Poesía chilena: Boris Durandeau

Leemos poesía chilena. Leemos algunos poemas de Boris Durandeau (1967). Pampa Negra Ediciones, en su Colección Pleamar, publica un adelanto de su próximo libro Ckausama. Ritos del despojo, que cuenta además con el prólogo de Günther Guzmán Tacla y el epílogo de Naín Nómez.

 

 

 

 

 

 

Boris Durandeau nace en Santiago en​​ 1967. Poeta y abogado, licenciado en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Magíster en Derecho Económico por la Universidad de Chile. Ha publicado en poesía: Tránsito a lo Divino​​ (1994),​​ Bajo tu sombra​​ (2000); y​​ Canto bipolar​​ (2006).También ha realizado los videos:​​ La Negra​​ (2007),​​ Sexo Tribal​​ (2010) y​​ Sálvame de la Sanidad. La fusión de la plástica y de la literatura es una constante en su propuesta estética, alternando entre dibujo, pintura y fotografía. Referentes importantes en este obra, son su padre y su tía Dora, quienes le transmitieron el amor al desierto a través de relatos orales, diarios de vida, fotos añosas, objetos sobrevivientes de maremotos, las marinas y paisajes áridos del “tío” César Soto Moraga o las​​ Narraciones Históricas de Antofagasta​​ de Isaac Arce. La enfermedad de alzhéimer les borró sus recuerdos y también sus vidas, pero como último acto consciente le dieron al poeta el legado a no olvidar.

Compartimos, a continuación, un adelanto de su próximo libro:​​ Ckausama. Ritos del despojo,​​ a ser publicado este mes en la Colección Pleamar de Pampa Negra Ediciones.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

I

 

Inclino mi cabeza ante la montaña

con el permiso a​​ ckunza tickan1

para hablar las lenguas perdidas

del lalackuntur2.

Buscando la huella de tus huellas,

pettir ckucks3

anclé en ti, Atacama La Baja,

Santa Magdalena de Cobija.

Prefectura Litoral

vieja tributaria, fondeadero

de un puerto de escombros.

El timón de tierra me lleva

a tu rada de espejos rotos

donde las vasijas hundidas se acicalan.

Resplandecen mis ojos en la niebla.

Ojos locos, de tiempo inverso.

Eché suerte con las momias, saqué tu arcano

y ante los pronósticos de peste y maremotos

hallé una mandíbula en la arena,

comodín eterno, reluciente y risueño.

Yo no cabía en mí, pero ella sí.

Arañé sus huesos, toqué el cuarzo diseminado

y acaricié el pelo cobrizo

que se deshace frente al Pacífico.

Cerca de la Cueva del Cura te confesé mi ultraje.

Daniel Pinto me advirtió: “Es un chinchorro perdido

—y resaltó— quien toca esta orilla no sale de ella”.

Te amo en los círculos de piedras

cubiertos con huesos de ballena

y piel de lobo marino.

Me observa un chango desaparecido

que ríe ante mi lascivia

y la perversión de tu soberanía.

Llegué tarde,

esa toldería la usó la fiebre amarilla y las olas,

reclamando una nueva tirada para sus augurios.

Muero en la resaca de la bahía

y me entrego a tus orillas.

Soy traficante y por qué no arqueóloga,

mariscadora de letras y actriz.

En tu escenario ensayo el guion,

hálito de los que no están.

Las palabras caen una y otra vez,

y entono el mantra de tu espuma,

polvo,

óxido,

sal

 

 

(...tras la huella de tus huellas) (fragmento)

 

 

 

 

 

 

XIII

 

No bastan las piedras apiladas,

jovial pesadilla que galopa sobre los muros,

exhibiendo los cráneos de Quitor.

Los que roban maíz y ganado traen sus reglas.

El acta de paz no los controla.

El equilibrio del mundo no vuelve

y desde la tronera dispara flechas de aire.

Alimenta la levedad voraz del felino interno,

que da botes en el colisionador de partículas.

Nuestros abismos se desgarran en las murallas.

Pronto llegará el sacrificador con su máscara de jaguar

y abrirá las faenas inhalando la pureza de la pampa

con hambre de gula alucinógena.

Lleva en la mano nuestra cabeza

y en la otra, el hacha de los tratados y las treguas

 

(...los cráneos de Quitor)​​ (fragmento)

 

 

 

 

 

 

XIX

 

El Orillero busca pulpos, prefectos, lapas o peones,

changos, huiro negro, sacristanes y feligresía, palo o canutillo,

mariscos o inmigrantes, marinos e invasores.

Rastrea pestes y tsunamis. No hace distinción,

tiene el chinguillo lleno y a paso seguro avanza

sobre las​​ changas​​ de perlón glorificadas.

Toma el cebador y en una punta amarra el anzuelo

de los paraísos donde clava el cangrejo doctrinal

y lo introduce en las cuevas, ahí se esconde

la miseria que nos nutre.

Mantiene una distancia apropiada

para que no lo veas y te espantes.

Tickan tecka


(...el Orillero)

 

 

 

 

 

 

 

Ckausama. Ritos del despojo

Boris Durandeau​​ 

Pampa Negra Ediciones, Colección Pleamar

978-956-6297-07-9

16,5x21cms, 118págs., 2024.

Prólogo de Günther Guzmán Tacla y epílogo de Naín Nómez

 

 

1

​​ Kunza (Ka). Nuestro padre.

2

​​ Ka.​​ Despertar del día.​​ 

3

​​ Ka.​​ Camino inútil.​​ 

 

 

 

 

 

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