¿Surrealismo en femenino?
En Montmartre siempre abundan las hordas de turistas y escasean los solitarios. La colina es rica en pendientes y bajadas, en escaleras y escalinatas; también en jardines discretos. A principios del XX, este barrio no era sino un gran cagadero de animales, abrigo de miserables y refugio de trasterrados, algunos de los cuales enseñarían al ojo humano a ver ésta y la otra realidad de un modo diferente. La colina de Montmartre está surcada por calles, callejones, callejuelas; en una de esas callejuelas de adoquines hay un museo, en ese museo hubo una exposición, “Surréalisme au féminin?”, que comenzó en marzo de 2023 y concluyó en septiembre del mismo año. No hay poeta, incluso si se siente muy siglo XXI, que pueda resistir al surrealismo, no tanto por haber sido una corriente artística sino porque fue algo más profundo y más bello: la valerosa tentativa de liberación del espíritu humano de toda opresión ideológica, social, institucional, moral. A nadie debe de escandalizar entonces que afirme que el surrealismo está vivo, porque los valores que exaltó y defendió: la libertad, el deseo, el amor, el erotismo como medio de conocimiento de lo real, son más que nunca necesarios en nuestra época de alejamiento del cuerpo, fría ciencia y sobresaturación tecnológica.
Al final de su vida, André Breton, soñador definitivo, pedía, exigía la ocultación profunda del surrealismo, pero el fuego que él había recibido continuado pensado soñado teorizado inventado creado compartido defendido legado ya se había extendido por todo el mundo,
el surrealismo es y será parte de la historia de la sensibilidad humana hasta que el último hombre y la última mujer deshabiten este planeta,
el surrealismo no se trata ni se tratará nunca de una antigualla de museo porque el surrealismo es una lúcida pesadilla que perdura va perdurar habrá de perdurar perdurará,
el surrealismo palabra viva consciencia vital profecía en la noche no se reduce no se reducirá nunca a las escasas páginas que le acuerdan los programas escolares,
el surrealismo es una lanza al rojo vivo que traspasa al obtuso profesor universitario,
el surrealismo es la conquista de la libertad por medio de la imaginación creadora,
el surrealismo no tiene nada que ver con la escuela surrealista ni con los libros ni pinturas ni esculturas ni salas de cine,
el surrealismo va más allá de la estrechez de mira cotidiana porque es la mirada interior hacia el deseo el sueño la sangre la imaginación la sexualidad el infinito que llevamos dentro,
el surrealismo no es masculino o femenino el surrealismo es masculino y es femenino porque es de todos y de cada uno de nosotros,
el surrealismo es patrimonio del espíritu humano porque es enlace punto de contacto reinvención de la libertad creación de nuevos vínculos entre el hombre y la mujer,
el surrealismo..,
La exposición Surréalisme au féminin? estuvo compuesta de cincuenta y ocho artistas. El acento estuvo puesto en el surrealismo europeo y nórdico... No me sorprendió: europa se sigue pensando e imaginando centro del mundo, como si esa noción fuera aún válida. Alice Rahon, Remedios Varo, Katy Horna, Lola Álvarez Bravo estaban anunciadas pero no representadas; solo había un cuadro bastante mediocre de Leonora Carrington llamado simplemente: “Sin título, 1929”. Una exposición del “surrealismo femenino” en la que no se exhiben, por las razones que sean, obras de estas artistas, me parece una muestra sumamente incompleta. ¡Cuánto habría ganado con sus presencias! ¡Cuánto perdió la exposición y perdieron los innúmeros visitantes sin la obra de esas creadoras absolutas!
También faltó la enigmática misteriosa indescifrable inquietante inasible Claude Cahun.
En las dos salas del pequeño museo, una muestra de varia invención: pinturas, esculturas, fotos, grabados, dibujos, litografías, manuscritos, libros, collages, proyección de películas, tapicería y bordados, objetos, bizarros objetos que lograron cruzar alguna antiquísima frontera salvaje y llegaron hasta nosotros: “Le Guerrier” de Maria Martins, “Maitresse” de Mini Parent, “La Caresse” de Josette Exandier, “Objet méchant” de Joyce Mansour, y la magnífica “Traccia” de Meret Oppenheim, un velador patas de pájaro enraizado en el suelo pero ligero como una pluma caída del infinito.
Todos estos objetos, y el “Homo Rodans”, de Remedios Varo, forman parte de la misma familia de terror lucido.
La exposición iba de la figuración en la primera planta hacia el abstraccionismo en la segunda. Permeaban el rojo y el azul. Al mirar algunos cuadros era difícil no pensar a veces en Dalí, Miró y Tanguy: espacios abiertos, extraños, discontinuos: intemperies oníricas, vastedades espirituales, infinitos cósmicos.
Algunos libros expuestos: à même la terre de Alice Paalen; Herbe à la lune de Valentine Penrose; Cahier de curieuse personne de Lise Deharme; La Saison des flûtes de Mary Low; Déchirures y Cris de Joyce Mansour, de quien traduzco el siguiente poema, “Pericoloso, sporgersi”, expuesto en la exposición:
No conocen mi rostro nocturno
Mis ojos y cabellos ávidos de espacio
Mi boca color de sangre desconocida
Mi piel mis dedos perlados de placer
Guiarán sus pestañas hacia mis orejas mis omoplatos
Hacia el paisaje abierto de mi carne
Las gradas de mis costillas se estrechan al pensar
Que su voz podría llenar mi garganta
Que sus ojos podrían sonreír
No conocen la palidez de mis hombros
En la noche
Cuando las llamas alucinantes de las pesadillas reclaman
El silencio
Cuando los muros blandos de la realidad se estrechan
No saben que los perfumes de mis días mueren en mi lengua
Cuando llegan los astutos blandiendo cuchillos
Cuando sólo queda alto mi amor
Cuando me hundo en el lodo de la noche