Presentamos una muestra poética de cuatro libros de Óscar Oliva con selección y nota crítica de José Natarén. El poeta Óscar Oliva nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en 1937. Fue miembro de La espiga amotinada. Entre sus libros destacan Estado de sitio (1972), Lienzos transparentes (2003), Estratos (2010) y Lascas (2017). Es Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1972), Premio Chiapas de Literatura (1990) y Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines / Gatien-Lapointe (2019), entre otros. Su libro más reciente es Escrito en Tuxtla (2022), del que esta muestra incluye algunos poemas.
LA POESÍA DE ÓSCAR OLIVA, AJENA DEL VACÍO
Ajena del vacío, la poesía de Óscar Oliva. La voz del poeta va y viene en cada libro, con otros rostros, otros ritmos, otros registros. Su signo, el aire –siguiendo lo apuntado al respecto por Octavio Paz en el prólogo de Poesía en Movimiento– implica volatilidad y cambio, impermanencia. Se reinventa en una metamorfosis a la velocidad de los acontecimientos planetarios, muchas veces tan elevada que trastoca el tiempo y el espacio, como en el experimento de los gemelos, el célebre ejemplo de la teoría de la relatividad especial.
Esta selección (2003-2022) ha sido pensada como un instrumento para que el lector confirme que la poesía de Oliva ha trascendido la categoría “social”, hace ya muchos años, y para enfatizar el carácter axial de la voluntad para explorar y ensayar otras vías de poetizar, ya sea mediante la configuración de múltiples formas no siempre literarias, correspondientes a un ritmo “vertiginoso”; la incorporación de motivos contemporáneos a los grandes temas y la referencia o alusión a múltiples perspectivas del espíritu, al complejo de lo humano: poesía de la inteligencia que dialoga con otros discursos y formas de conocer la realidad, si bien, el poeta afirma que su tema, en particular, es su entorno: familia y mundo. Pero también, la fugacidad, el instante, lo irrepetible. El tiempo onírico y delirante de su poesía en el que se prestidigitan épocas; un collage de temporalidades, una composición de sitios y espacios, donde no hay posibilidad del vacío ni del reposo y en la que los silencios nos conducen más a fondo, como en las capturas de los macrotelescopios, hasta las trazas más hondas de la interpretación, cuando los signos surgen a borbotones hasta constelarse en el sentido; como cascada que se reconcentra en monolito. El viento cristaliza, la transparencia persiste.
En este caso, poemas breves, de una sola imagen, de unas cuantas frases poéticas, de una palabra trastocada por el juego tipográfico, el tratamiento concreto del verbo, esplendente –o bruno– por la textura, el peso, la sonoridad o su localización en la página, su lugar en el espacio físico, su cualidad de significante. Metáforas arriesgadas y tropos que trastornan el sentido usual de las palabras conducen al descubrimiento –cuando no revelación– de los mundos interiores y de la realidad iluminada por la imaginación, se advierten en la tetralogía Lienzos Transparentes-Estratos-Lascas-Escrito en Tuxtla.
Se manifiesta el deseo de volver al oscuro espacio primordial, sed por el eterno femenino, la lengua original. Por desplazar nuestro marco referencial más allá de lo cognoscible, hasta el abismo de la cosa en sí, de la belleza. Un clamor para trascender los límites del lenguaje. Un alarido por lo imposible. De ahí su vocación de siempre decir más, ir más allá del significado. Lenguaje en combustión. Ya sea en espesos versos elípticos, cerrados, oraculares, o en versículos furtivos que se desprenden sin cesar, de un silencio a otro, van y vienen del abismo. El sentido lúdico de la poesía, como juego de la inteligencia, y la polifonía –al menos dos voces, dos sujetos líricos se manifiestan en un contrapunto, como en una fuga– se advierten en estos poemas.
La formación en el materialismo dialéctico no sólo estimuló el ánimo del poeta por transformar la realidad mediante la palabra y la solidaridad con las luchas sociales como es claro en Estado de Sitio, sino que se manifiestan por una continua necesidad de interpretar la historia del arte y la poesía desde la realidad particular y concreta hasta alcanzar la universalidad, postura que, junto con el asombro y la apropiación de los alcances intelectuales de la humanidad, determina la bibliografía más reciente del autor.
La claridad del poeta sobre su creación es propia de la inteligencia poética, del logos que se manifiesta como ciencia y como filosofía, como conocimiento del mundo y distinto del inventario precedente, del catálogo de cosas y seres. Esta perspectiva, del libro total, tiene más sentido humanista, ecuménico que místico o religioso. Poetizar la totalidad de lo humano.
“Enemigo rumor” (Lezama Lima), “Pugna sagrada” (Díaz Mirón) y “Lo que eriza los vellos de la barba al afeitarse” (paráfrasis de Housman), la poesía es igual a sí misma. Cualquier intento definitorio conlleva el germen de su impedimento. Dinámica, dialéctica, como la realidad, como nuestra propia condición, contradictoria, tensión entre opuestos. Más allá del principio de identidad, está sobresaturada de sentido. “Ajena del vacío”, dice Oliva y conjura el horror al vacío con una sobresaturación de significados, símbolos, alusiones, referencias, nombres, reiteraciones, desdoblamientos. Los edificios verbales del poeta mexicano, podría decirse, son de la misma especie que arquitectura barroca del siglo XVII.
Oliva no evoca con nostalgia una supuesta edad de oro ni se solaza con un pathos chauvinista, como podría prejuzgarse al conocer el título de su libro más reciente, Escrito en Tuxtla¸ publicado a los 85 años de su edad. Por eso apunta hacia los sitios al norte, al norte del futuro y del lenguaje. La intención universalista y el dominio de la capacidad estética del lenguaje desembocan en el esplendor de su poesía, poesía de la inteligencia. Los límites de la palabra para crear o trasladar atmósferas, sensaciones, escenas, estados de conciencia, son trastocados por el vigor de la imaginación del poeta, por cuya voz el lenguaje de la época se yergue agónico para penetrar otra voluptuosidad de posibilidades de decir lo que es, como en los “himnos indestructibles” de Óscar Oliva.
José Natarén
De Lienzos transparentes (2003):
La sed mira al vidrio sin voz, y su lengua es verde/
Que
regrese el agua. Hay que inclinarse en las canciones
[maternas.
***
Voy con pies de alcohol
Turbio
con escupitajos
codornices negras
a otras querencias
similitudes/
Galope crecido
Al soportar un pez
un coágulo
y devoro la cal/
Voy en la fragilidad
con lazos de saliva
desde un ser que jala a otro
donde soy otro y enemigo/
A otros ojos alcoholizados
Sin dormir en los linces
que no saben qué hacer
en mis sueños/
Donde anudo una red/
***
Y aprender a separarnos de la mujer,
de un golpe salir de ella,
apoyándonos en el vacío
todavía erectos en la urgencia
de ser troncos insurrectos, piedras
contra la quietud del agua.
Y volver a entrar atravesando la médula.
A encontrarnos enhebrando.
***
Donde sonaba la claridad, himno indestructible.
Has cubierto el espacio que te correspondía sin ser árbol.
(La puerta se abre y se cierra. Ella es la que narra.)
***
Ya en vuelo,
la memoria extendida
el ayer, la arquitectura
en las alas: fatigar la
conciencia que ha
engendrado otro aire
en la fecundidad,
con la cabeza y en las
tumbas.
Soplo en las dunas del cielo.
Mis arenas se hinchan.
***
En el espejo, el cielo envejece.
Bien mirado, es entrar y salir de esa estancia,
vestido de pez, llenos de algas;
es tramontar a favor del naufragio,
es encender la imagen que se cuela
entre la gasa y el trueno de una medusa;
y, en el desorden y la melena del tiempo,
ganar el reflejo de las olas: esa espuma
coral de la memoria, ese ovario primigenio.
Que el viento, cuando se calme, me herede su apuñalada
[alegría.
***
Flores audibles debajo de la fábula
y esa bestia mordiendo mis testículos;
voy a delinquir para que esta mano voraz
reviente todos los caballos paternos;
hay exhalación, y gozo; hay islas en otro respirar,
en otro papel, en otra querencia
y ese camino de hormiga arriera,
con estruendo y desfiladeros.
No hay libro que no se debilite.
No hay respuesta que no emerja con aguacero.
Aova el crepúsculo Aparece un dios/
Pero no sé cuál
***
Este instante
sólo páginas
sin terminar/
Soplo de lienzo
***
Sólo sueño seco
exhausto de cordeles
este vaso/
O noche que no cesa
***
Pájaro nómada
oscura memoria
en el libro/
Soplo de vida
en la página de
animal sin sitio/
Ahí se está quieto
m a ñ a n a.
***
Es enero, hago la lectura del aire;
las rosas con residuos de guerra y lumbre;
mi pupila sangra; no, no abriré nunca el aire.
Estoy en el padecimiento de las abejas.
Respira el barro y va a sobrevivir.
Van a sobrevivir los vasos que sangran,
los gestos nupciales, mis dientes de leche
¿Podré cargar aquel cerro?
Estoy en ciertos himnos indestructibles.
De Estratos (2010):
que venga el agua
inunde al bosque
con pocas palabras
escribir que venga
el agua de siempre
***
oigo gritar a un árbol
ofrezco mi cabeza a ese árbol
mi único arte es oír
***
no ha ocurrido
no va a ocurrir
no ocurre
no está cayendo una lágrima fotoabsorbente
no estoy bailando adentro de esa lágrima
en esa lágrima no me estoy bañando
no ocurre esa lágrima atrás de nada
no ocurre otra que todavía se evapora
esteparia en el ojo seco etario
***
quiero ir allá
quiero ir más allá
hasta el resplandor alto de la silla
hasta el país de arriba
qué sé yo hasta dónde
qué sé yo del resplandor bajo la silla
entre la silla y el país de arriba
qué sé yo lo que busco
qué sé yo de ir abajo
al país apagado
***
¿Quién pronuncia mi nombre, en la piedra que nunca dormí? Año de la ocultación, una vez,
otra vez, a golpes, lascas de la poesía que se pronuncia, lascas.
Cabellos que desperté.
***
no podíamos dejar de gritar
la montaña repitió nuestros gritos
no hemos olvidado ese olor
la montaña no ha dejado de repetir
años después nuestros gritos
***
(Un sol, otro más íntimo,
entre los dedos, para perder
ambos, sin libro al acelerar).
***
otra salud la de leer
no lo sé
en la piedra apago los planetas
***
con todos
los soles
disparados
yo viajo
de error
en error
***
nadie da una canción
la canción es de nadie
el espacio la contiene
la vuelve flor de nadie
la canción es de nada
y va a la nada sin flor
nadie da una canción
***
Tal día, tal mes, tal año,
hoy, aquí, acto del corazón,
siempre, cada vez una sola
vez, ley de la flor, sólo ahora
y después, junto al día
que está una vez, más
allá de la fragilidad del
ayer, sólo la mano, tal
encuentro
metálico.
***
las montañas no
vayan a hincharse no
vayan a caer sobre la casa inclinada no
vayan a hincharme en la casa inclinada no
vayan a tirar la casa donde
he dejado de gritar día tras día no
es ella no es las
montañas
ladeadas
***
todas las flores rotas
la memoria engañada
llena de voces rotas
de imágenes humildes
la canción es de nadie
nadie da voz al viento
nadie da voz a nadie
***
no sé cómo
no sé parar
mover un brazo
a otra página
para que se pare ella
no sé cómo
sino sé nunca
***
otra letra oscura
entre mis dedos
déjenme cargar
esta casa eterna
***
la hoja mansa y su lengua de caballo
sus dos jardines en el sitio entrañable
***
potenciar
la memoria del bosque
otro error
***
yo gritaba
no sé cómo dormir
no sé cómo no escuchar
no vayan a tirar la casa
no sé caer
***
y el llanto
una mano
De Lascas (2017):
AHORA
Esta luz descansa en las delgadas
túnicas que se quitan las cigarras,
después del largo sueño inducido.
Y en orden todas mueren. Una mañana
te levantas y ves miles de esqueletos.
Los árboles se van. Cargados de belleza.
“YO, NINFA DE LA FUENTE SAGRADA, DUERMO. NO INTERRUMPAS MI SUEÑO”
(Inscripción colocada en el ángulo superior izquierdo de
La ninfa de la fuente, de Lucas Cranach, el Viejo).
Salen vapores mefíticos, salen vapores irrespirables, otra naturaleza de vapores,
de la abertura de la tierra;
otra naturaleza en los vapores de las cigarras, otra naturaleza en la abertura de la tierra;
sin condenar a nadie, sin ningún síndrome adivinatorio, el canto de las cigarras;
otra naturaleza en la abertura de Castalia, sin el trípode de Castalia, sin el peso de las
armaduras muertas,
esperando no a cualquier trovador, sino a un trovador inspirado.
ALCAZARQUIVIR, 1578
Oigo a Francisco de Aldana, grita a la noche su nombre de batalla, se quita el sayo
de hierro, el yelmo boca de rana, lleno de cólera sale del mar, corre gritando por
la playa.
ABRIL, 2016
Entra en mi pecho, deja tu albergue oculto,
mudo silencio,
escribió Juan de Jáuregui, para comunicar de un golpe que el efecto amoroso
expira al separar la flecha clavada
en el inmenso corazón, cacharro desfondado, de la poesía,
ayer de plumas, máquina para reparar lo que no puede el amor,
hoy de silencio, el pataleo nonato, apremiante, de las palabras intervenidas, que
no cesan.
Jáuregui entra al campo encabezando a jinetes criminales.
LOS TESTIGOS
¿A quién allí el primero? ¿A quién allí el último mataron
al querer abrir la puerta? ¿A quién comparable a los dioses,
a quién domador de caballos, el lancero de La Tigrilla,
y el de la faja abigarrada de La Safor? ¿Y a Hermelindo,
el de Las Ánimas, el mejor vidente de los Altanar? Nadie
debe regresar a su casa, ni Ladislao, el zapatero remendón
con las manos llenas de costuras, con mil nombres bajo
la mesa de juego, ni José, ya en el suelo blando tendido,
dueño ya del campamento de los salmos, todos ellos héroes
que abrazaron el futuro, catapultados, golpeando la puerta
desvencijada, que nadie va a abrir, nadie va a escuchar el puño
tímido, ni Abraham, padre e hijo, remeros a contracorriente, del
otro lado del campo congelado, porque nadie los va a entibiar, a
desdecir en la última adivinanza, a contradecir en la casa natal.
CERCA DE NAVENCHAUC
1
La niña que conduce el carrito tirado por una cabra blanca, podrá ver la luz
que descansa en las fábulas de las tejedoras, junto a la laguna que ha olvidado
el manantial de donde procede; cuando ella se detenga para escribir sus notas
de campo, los murciélagos cargarán con lo que resta de la noche. Ella habrá
olvidado que es una parte de la belleza de las cosas.
2
Li Bo recita: En lo alto, un duraznero crece, le llega gris, la niebla. Yo planté
con mis manos ese árbol; llevo casi tres años sin verlo. La niña coge la flor y
no puede mostrármela.
De Escrito en Tuxtla (2022):
Oigo el chirrido de las vértebras del cuello, el remolino del universo
en el remolino de mi cabeza revuelve mis sentidos, los agranda, afecta
mi percepción cognitiva, con un par de ojos abiertos y otro par cerrados
soy capaz de regenerarme si me tocan senos y vulvas amorosas.
Al dejar de correr pierdo el sentido de orientación, otras herraduras
se cierran, algunas de mis patas las he perdido para siempre al irme por
el mundo accesible que tengo enfrente, que no podré desentrañar nunca;
o por el inaccesible, o por el aparente, que no los podré desentrañar nunca
con esos ojos.
(No quiero que el alma de mi cuerpo habite otros cuerpos, se contaminaría
con otros vicios).
***
No deseo sino una sola cosa, como Keats,
ir hacia las estrellas que hierven, sumergirme
en esa inmensidad hasta tocar el fondo con
los pies, sentir ese mundo inconcluso en todo
el cuerpo, dejarme mecer por otros deseos.
Luego emerger como ballena por un rato.
***
Al parejo estoy descargando y restaurando archivos que creía perdidos, el viaje de Berlín a Weimar, el instante en que toqué el roble de Goethe, donde el escritor leía, dormitaba, roble que los nazis convirtieron en horca, yo lo vi apenas volviendo a la vida, hablo del roble que apenas florecía, en el siglo pasado vi nieve sobre el Ettersberg, camino a Buchenwald, vi la nieve hundirse, era la muchacha que arranca un narciso para desaparecer, lo acerca a su boca para besarlo, olerlo, le susurra una canción de amor, la explosión, la tierra se abre, en mi ciudad a cada rato se abre la tierra, bastan unas cuantas equivocaciones para que todo cambie, a paso lento, al menos hasta aquí las descargas de imágenes que no puedo controlar, cada vez que se mete el sol las descargas de imágenes que no puedo controlar, se suceden unas a otras, cabezas de caballos que se adelantan, se atrasan en la carrera desbocada, atropellándose, cada vez que sale el sol descargo otras voces y de manera automática otra atmósfera para que me proteja de la radiación solar, para olvidar mi pasado terrestre, así no puedo llamar a mis familiares y amigos desde el otro lado de la tempestad por su nombre, a tres mil metros de profundidad nadie me escucharía, soy un planeta pequeño, casi apagado, sin campo magnético, a merced del viento solar.
***
A mí qué me corresponde,
dudo que algo me corresponda,
he perdido dos o tres cuerpos,
dos o tres raciones de amor,
muchas raciones de universo.
En qué momento alguien me dirá
esto es tuyo, llévatelo a tu casa,
entregándome un par de muletas
en la puerta trasera del hospital.
***
Cuando mi cuello se infla y se desinfla me indica que soy de gustos
pequeños, de atardeceres pequeños, de atrevimientos pequeños,
en el país de Lilliput soy el narrador de las cosas pequeñas,
cada pluma en mi cuello y pecho me estorban, no vibran con efluvio
constante, estiro mis tentáculos milimétricos de hidra senescente
para regenerarme, cuando doy el primer paso y me quedo flotando,
doy el segundo paso y vuelvo a pensar en la posibilidad que de aquí
a 200 millones de años los continentes vuelvan a ser uno solo,
para albergar nuevas víctimas y victimarios, para poder caminar desde
Australia a Alaska, desde la Patagonia a Escandinavia, yo mismo
volviendo a ser uno solo, con el mismo material de mis familiares
muertos, uno dentro del otro, empujándonos para respirar,
con todas las cosas malas que hicimos, planeando las que nos
faltan por hacer, empujando a aquellos que no llegaron a caminar,
que aún nadan en el líquido amniótico.
Una mañana
te levantas.
***
“¿En qué te has convertido ahora, en qué dirección avanzas?”, me dice Zhuan Tzi.
Caminamos por las calles de Tuxtla, ellos con hígado de rata, yo con patas de ciempiés.
El perro está ladrando, antes de que yo desaparezca en esta línea, o en otra, da igual.
Doy otro paso y me doy cuenta de que soy de gustos arrebatados, levantando los brazos
hacia el nuevo universo incontrolable, con larvas de mosquitos, con manada de focas.
¿Qué es esto? Si lo que cuento, a trancos, a veces suena a sertonero, sin fatiga, a veces
leve, es que mi voz, ecoica, suena a mi padre: cuando hablaba de ríos, todo se detenía.
¿Qué es lo que veo? ¿Ventanas de oro? ¿Reflejos de otras ventanas? ¿De otras galaxias?
¿Qué es lo que he visto en el acto de aprender a vivir? ¿Algo que se ve una vez al año?
Soy la sobreviviente que ya no quiere ser la vocera de enigmas, apenas si detecto
cierta fuerza en mis sentimientos y la fuerza de tus sentimientos que me empujan.
Tú y yo iremos contra leyes inextricables al dar otro paso, tomar otro poco de vino,
resignándonos a revivir antiguos tormentos provenientes de distancias inconcebibles.
En una simple partícula de arena, el tiempo de los milagros crueles aún no ha
terminado.