de inquietud,​​ de Víctor García Vázquez,​​ ganador del II Premio Estatal de Literatura​​ La terrestre raíz de las palabras​​ 2023,​​ es un largo poema​​ mural​​ y simultáneo,​​ desde diversos puntos de observación en​​ movimiento.​​ Ahonda en las posibilidades de la imagen -simples, compuestas, equivalentistas​​ o cubistas- prescindiendo de​​ los elementos lógicos que mantienen su sentido explicativo​​ y conjugando​​ metáforas, metonimias, sinestesias, juegos ópticos y auditivos,​​ articulados por un ritmo interior, un​​ profundo​​ sentido marginal​​ y​​ trascendiendo lo puramente​​ racional.​​ Quien se sumerja en estas páginas entra en una sinfonía de imágenes o a una “música de ideas” estridentistas, como​​ asentó​​ List Arzubide.​​ También en un​​ vuelo en​​ dron​​ sobre las cabezas doloridas de tedio de la solemne poesía mexicana reciente, y rompiendo las teorías​​ de la gravedad,​​ zangoloteando​​ a​​ la indolencia​​ desde el frescor​​ estridente​​ que empuña el poeta para barrer el presente mismo.

 

Daniel Téllez

 

 

Un mundo enfermo de inquietud,​​ 

Ediciones Casa Yaza- Lengua de colibrí-Puente cultural del sur,​​ 

México, 2024.​​ 

 

 

 

 

 

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Kin Taniya reescribe mensajes inalámbricos para sobrellevar una pandemia

​​ 

Ángel nuestro que inventaste volar a ras de suelo​​ 

y quedaste pixeleado en árboles florecidos​​ 

¿desde allá arriba no se escuchan las estridencias?​​ 

 

Hoy es domingo en todo el sistema nervioso​​ 

y una gran marcha verderosavioleta se prepara.​​ 

 

Los troncos de los árboles amanecieron morados ​​ 

y una verde cabellera nubla el cielo de plasma.​​ 

 

Hoy, mañana y siempre será domingo ​​ 

y los perros seguirán cayéndose desde el tercer piso.​​ 

Hace dos años te mataron, Ajena, ​​ 

para quitarte tu smartphone ​​ 

 

Hace un año te volvieron a matar ​​ 

cuando regresabas del carnaval ​​ 

 

Te silenciaron con ráfagas de pólvora y de cuaresma​​ 

Hace veintiséis te reventaste​​ 

contra la primavera, la gloria y la cuarentena​​ 

y mis mensajes de voz te siguen llegando,​​ 

aunque solo me dejas en visto.​​ 

​​ 

Cambia el tono de tus llamadas,​​ 

cambia tu foto de perfil y actualiza tus historias

para que no me destroce la melancolía.​​ 

 

 

Ilumina mi nube electrónica con nudes, selfies y videos. ​​ 

Llena mi carpeta de no deseados con cadenas inservibles.​​ 

No le pongas contraseña al destino.​​ 

No me borres de la galaxia de tus contactos​​ 

¡PARA QUE TE PODAMOS SEGUIR!

 

 

 

 

 

 

 

I don´t want a miss a thing

​​ 

Todo mundo te observa en esta ciudad de contenedores,​​ 

cementerio de furgones donde eclosionan cada noche​​ 

nuestras líneas de fuga.​​ 

​​ 

Todos están ebrios de música, pastas, aceites y polvos cósmicos,​​ 

pero reconocen el peso del silencio

cuando develas con estridencia, Ajena,​​ 

tu​​ tatoo​​ de mandala en el santuario de tu espalda baja.​​ 

​​ 

En estos vagones muertos ​​ 

sólo la estela de humo de cáñamo y el traqueteo del baile​​ 

nos recuerdan que seguimos de viaje.​​ 

 

Ráfagas de música ácida se dirigen al Popocatépetl ​​ 

y tú eres un trozo de lava que baila con un vodka en la mano​​ 

mientras con la otra sujetas mi hebilla de serpiente.​​ 

​​ 

La noche es un gran telescopio milimétrico​​ 

que observa la alineación de tus planetas, ​​ 

tus satélites y tus movimientos rotatorios. ​​ 

 

La luna​​ grunge​​ devela los torsos ​​ 

que se sacuden en los trenes dormidos.​​ 

 

Los planetas acosan a la vía láctea​​ 

y las estrellas encienden sus alarmas. ​​ 

​​ 

Ajena, esta ciudad de​​ high cube​​ 

nos contiene con sus brazos de metal oxidado,​​ 

¿pero quién habrá de contener mis ganas ​​ 

de viajar en tus galaxias concéntricas.

 

 

 

 

 

 

 

 

Noche verde

​​ 

Toda la casa olía a menta ​​ 

porque mi torpe oficio de perfumista lo derrama todo.​​ 

El insomnio se tiñó de verde ​​ 

y el sueño de mi amada era un follaje ​​ 

cubierto de mariposas mentoladas.​​ 

​​ 

Brazos robóticos esmeraldas me cargaban ​​ 

para darme vuelta en la cama ​​ 

y trataban de asfixiarme con cubrebocas de pétalos dulces.​​ 

​​ 

Una mariposa se desprendió del bulto ​​ 

y se vino a posar en mi nariz para decirme​​ 

que te habías destrozado contra un árbol, ​​ 

que quisiste ser lepidóptero de carne,​​ 

pero te falló el vuelo​​ 

y desgarraste tus alas en un roble florecido.​​ 

El aroma a menta me nubló la vista ​​ 

y extendí mis cansados músculos de perfumista​​ 

para cruzar a nado ​​ 

“todas las horas verdes de la noche”.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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