Surrealismo en femenino. Texto de Audomaro Hidalgo.

En octubre se cumplen cien años de la publicación del Manifiesto del surrealismo de André Bretón. Audomaro Hidalgo reflexiona aquí sobre esta sensibilidad a propósito de la exposición “Surréalisme au féminin?”, recientemente montada en París. Audomaro Hidalgo es finalista del Prix Mallarmé 2024 por Los designios de la intemperie.

 

 

 

¿Surrealismo en femenino?

 

En​​ Montmartre​​ siempre abundan​​ las hordas de turistas​​ y​​ escasean los solitarios. La colina​​ es rica en pendientes y bajadas,​​ en escaleras y​​ escalinatas; también en jardines discretos. A​​ principios del XX, este barrio​​ no era sino un gran cagadero​​ de animales, abrigo de​​ miserables y refugio de trasterrados, algunos de los cuales enseñarían al ojo humano a ver​​ ésta y la otra realidad de un modo diferente. La colina de Montmartre​​ está surcada por​​ calles, callejones, callejuelas; en una de esas callejuelas de adoquines hay un museo,​​ en ese​​ museo​​ hubo​​ una exposición, “Surréalisme au féminin?”, que​​ comenzó en marzo de 2023 y​​ concluyó​​ en septiembre del​​ mismo​​ año.​​ No hay poeta, incluso si se siente muy siglo XXI, que pueda resistir al surrealismo, no tanto por haber sido​​ una corriente artística sino porque fue​​ algo más profundo y más bello:​​ la​​ valerosa​​ tentativa de liberación del espíritu humano de toda opresión​​ ideológica, social,​​ institucional, moral. A nadie debe de escandalizar​​ entonces​​ que afirme que el surrealismo está vivo, porque los valores que exaltó y defendió: la libertad, el deseo,​​ el amor, el erotismo como​​ medio​​ de conocimiento de lo real, son más que nunca necesarios en nuestra época de​​ alejamiento del cuerpo, fría ciencia y​​ sobresaturación tecnológica.​​ 

Al final de su vida,​​ André​​ Breton, soñador definitivo,​​ pedía, exigía​​ la ocultación profunda del surrealismo, pero el fuego que él​​ había recibido​​ continuado​​ pensado soñado teorizado inventado creado compartido​​ defendido legado​​ ya se había extendido por todo el mundo,​​ 

el surrealismo​​ es y será parte de la historia de la sensibilidad humana​​ hasta que el último hombre y la última mujer deshabiten este planeta,​​ 

el surrealismo no​​ se trata ni se tratará nunca de​​ una antigualla de museo​​ porque​​ el surrealismo es​​ una lúcida pesadilla​​ que perdura​​ va perdurar​​ habrá de perdurar​​ perdurará,​​ 

el surrealismo palabra viva​​ consciencia vital​​ profecía en la noche no se reduce no se reducirá nunca a las escasas páginas que le acuerdan los programas escolares,

el surrealismo es una lanza al rojo vivo que traspasa al obtuso profesor​​ universitario,

el surrealismo es la conquista de la libertad por medio de la imaginación creadora,

el surrealismo no tiene nada que ver con la escuela surrealista​​ ni con los libros ni pinturas ni esculturas ni salas de cine,

el surrealismo va más allá de la estrechez de mira cotidiana porque es la mirada interior hacia el deseo el sueño la sangre la imaginación la sexualidad el infinito que llevamos dentro,

el surrealismo no es masculino o femenino el surrealismo es masculino y​​ es​​ femenino porque​​ es de todos y de cada uno de nosotros,

el surrealismo es patrimonio del espíritu humano porque es enlace punto de contacto reinvención de la libertad creación de nuevos vínculos entre el hombre y la mujer, ​​​​ 

el surrealismo.., ​​​​ 

 

La exposición​​ Surréalisme au féminin?​​ estuvo compuesta de cincuenta y ocho artistas.​​ El acento estuvo​​ puesto en el surrealismo europeo y nórdico... No me sorprendió: europa se sigue pensando e imaginando centro del mundo, como si esa noción fuera aún válida.​​ Alice Rahon, Remedios Varo, Katy Horna, Lola Álvarez Bravo estaban anunciadas pero​​ no representadas; solo había un cuadro​​ bastante​​ mediocre de Leonora Carrington​​ llamado​​ simplemente:​​ “Sin título, 1929”.​​ Una exposición del​​ surrealismo femenino” en la​​ que no se​​ exhiben, por las razones que sean,​​ obras de estas artistas, me parece una muestra sumamente​​ incompleta. ¡Cuánto habría​​ ganado con sus presencias! ¡Cuánto perdió la exposición y perdieron los​​ innúmeros​​ visitantes sin la obra​​ de esas creadoras absolutas! ​​​​ 

También​​ faltó​​ la enigmática​​ misteriosa​​ indescifrable inquietante​​ inasible​​ Claude Cahun.

En las dos salas del pequeño museo, una​​ muestra de​​ varia invención: pinturas, esculturas, fotos, grabados, dibujos, litografías,​​ manuscritos, libros, collages,​​ proyección de películas, tapicería​​ y bordados,​​ objetos,​​ bizarros​​ objetos​​ que​​ lograron cruzar alguna antiquísima frontera salvaje​​ y llegaron hasta nosotros: “Le Guerrier”​​ de Maria Martins,​​ “Maitresse”​​ de Mini Parent,​​ “La Caresse”​​ de Josette Exandier,​​ “Objet méchant”​​ de Joyce Mansour, y la magnífica “Traccia” de Meret Oppenheim, un velador patas de pájaro​​ enraizado en el suelo pero ligero como una pluma caída del infinito.

Todos estos objetos, y el “Homo Rodans”, de Remedios Varo,​​ forman​​ parte de la misma familia​​ de terror lucido.

La exposición iba de la figuración en la primera planta​​ hacia el​​ abstraccionismo en la segunda.​​ Permeaban el rojo y el azul.​​ Al mirar algunos cuadros era difícil no pensar a veces en Dalí, Miró y Tanguy: espacios abiertos, extraños, discontinuos:​​ intemperies oníricas, vastedades espirituales, infinitos cósmicos.

Algunos libros expuestos:​​ à​​ même la terre​​ de Alice Paalen;​​ Herbe à la lune​​ de Valentine Penrose;​​ Cahier de curieuse personne​​ de Lise Deharme;​​ La Saison des flûtes​​ de Mary Low;​​ Déchirures​​ y​​ Cris​​ de Joyce Mansour, de quien​​ traduzco​​ el​​ siguiente​​ poema,​​ Pericoloso, sporgersi, expuesto en la exposición:​​ 

 

 

No conocen mi rostro nocturno

Mis ojos y​​ cabellos ávidos​​ de espacio

Mi boca color de sangre desconocida

Mi piel mis dedos perlados de placer

Guiarán sus pestañas hacia mis orejas mis omoplatos

Hacia el paisaje abierto de mi carne

Las gradas de mis costillas se estrechan al pensar

Que su voz podría llenar mi garganta

Que sus ojos podrían sonreír​​ 

No conocen la palidez de mis hombros

En la noche

Cuando las llamas alucinantes de las pesadillas reclaman

El silencio

Cuando los muros blandos de la realidad se estrechan

No saben que los perfumes de mis días mueren en mi lengua

Cuando llegan los astutos blandiendo cuchillos

Cuando sólo queda alto mi amor

Cuando me hundo en el lodo de la noche

 

 

 

 

 

 

 

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