Poesía mexicana: Olivia Oropeza

Leemos poesía mexicana. Leemos algunos textos de la poeta Olivia Oropeza (Villa Obregón, Jalisco, 1997). Nacida Sombra (Summa, 2023) es su primera colección de poemas. Ha sido becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico por el FONCA.

 

 

 

 

 

 

TRÍGONO

(Una pregunta, un descubrimiento y una declaración)

 

 

 

  • Interrogante

 

¿Crees que me alcance el tiempo?

Quiero, secretamente, mirar el mundo y encenderlo.

 

Qué envidia tengo de las cosas​​ 

que ya son sin preguntarse:

lluvia, sol, luz, roca.

 

¿He de volverme de piedra para poder sentirlo?

 

Mientras tanto: respira profundo.

Meditar es practicar para la muerte.

Mientras tanto: respira profundo.

 

Hay tiempo suficiente para estar muerta,​​ 

encontrarse, siempre nuevamente, en el principio,​​ 

ser la serpiente mordiéndose la cola.

 

 

 

 

 

 

 

  • Sensor

 

 

Mi piel fruncida al frío: sensor.

Mis oídos alertas: sensores.

Sensor, mi boca salivante.

 

Sensor también mi mente:

alucinación del pensamiento.

Qué terrible no poder dejar de ser radar o búsqueda.​​ 

 

Con estos sensores percibo:

 

el silencio que no existe,​​ 

el agua hirviendo que no quema,

la luz que rebota y que permite.​​ 

 

Ensucio todo lo que por mí atraviesa,​​ 

ni un suspiro se libra de mi misma,

nada es por sí solo, ideal o puro.​​ 

 

La pureza, para permanecer invicta,​​ 

ha de ser país de formas virgenes.

 

La virginidad, un estado inaccesible,​​ 

que persigo y se me niega.

 

Qué maravilla poder ser​​ 

hallazgo, encuentro,​​ 

nota, partícula, silencio.

 

Desarraigados, hijos de nadie,

desterrados del estado ideal

amarrados en el centro visceral.

 

Sensor, sensor, sensor.

 

Qué terrible no poder dejar de ser radar o búsqueda.

 

 

 

 

 

 

  • Todavía de piedra

 

La aspereza de la roca:​​ 

no saber tenerla, no poder tenerla

mas ser de roca en su contacto.

 

La dulzura de la fruta

que no existe en la saliva​​ 

hasta poner la boca en ella.

 

Despertar a la existencia de lo ajeno,

comprobar en el contacto sus matices,

abandonar el centralismo invicto,​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ autómata.​​ 

 

Sumergirnos en las profundidades,

un halo de luz rompa la superficie,

nos alcance en el sueño de lo uno:

 

bagaje antiguo y escondido de palabras,

 

discurso estéril que no sirve​​ 

sino para abandonarse:​​ ser rendido.1

 

Así, en el agua, me despiertas

y no sabemos si es tu boca

o es la mía, la boca que nos besa.

 

Así, en el entierro, que es el cuerpo, me das vida

y no sabemos si es tu cuerpo

o es el mío, esta mezcla que nos reconcilia.

 

Nadie está soñando​​ 

¿Nadie está soñando?​​ 

Nadie está, soñando

 

he elegido, de entre todas las palabras,

darte la ausencia en las definiciones:​​ 

ningún beso mío busca descifrar tu boca,​​ 

 

sino mantenerla interrogante

ante el pasar del tiempo.

 

Poder ser de tu boca en su saliva​​ 

y poder ser de piedra​​ 

y no tener que preguntarme.

 

 

 

 

 

 

Imposibilidad

 

Hay belleza además

donde tú miras,

mas no me pertenece:

el sol,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el cielo,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ el viento,​​ 

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que te toca,

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ es sólo tuyo.

 

Sobre esta ciudad​​ 

se oxidan las hojas​​ 

de las buganvilias

 

que, como yo,​​ nacieron

para que las mires.

 

No hay primavera​​ 

en mi nostalgia

y tú eres verde.

 

 

 

 

 

 

 

Este otro mapa

 

Trazo una línea de color rojo​​ 

por el borde digital de un párrafo,​​ 

así evito ensuciar el texto.

 

El texto no podría ensuciarse,

todas las cosas necesarias​​ 

saben reciclarse a sí mismas.

​​ 

Trazo una línea de color rojo​​ 

por el borde digital de un párrafo,​​ 

pienso en el poema que escribiste:​​ 

 

ese mapa donde trazarías​​ 

con una línea la caminata​​ 

hasta nuestro primer beso.​​ 

 

Andar más de diez kilómetros

desde Bellas Artes a Mixcoac.

Lugar donde se venera a la serpiente nube.

 

Recuerdo el mapa sobre la sala​​ 

de los amigos economistas:​​ 

España: Madrid y Barcelona.​​ 

 

Ciudades testigos de su origen

caminos andados en su historia.

 

El amor no es algo original.​​ 

 

Entonces: otro rojo

te absorbe por completo,​​ 

estalla de tus puños a los muebles.

 

El amor no es algo original,​​ 

pienso mientras me resiento.

​​ 

Cajas de chocolates envueltas​​ 

en absurdos celofanes rojos,

con peluches de papelerías,​​ 

 

mecanismos predeterminados,​​ 

espacios siempre consumidos​​ 

donde los demás se aman.​​ 

 

No tengo permiso, no tengo amor,

sólo esta sutil tensión irracional:​​ 

 

ser como ese aroma de la hierba​​ 

apenas prendido en el plumaje.​​ 

 

Ser el animal que no pretende​​ 

penetrar el cuerpo de la hierba.

 

Encarnar la mirada con esa sutil mezcla​​ 

donde dos de reinos tan distintos se aman.

 

En mi memoria un anillo gira en esta mesa,

por su presencia o por su inexistencia.​​ 

 

Ningún hilo rojo que condujera​​ 

de Bellas artes a Mixcoac.

 

Sólo este borde en el texto que no ensucia.

 

Rojo, mientras mi memoria se desgarra.

Rojo, el animal frota su piel contra la hierba.

Rojo, el anillo en la mesa está girando.

Rojo, dos jóvenes caminan sin ningún mapa.

 

Ningún hilo rojo que conduzca​​ 

de tus manos a mis manos.

 

Ningún anillo que sostenga​​ 

nuestra otredad en la promesa.

 

La falsedad de tu poema,

tu negligencia para amar:

ese mapa que me regalarías​​ 

 

si tan solo fueras capaz de levantarte de esta mesa.

 

 

 

 

 

1

​​ Soneto II, Garcilaso de la Vega, v. 8.

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