Gesto desvanecido en esquina de una estación
Esta estación no será más una estación,
quedará únicamente mi gesto desvanecido
en el polvo de alguna ventana,
si acaso hay ventanas,
si acaso decido en las estaciones
desamparar algún gesto.
Esperaré junto a las cabinas telefónicas
a que las horas se desvanezcan azules
en mi cigarrillo encendido
de mirada triste e inclinada,
me verán apretar la mandíbula
para masticar, como las aves
que emigran de una tierra a otra,
cualquier bocado de aire
sin saber qué les espera.
El aire se ha vuelto amargo
y aún no sé en qué otras estaciones
abordará mi soledad otro cuerpo.
Hay noches en que no quiero saber nada
Hay noches en que no quiero saber nada
ni oír nada,
y lo único que busco
es sentarme en la desamparada calle
y mirar a un perro,
que en su silencio sabe,
permanecer solo quiero,
y desea hablarme con sus ojos
-pero recuerda- y calla.
Esta noche recitaré
a un hombre que perdió su paz,
un poema para morir en paz.
En el momento en que pienso esto
una sombra se me sube
por el pecho y me acaricia
con sus manos la frente
-entonces callo-
Ni la noche, ni la calle, ni el perro
podrán apaciguar esta ausencia.
Poema para quedar inmune
Llevo una reja en mis dedos
una prisión de viento que te habla
tócame y seré libre
llevo dos ojos que se abren
grandes en la noche
y un abismo que separa
a mi cuerpo
de otro cuerpo
Cuatro millones de años
me encerraron
cuenco aire en un costado
y me devuelve al suelo
incluso la libertad aterra
en el último instante
No me reconozco
en una madrugada de traidores
en una hoja oxidada
por el olor de mis muertos
ni en la fría corteza
de los árboles que esperan
será que ya me acostumbré
a que me entierren en los ojos
una amarga tarde
y dos agujeros de cielo
¿Qué más puede herirme?
Cada cuatro años nace una poeta suicida
A Sexton, Plath y Pizarnik
Nacidas en 1928, 1932 y 1936
Cada cuatro años la muerte
abre la llave del gas de una cocina,
se fuma un cigarrillo en el sofá y espera.
Otras veces enciende el motor de un automóvil
dentro del garaje
y canta Chair in the Sky,
un poco de jazz no despertará
a las muñecas recién maquilladas, piensa.
Cada cuatro años la muerte toma
anfetaminas para adelgazar,
pero se le pasa un poco la mano
y ya no despierta.
No se pone triste, ni alegre, ni neurótica, no.
pero cada cuatro años
la muerte amanece lúgubre
y observa la tarde roja
desde una ventana.
Alguien trata de invocarme, dice,
y cierra amargamente los ojos.
A mí me da pesar, no sé,
es como si ella quisiera decirnos
o contarnos algo desde su delgado rostro blanco,
como si estuviera cansada de estrangular mujeres.
Yo la conozco muy poco,
pero me consta aborrece
su funéreo oficio.
Últimamente la han visto respirar
cierto aire suicida.
Cada cuatro años a la muerte
se le irritan los ojos,
sabemos que ha llorado, lo sabemos,
pero callamos,
sabemos también que busca algún vientre
y como ella no tiene el privilegio
de la carne materna
aferra entonces sus fríos y delgados dedos
en el primer ombligo que encuentra.
Por eso cada cuatro años algunas niñas
ya vienen muertas.
Ars para Vicente Huidobro
Un pájaro se estrella en mi pecho,
mi cuerpo se desploma.
Algo sale volando.
Nada
Nada es una palabra
inventada por Dios
para escupir su desprecio.
Yo soy la palabra de Dios.
Equipaje para bajar al infierno
Tenía tantas ganas de morir
que se durmió con
dos monedas en la mano
y un diccionario griego.
Serpiente
Vení amor
tené la decencia de llevarte la piel
que en mi cuarto mudaste.
Me desplomaré
Me desplomaré
en una acera
y con una maleta de sueños
te imploraré desde mis ojos
que por favor... No regreses.