Poesía mexicana: Pedro Derrant

Proponemos la lectura del poeta mexicano Pedro Derrant (1994). Leemos aquí poemas inéditos y también algunos pertenecientes a su primera colección, Catábasis, publicada en Perú por Summa. La fotografía de portada es de Olivia Oropeza.

 

 

 

 

Pedro Derrant (CDMX, 1994). Poeta, editor, investigador. Medalla Gabino Barreda (2016). Miembro fundador del Seminario de Estudios Lopezvelardeanos.​​ Catábasis​​ (Summa, 2023) es su primer libro de poesía. Ha publicado en​​ Nexos, Paraíso. Revista de poesía, Ærea, Distrópika,​​ entre otros.​​ 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Aristófanes recapacita en la sobremesa

 

«Tal vez sea cierto que estamos partidos

por la mitad,​​ 

   que antes

que amaneciera el mundo fuimos otros. Tal vez

sea cierto que algo vino luego, un rayo,

una espada afiladísima, algo,

la discordia, tal vez.

 

Amasijo de tierra empapada en sangre: nosotros.

Uno y otro, huérfanos ventrículos

que buscan. Tal vez,​​ 

si esto es cierto,

te he encontrado.

 

Estamos al final de los banquetes,​​ 

pero, entonces, ¿por qué la sed?

 

Tal vez, sí, tal vez

el encuentro no sea

como entre el agua y la boca en avidez abierta,

entre el reposo y los miembros abatidos del cansancio.

 

Tal vez sea más

como el hueco que se forma en el dedo herido por la espina,

el tajo del relámpago en el tronco en dos partido,

quizás,

como el cerebro atravesado por la duda.

 

Tal vez no somos el corte,

  sino la sangre que brota;

tal vez no los fragmentos del hueso fracturado,

  sino el grito;

tal vez no la carne exiliada por el parto,

sino la muerte que han depositado en nuestras manos.»

 

Inédito

 

 

 

 

 

 

Primer discurso contra la memoria

 

Sebastián, las hojas

que encontraste en los cajones de tu cuarto,​​ 

las personas

que se agazapan al fondo de tus ojos

—aunque son inventos tuyos​​ 

     o rescoldos​​ 

del tiempo,​​ 

que toda la verdad consume y a su paso​​ 

no deja sino un rastro de mentiras—,

regresan a perseguirte,​​ 

ahora, que por fin descansabas.

 

Sebastián, quisiera

que la memoria fuera diferente, que el pasado

no volviera con un látigo en la mano

y que, conforme andamos,​​ 

el camino

se borrara.

 

De esa forma, Sebastián, no tendrías

esas ganas de sólo ver cómo la lluvia

se holocausta en el cristal de tu ventana,

ni llevarías una palabra atorada en el pecho,

ni la cara a cuestas,​​ 

    como si te pesara.

 

De esa forma,​​ 

   Sebastián,​​ 

el mundo

sería a cada instante un nuevo mundo;

y todas las aves perderían sus nombres;

y el cielo en tu azotea no sería​​ 

más que un indescifrable azul milagro;

y el Ajusco,​​ 

   ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ a lo lejos,

  parecería​​ 

un dios desconocido y bueno

al que adoras en silencio con los ojos;

y las palabras, Sebastián, resultarían

extranjeras y del todo innecesarias.

 

De esa forma,​​ 

Sebastián, en la mañana

una mirada tuya​​ 

   sería​​ 

el origen luminoso de todo lo que veo.

 

Catábasis​​ (Summa, 2023)

 

 

 

 

 

 

Catábasis

 

Descender, descender, descender

como es costumbre:​​ 

    ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ descender​​ 

de la fruta a la raíz, de

la cabeza a los genitales,

descender hasta el fondo de la tierra.

 

Y dentro de la tierra hallar

una habitación hinchada en rojo;

y dentro del rojo, una bañera;​​ 

y dentro de la bañera, un agua

en la que late un palpitar de orígenes

     

(es decir,

en la que lucha inquieto un par de amantes:

gemelos en el vientre de la muerte).

 

Fue el Demonio quien me trajo aquí, declaro,

el Demonio encubierto en nombre de ángel

—para que no se traicione la costumbre—.

Y fue el Demonio quien me dijo “el limo

que te espera en el fondo de los ríos​​ 

es la tierra más fértil de la tierra”.

 

Y fue el Demonio quien me dijo “el lema​​ 

de la alquimia​​ 

   recomienda​​ 

visitar​​ 

el interior de la tierra:​​ 

    ahí,​​ 

si rectificas,​​ 

podrás hallar la piedra oculta”.

 

Y yo, que tengo un nombre​​ 

de piedra puesta en la corriente helada​​ 

de un río, piedra

   descendida

hasta el fondo del limo

y con la piel labrada en siglos,

 

(yo: Pedro: un hombre: piedra)

 

yo quise descender por si encontraba

mi reflejo en el reverso de las aguas.

 

Mas sólo hallé cristal de roca,

espejo en que me miro desde entonces.

 

Al fin, el que desciende siempre vuelve

su rostro con nostalgia para arriba,

a la superficie que ha dejado.

 

Y, luego, cuando vuelve a ella,

cuando asciende​​ 

—porque la vida es eso:​​ 

un ir de arribabajo—

no puede evitar que su mirada vuelva.

 

Tanto el poder mirar en mí pudiera,

que sólo por mirarte te perdiera;

pues si perdiera la ocasión de verte,

perderte fuera así, por no perderte.

 

Eurídice,

  Orfeo,​​ 

amantes descendidos:​​ 

    somos

una raza que le da la espalda a todo

—menos, aunque suene a paradoja,​​ 

a aquello que tenemos tras nosotros:

el pasado. Ya lo saben:

el pasado siempre puebla nuestros ojos—.

 

Y de ese apenas ver y siempre atrás hacemos

jirones negro sobre blanco, trazos​​ 

que ni siquiera alcanzan a llenar el margen,

y nunca alcanzan a decir lo que queremos.

 

Si pudiéramos

decir en realidad lo que queremos

el lenguaje entero no sería más que una sílaba

sin inflexiones,​​ 

suspendida​​ en la punta de la lengua:​​ 

un gemido,

a veces amatorio, a veces fúnebre

que dijera, según la conveniencia,

“te odio”, “quédate”​​ 

o “te veré, mi amor, por la mañana”.

 

Y no habría palabra piedra,

ni la piedra sería metáfora de lo que sin remedio no tenemos,

porque no importaría la pérdida.

 

Toda carencia es lingüística, ¿sabes?

 

Hubiéramos sido sólo

dos cuerpos

abrazados por el agua

y en un silencio de orígenes:

un par de amantes sin palabras,

sin muerte, descendidos, para siempre

       

       quietos.

 

 

De​​ Catábasis​​ (Summa, 2023)

 

 

 

 

 

 

En lo que pienso mientras cuelgo un cuadro

 

Para Rolando Kattán, que lleva un mapa alrededor del cuello

 

 

Te habría regalado un mapa enmarcado que colgaras en la sala,

si hubiéramos tenido tiempo

te habría regalado un mapa

de la Ciudad de México, intervenido en dos colores:

en amarillo hubiera recorrido​​ 

de Bellas Artes a Ámsterdam​​ 

—donde cayeron​​ 

los muros que llevaban nuestros nombres—;

y en rojo el resto del camino, hasta tu apartamento,​​ 

como para mostrar que la fatalidad nos recorría enteros:

de la boca a la planta​​ 

de los pies. Yo cojeaba​​ 

aque-

lla no-

che,

¿recuerdas?

 

Te habría regalado un mapa enmarcado que colgaras en la sala,

para que la gente preguntara en qué camino se obstinaban los colores,

y hubiéramos podido contar una historia o,

mejor aún,

quedarnos callados y decir con eso:

 

a) que a fin de cuentas una noche no hay quién la cuente, aunque una y otra vez, hasta el cansancio, la contemos;

b) que quien no atraviesa a un solo pie los kilómetros que van de Bellas Artes a tu apartamento, en medio del invierno, olvidado del dolor y de la muerte, no puede recobrar lo que un mapa así señala;

c) que tal vez el amor sea recorrer la noche lastimado,​​ 

pero no solo.

in girum imus nocte​​ 

et consumimur igni

giramos en el medio de la noche

y somos consumidos por el fuego

 

Ojalá hubiera pensado antes en esto.

Te habría regalado un mapa enmarcado que colgaras en la sala;

ahora, esas líneas serían una herida enorme y sin sentido

(tac: un clavo en la pared)

sobre la piel de un mapa.

 

 

Inédito

 

 

 

 

 

 

 

Leyendo​​ Guerra y paz

 

(24 de febrero de 2022)

 

 

Termina la batalla, suena

el último descargo de la pólvora,

     ¿lo escucha

alguien,

   alguien

lo registra?​​ 

 

¿Termina la batalla si nadie sabe que ha sonado

el último disparo? ¿Empieza

la batalla si nadie sabe

poner el dedo en el instante exacto

que las armas desgarran el silencio?​​ 

 

¿Y los ecos que atraviesan nuestros años?​​ 

       ¿Y los hijos

de esta batalla,

que, aunque alguien diga que hace tiempo ha terminado,

late viva en el pecho de los muertos?

 

¿Ha empezado en serio la batalla

o es la misma que una y otra vez renace,

dormida solamente entre uno y otro asalto?

 

¿Alguna vez terminará esta guerra?

 

Inédito

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Librería

También puedes leer