Remedios Varo nació en 1908 en Anglés, Gerona, España. Aunque vivió en México una gran parte de su vida, es destacable su tiempo en París, desde 1938 y hasta 1941, pues es en este momento que comienza su actividad dentro del movimiento surrealista. Varo es famosa por su obra pictórica, sin embargo, también exploró la escritura en diversas formas, si bien no con la intención de ser publicada ni conseguir fama con ésta. Para sus cuadros ensaya siempre primero la idea de manera escrita. También desarrolla, a lo largo de su vida, ejercicios de escritura automática y diarios de sueños, tan afines a lo postulado por Breton en el Manifiesto surrealista. Hoy recuperamos uno de sus sueños y un ejercicio de escritura automática de la pintora.
Sueño
Estoy lavado una gatita rubia en el lavabo de algún hotel, pero no es cierto, parece más bien que es Leonora, que lleva un abrigo amplio y que necesita ser lavado. La rocío con un poco de agua de jabón y sigo lavando la gatita, pero muy perpleja y turbada, porque no estoy segura de a quién estoy bañando. Alguien, alguna de las dos, me dice que el señor Gamboa se acaba de ir a Bruselas y que antes de salir me ha enviado un telegrama certificado, ordenándome pintar en color tórtola la fachada de su casa. Me entra una angustia mortal y en ese momento tocan a la puerta. Voy a abrir y veo un personaje embozado en una capa oscura y con un sombrero de paja veraniego. Me dice que viene de parte de la señora Amarilla. ¡Claro!, entiendo inmediatamente que el amarillo como fuerza conciliatoria y determinante me es muy favorable. Le hago entrar y me parece algo peludo, a la manera no natural de un actor de teatro. La gata-Leonora ha desaparecido. Yo siento un terror súbito: ahora voy a saber algo que mejor ignorase. Este hombre misterioso me lo va a decir. Efectivamente, se sienta y empieza a quitarse el disfraz, el sombrero, el exceso de pelos, barbas, etcétera, y entonces reconozco a Juan. Él se ríe mucho y me dice: “Quelle bonne farce! Vine para advertirte de algo”. Entonces, yo me puse a llorar desconsolada, porque comprendí enseguida lo que significaba algo. También sentí un terror muy grande, y lloré y me desperté. Ahora no sé ya qué quería decir algo (dos de la mañana) y estoy pensando y pensando y no me puedo acordar qué era. En mí todo está seguramente muy mal, si yo imagino que Juan entra, ahora, en este lugar común y corriente, sin gatas rubias ni nada, no abría cómo decirle que he comprendido, porque en realidad he olvidado, sólo que sé que no me parce enteramente él, más bien una…
Un ejercicio de escritura automática
Pero no es así, pluma caída, pluma de ave, desde luego, y ni siquiera se ha dado cuenta esos productos para impedir la calvicie, bueno ¡nada es claro!, tres hombres velados a la manera secreta de los que deben ocultarse porque saben, pero al lado de esta sabiduría que no es cotidiana, no tienen el menor sentido de lo cotidiano, ¡y claro! caen en un pozo, que descuidadamente quedó abierto en medio de la calle pues era necesario arreglar las alcantarillas, una vez caídos allí y sucios los velos, tuvieron que abandonarlos, caminando, caminando, no es exacto, nadando, ¿Qué si llegaron? quién sabe, se oye a medianoche, para ser clásicamente negros, quiero decir, negramente humorísticos. Una vida inocente, nada de temer, ni de dolor ni de culpabilidad, el metro cuadrado alrededor es completamente seguro, pero… tantas abejas han entrado y se han puesto a fabricar miel que ya casi un metro y me llega a más de medio cuerpo no sé qué hacer, si siguen quedaré enterrada en miel, adorable manera de morir.