Jesús Bartolo (Atoyac de Álvarez, Guerrero, 1970 ) ha publicado los libros de poemas: Los árboles duermen de noche (1998); Poemas para besar una espalda (1999); Cachimbo (2000); El responso del gato (2000); No es el viento el que disfrazado viene (2004); Estar de vuelta (2005); Aviso de ocasión (2009); Diente de león (2009); En la cadencia de los pies (2010); Basalto (2011); La hoja murmurante. Iconografía de un duelo (2012); Calle Agustín Ramírez (2013); Lloverse mientras llueve (2014); Memoria de nuestro polvo (2015); En las lágrimas de la Abuela nunca retoñó un paquidermo (2015); Trino de grosellas verdes en el alba (2023); Manual para bajar de peso (2023). Actualmente es Becario del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
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Canción de Mabré
Abrirán las campanolas por santo y seña
y sobre Mabré caerán los trazos,
cada cual trenzará el polvo de su estar.
Florecerán las calles en índigos y peroratas.
El agua bosquejará las nubes,
como ave onírica y de raíz en simiente.
Alisios serpenteantes dejarán sentirse,
Mabré… Mabré… Mabré… Mabré…
Y buscarán secretos debajo de las soleras;
fondearán por lo que aquí resta los barcos
en la ceguera del pájaro absoluto.
En la ceguera y por agua Mabré, no bastará.
1
Narrador
El Viento de aquellos días traía noticias de manera sosegada. Hablaba al oído y cuando era necesario gritaba en forma de campana o de aullido. Otras veces graznaba y los viejos comprendían el presagio. Entonces el disimulo se volvía un arma, y los rezos, pequeños dientes que buscaban roerle al miedo aquello cierto.
Mabré
Allá en la infancia lo recuerdo, tigre, todo a tropel, explorando cada rincón sin el menor miramiento; luchando con los árboles que cedían algunas hojas, risueño y con la gorra de lado después de su travesura. Cuando paraba en una esquina, las mujeres se santiguaban porque en sus ojos, —lo mismo que en su lengua— el deseo era una mano perfecta.
Como un niño tras su pelota, el Viento corría hacia abajo del pueblo. Cuando cambiaba de dirección, subía de peso y un húmedo olor como de lejos traía entre sus dedos.
Por él supe de la palabra “mar” y de una carretera y de una Línea Amarilla que se tendía hasta que los ojos no podían nombrarla.
Al mediodía el Viento, igual que un becerro, buscaba sombra y quieto panza arriba, se entresacaba de las uñas recuerdos. Más de una vez lo vi llorar, pronunciando nombres de conocidos de su infancia.
Ciertas veces lo miré buscar rostros en su memoria y encontrar siluetas blancas: eran nombres e imágenes de los desaparecidos. Los que nunca se van, los que por olvido siguen vivos y tanta muerte no les hace falta.
Viento
Déjame contarte este dolor que me cruza como un río y me parte; hablarte sin descanso de este pueblo, que era, que aun siendo el mismo ya no es.
¿Sabes? Lo que tengo de nostalgia lo tengo de edad. Desde entonces el grito ahogado y los ojos ciegos de mirar tanto.
Aquí estuve cuando la primera lluvia y escuché lo que dijo sobre cada nuevo techo, en cada solar, en cada brecha que se abría con perspectivas de calle.
Supe por qué llegó la Línea Amarilla, cruzó el pueblo y subió a la sierra.
2
Narrador
Día martes, madrugada: difícil el rumor soprano que avecina el Viento. O sólo es ese gato estirando las patas con desgano, la otra nostalgia de árbol puntiaguda. Mabré mira por la ventana, ala muerta a esta hora es la queja.
Línea amarilla
Hay que contar, ser precisos, alargar la mano para devolver los días, el insomnio corolado, los ojos adentro de Mabré, la brisa pertinaz de aquellas horas en que el espejo reflejaba la imagen del suicida, la ciudad al fondo sobre el riel fecundo de la noche.
Mabré
De vez en cuando hay que sacar la basura, dejarse pudrir,
beberse la muerte a sorbos largos y gozar su lenta alegría.
Viento
Cierra la ventana,
deja que mi puño lanoso arranque de tu mirada
la alergia tenue de tu muerte, pero no mires en el espejo.
Mabré
Qué otro golpe lanoso sabes contra las ventanas, Viento,
si el día zapatos blancos muge.
***
El terrorismo de Estado que el gobierno aplicó para combatir el movimiento encabezado por Lucio Cabañas en los años sesenta y setenta generó además de asesinatos, un número impreciso de desapariciones forzadas y gran cantidad de desplazamientos de personas que abandonaron su terruño, huyendo de la violencia en contra de la población civil por fuerzas armadas, que, al parecer, tenían permiso para violar cualquier tipo de derecho humano.
Jesús Bartolo, siendo parte de las comunidades reprimidas y damnificadas, no podía ignorar estos sucesos. No es el Viento el que disfrazado viene es su manera de revisar los efectos de la llamada "guerra sucia" para conocer las emociones que persisten en miles de familias víctimas de ese periodo. Este libro singular aborda esa problemática de un modo experimental que no se ciñe a géneros literarios sino que los insinúa: es una obra de teatro que cuenta a veces como un relato y que canta casi siempre como un poema la melancolía y el desasosiego de quienes esperan y buscan a sus seres queridos arrebatados por la fuerza. Se trata también de un ejercicio de auto conocimiento para llegar a un momento de empatía que lo acerque a quienes han pasado por una experiencia semejante
Desde el primer momento hubo quienes, perjudicados por aquella ola de violencia, asumieron el riesgo de buscar a sus familiares aun sabiendo que podían correr la misma suerte. Ellos y ellas han protagonizado el lado más triste de esta parte de la historia. No es el Viento el que disfrazado viene es una referencia de amor filial que persiste y lucha a pesar de todo.