Poesía norteamericana: Sally Wen Mao

Leemos, en versión de Alejo Morales, traductor de poesía anglo en @lengua_dos, algunos textos de la poeta norteamericana Sally Wen Mao. Publicó en Graywolf Press The Kingdom of Surfaces (2023), finalista del Maya Angelou Book Prize 2023.

 

 

 

Sally Wen Mao es autora del poemario​​ The Kingdom of Surfaces​​ (Graywolf Press, agosto de 2023), finalista del Maya Angelou Book Prize 2023.​​ Su primer poemario de ficción,​​ Ninetails,​​ saldrá a la venta en Penguin Books en mayo de 2024. Es autora de dos poemarios anteriores,​​ Oculus​​ (Graywolf Press, 2019), finalista del Los Angeles Times Book Prize, y​​ Mad Honey Symposium​​ (Alice James Books, 2014). Su obra ha aparecido en​​ The Best American Poetry 2013​​ y​​ 2021, The Paris Review, Granta, Poetry, A Public Space, Harpers Bazaar, The Washington Post​​ y otros. Ha recibido dos premios Pushcart y una beca del National Endowment for the Arts; recientemente fue becaria Cullman en la Biblioteca Pública de Nueva York y becaria Shearing en el Black Mountain Institute. Ha enseñado escritura en NYU, Cornell y Sarah Lawrence College, y será profesora adjunta de inglés y escritura creativa en Baruch College en 2024.

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

Nucleación

 

La recolección de perlas, el proceso mismo, es una violación sistemática y continua de la carne:​​ se inserta el tejido del manto de una criatura extraña en​​ la concha de la ostra y se espera a que su interior reaccione. Esto se llama nucleación. Presa del pánico, la ostra produce nácar. Atrapado en el nácar, el agente invasor (el parásito o tejido del manto) es absorbido por la perla.

Domesticar, pues, es alimentar a la fuerza. Mikimoto, en sus sueños, quería un collar de perlas que brillara alrededor del cuello de cada mujer del mundo. Como las aguas bioluminiscentes de su juventud, una inmersión en las profundidades marinas, las perlas al ser usadas, se volvían cálidas al tacto.

Las mujeres llevan el trauma de otras criaturas alrededor de sus cuellos, en un intento de poner un velo sobre su propia piel. Adornarse para ser adoradas. ¿Y si fracasamos? ¿Y si somos fracasamos en el amor? Un hombre una vez me llamó "adorable" en una cita en un museo. Afuera estaba granizando y caminábamos por el ala de Muerte y Trascendencia. Miré dentro de la tumba de una mujer, sus incrustaciones de nácar. Un cuerpo inerte me devolvió la mirada, en el hueco que había alrededor de mi cuello.​​ No tenía amuleto, no tenía protección.

 

 

 

 

 

 

 

Nucleation

 

The harvesting of pearls, the very process, is a continuous systematic violation of flesh:​​ insert the mantle tissue of a foreign creature into the oyster shell and wait for its insides to react. This is called nucleation. Panicked, the oyster​​ produces nacre. Trapped in the nacre, the invasive agent—the parasite or mantle tissue—is subsumed by the pearl.

 

To domesticate, then, is to force-feed. Mikimoto, in his dreams, wanted a string of pearls to glow around the neck of every woman in the world. Like the bioluminescent waters of his youth, a deep-sea dive, the pearls became warm upon touch, upon being worn.

 

Women wear the trauma of other creatures around their necks, in an attempt to put a pall on their own. Adorn the self to be adored. What if we fail? What if we are failures at love? A man once called me “adorable” on a date at a museum. It was hailing outside, and we were wandering through the Death and Transcendence wing. I looked into a woman’s tomb, its mother-of-pearl inlays. A limp body looked back, into the gap around my neck.​​ I had no​​ 

amulet, I had no protection.

 

 

 

 

 

 

 

 

Óculo

 

Esta mañana miro la

transmisión en vivo de la chica muerta. Hace dos días, subió

 

sus confesiones:​​ No puedo soportar el dolor

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ que​​ subtitula sus ojos negros,​​ lagunas​​ en un rostro

 

brillante​​ como​​ la​​ escoria. No soporto la nieve de Ítaca—

cómo cae, cómo se hincha sobre los puentes,

 

bajo mi ropa,​​ y sin embargo​​ no puedo ser​​ retenida

ni contemplada​​ aquí, en esta conejera estéril,

 

en este estruendo de objetos en ruinas,​​ pliegues​​ de aburridos

escándalos. Medias enrolladas hasta el dobladillo

 

mientras miro los videos de su novio, apapachándole:

pórtate bien, cariño, así puedo convertirte en mi esposa.

 

Cómo cayó la​​ chica​​ muerta, esperando una mano que la sostuviera,

unos ojos que la contemplaran mientras se encendían las luces

 

y posaba​​ para su foto, con las pestañas largas

y todas mojadas, las piernas afiladas, brillantes como espinas.

 

Sus ventanas dan a Shanghai, las cortinas corridas

proyectan​​ una sombra sobre el río Huangpu.

 

Este año se ha congelado y se ha convertido en un tallo seco y sin sangre.

¿Por qué la luz de la noche

 

promete tanto?​​ Ella​​ limpió la lente

antes de morir. La mancha aún​​ vive.

 

La​​ vi chamuscar el borde de su cama.

 

 

 

 

 

 

 

Oculus

 

This morning I peruse the dead girl’s live

photo feed. Two days ago, she uploaded

 

her confessions: I can’t bear the sorrow

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ captions her black eyes, gaps across a face

 

luminescent as scum. I can’t bear Ithaca snow—

how it falls, swells over the bridges,

 

under my clothes, yet I can’t be held

or beheld here, in this barren warren,

 

this din of ruined objects, peepholes into boring

scandals. Stockings roll high past hems

 

as I watch the videos of her boyfriend, cooing:

behave, darling, so I can make you my wife.

 

How the dead girl fell, awaiting a hand to hold,

eyes to behold her as the lights clicked on

 

and she posed for her picture, long eyelashes

all wet, legs tapered, bright as thorns.

 

Her windows overlook Shanghai, curtains drawn

to cast a shadow over the Huangpu river,

 

frozen this year into a dry, bloodless

stalk. Why does the light in the night

 

promise so much? She wiped her lens

before she died. The smudge still lives.

 

I saw it singe the edge of her bed.

 

 

 

 

 

 

 

Occidentalismo

 

Un hombre celebra antiguas conquistas,

su libro encerrado en un silo,​​ aún en​​ imprenta.

​​ 

Garabateo, hago líneas​​ con Sharpie, desfiguro

su texto​​ como él​​ me desfigura.​​ Fuera,​​ los campos

​​ 

de grano​​ susurran. Los leones de mármol​​ están en silencio,

aun​​ así,​​ alardean con su​​ lengua​​ de plata​​ y dientes excelentes.

​​ 

En esta vida he adorado tantas mentiras.

Luego las​​ trabajo y las mejoro.

​​ 

Una Compañía de las Indias Orientales, un comercio de opio,

una guerra, un tratado, una concesión, una ocupación,

 

un hombre​​ que descorre​​ el velo que cubre el rostro de una mujer.

cara, sus uñas abriéndole los labios. Me encanta

​​ 

la fragilidad de un cuenco de porcelana. Qué fácil

es hacer añicos​​ la chinería, como la​​ urna de la dinastía​​ 

​​ 

Han que​​ Ai Weiwei​​ dejó caer​​ en 1995.

Si tan solo recuperar la historia silenciada

​​ 

fuera tan​​ sencillo como romper su contenedor: libro,

cuenco, cuchara de celadón. Tales objetos cruzan

​​ 

fronteras que nuestros cuerpos nunca podrían alcanzar.

En cambio, nos quedamos con la historia,​​ con su polvo

​​ 

rubio. Ese cuenco es irrompible. Todos sus fantasmas

nos estremecen​​ todavía​​ como pequeñas respiraciones.

​​ 

El tomo de la hegemonía sigue vivo,​​ circula

por​​ nuestras bibliotecas,​​ por​​ nuestro torrente sanguíneo. Un día,

​​ 

una chica como yo puede encontrarlo en una​​ estantería,

cogerlo, leer​​ sobre todas las formas en que su cuerpo

​​ 

es una cosa. Y​​ yo​​ no estaré allí para protegerla.

para tachar el texto y decirle:​​ adelante

reescribe esto.

 

 

 

 

 

 

 

Occidentalism

 

A man celebrates erstwhile conquests,

his book locked in a silo, still in print.

​​ 

I scribble, make Sharpie lines, deface

its text like it defaces me. Outside, grain

​​ 

fields whisper. Marble lions are silent

yet silver-tongued, with excellent teeth.

​​ 

In this life I have worshipped so many lies.

Then I workshop them, make them better.

​​ 

An East India Company, an opium trade,

a war, a treaty, a concession, an occupation,

​​ 

a man parting the veil covering a woman’s

face, his nails prying her lips open. I love

​​ 

the fragility of a porcelain bowl. How easy

it is, to shatter chinoiserie, like the Han

​​ 

dynasty urn Ai Weiwei dropped in 1995.

If only recovering the silenced history

​​ 

is as simple as smashing its container: book,

bowl, celadon spoon. Such objects cross

​​ 

borders the way our bodies never could.

Instead, we’re left with history, its blonde

​​ 

dust. That bowl is unbreakable. All its ghosts

still shudder through us like small breaths.

​​ 

The tome of hegemony lives on, circulates

in our libraries, in our bloodstreams. One day,

​​ 

a girl like me may come across it on a shelf,

pick it up, read about all the ways her body

​​ 

is a thing. And I won’t be there to protect

her, to cross the text out and say:​​ go ahead

rewrite this.

 

 

 

 

 

 

Carta de amor para una planta carnívora (Venus Atrapamoscas)


Eres una pintura vellosa. Soy parte de tus fauces. 
Nada te sacia —ni una mosca de la fruta, ni un grillo,
ni siquiera una tarántula. Eres la cariátide
con quien quiero batirme a duelo —humedad de rocío en las lenguas. Suntuosa
araña de cama, floreces en los osarios
del musgo de un terreno pantanoso, ¡me encanta como engañas
a las polillas! Es por eso que te dieron el nombre
de una diosa: no la Venus de Botticelli—
ni ninguna débil paliducha en el Uffizi. Hay voltaje 
en estas flores —madejas de mantillo, armerías
para amores astutos. Tu boca atraviesa cualquier cuerpo
pegajoso, traga iridiscencias, digiere
luz. Venus, déjame nadar en tu solárium.
Venus, envuélveme en tu traje de verano.

 

 

 

 

 

 

 

Valentine for a Flytrap


You are a hairy painting. I belong to your jaw.
Nothing slakes you—no fruit fly, no cricket,
not even tarantula. You are the caryatid
I want to duel, dew-wet, in tongues. Luxurious
spider bed, blooming from the ossuaries
of peat moss, I love how you swindle
the moths! This is why you were named
for a goddess: not Botticelli’s Venus—
not any soft waif in the Uffizi. There’s voltage
in these flowers—mulch skeins, armory
for cunning loves. Your mouth pins every sticky
body, swallowing iridescence, digesting
light. Venus, let me swim in your solarium.
Venus, take me in your summer gown.

 

 

 

 

 

 

 

 

https://aaww.org/wp-content/uploads/2016/05/lavender-town-sally-wen-mao.jpg

 

 

 

 

 

Pueblo Lavanda

 

No dejes que las flores agrias te engañen, niña.

Este pueblo es un pueblo muerto. La torre resuena
al​​ compás​​ de tu trino, de tu latido,
inaudible
para todos excepto para ti. Escuchas. Oyes.
Notas fantasmales, hojas inarmónicas​​ 
desordenan​​ la tierra, estaño y​​ crujido—
un pájaro lacrimoso​​ grita,
un cementerio brilla. Cuando subas la escalera,
no protejas tus ojos
de los píxeles, de un calor de 30 hercios—
no protejas tu asombro
de los fantasmas de presas bonitas.
Las que atrapas
cuando estás sola y asustada.

Pueblo Lavanda, noble pueblo púrpura,​​ emplumado,
sueño​​ perfumado​​ de campos violetas—​​ ¿Puedes oír
cantar a la máquina de matar? ¿Qué secretos​​ esconde?
¿Por qué correr? ¿Por qué aguantar?
Caminas al lado de la carretera, mordiendo una manzana
mientras agitas tu pulgar—
la sangre gotea,
eres un rebelde, un autoestopista, un pequeño sabio.

Cuando crezcas, y la pantalla ilumine
todos tus
puntos ciegos y reemplaces el
cartucho verde muerto
por uno en blanco de tu propia fabricación,
llegarás, por fin, a la
batalla final. Tal vez entonces descubras
que el juego al que estás jugando
es un truco: pensabas que eras invencible,

Y, sin más, el jefe
te deja KO. Y otras veces, te quedas asombrado
de tu propio aliento—

Creíste que estabas muerto,
pero tu cuerpo fue eterno todo el tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

Lavender Town

 

Don’t let the sour flowers fool you, child.

This town is a dead town. The tower tolls
to your trill, your heartbeat,

inaudible

to everyone except you. You listen. You hear.

Ghost notes, discordant leaves

clutter the earth, tin & rustle—

a lachrymose bird cries,

a graveyard glistens. When you climb the stairway,

don’t shield your eyes

from the pixels, 30 hertz heat—

don’t shield your awe

from the ghosts of pretty prey.

The ones you catch
when you’re alone and afraid.

Lavender Town, noble purple town, plumed, perfumed
dream of violet fields—can you hear
the killing machine sing? What secrets hide?
Why run? Why hold on?
You walk by the side of the road, biting an apple
as you wave your thumb—
blood sickles down, a rebel
you are, a hitchhiker, a tiny savant.

When you grow up, and the screen lights up
all your blind
spots, and you replace the dead
green cartridge
with a blank one of your making,
you’ll arrive, at last, at the final
battle. Maybe then you’ll find
that the game you’re playing
is a hack—you thought you were invincible,

and just like that, the boss
KOs you. And other times, you’re astonished
at your own breath—

you thought you were dead,
but your body was eternal all along.

 

 

 

 

 

 

 

 

El peaje del mar

 

 

La primera película en Technicolor de Hollywood,​​ 

una nueva versión de​​ Madame Butterfly, protagonizada por Anna May Wong

 

 

VERDE significa adelante, así que corre —ahora— 

VERDE el color​​ de la sirena del mar, cuyos favores son una hipoteca sobre el alma

ROJO significa detenerse, antes de que los acantilados se desplomen.

ROJO el color de la orilla que​​ acoge

BLANCO el color del hombre arrastrado por la marea, desde su camisa hasta sus pantalones y sus zapatos quebradizos.

BLANCO el color de la pantalla antes del Technicolor

BLANCO el color de la narrativa maestra

VERDE el color del océano, tan amable,​​ que​​ no deja​​ ni​​ una mancha en la camisa blanca.

VERDE el color de la​​ chica, tan amable — pero ¿por qué?

Ella habla:​​ Sola en mi jardín escuché el grito del viento y las olas.

En el jardín de la​​ chica​​ verde, el extraño la sujeta y le pregunta:

¿Cómo te gustaría ir a América? ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ Una mentira, empapada en el

ROJO de las cerezas silvestres que se vuelven marrones con el calor

ROJO el color de las rosas que espían

ROJO el color de su falso matrimonio

BLANCO el color del ceño fruncido del hombre blanco

Ella pregunta:​​ ¿Es gran alondra o gran gorrión lo que llamas a​​ esos buenos tiempos en América?

VERDE el color de su partida

BLANCO el color de las cartas falsas que se envía a sí misma

BLANCO el color de su hijo

BLANCO el color del borrado

ROJO el color del metraje perdido

ROJO el mar que se traga nuestras historias

ROJO el color de la niña que creyó en las rosas

ROJO el color del océano que ahoga a la niña

ROJO el color de la restauración final

En cada historia, existe​​ una pantalla Technicolor: negro / blanco / rojo / verde

En cada historia,​​ existe la​​ oportunidad​​ de restaurar el color

Si recuperamos los restos, ¿podemos reescribir el guión?

Solo en el jardín de un extraño,​​ corro​​ —​​ forjo un desierto con mis propios brazos

AZUL el color de nuestra narrativa recuperada

AZUL el color​​ de la sirena del mar, que se niega a mantener impecable una camisa blanca.

AZUL, el color de nuestro Pacífico recuperado.

AZUL el océano que ahoga a los mentirosos

AZUL la orilla donde la​​ chica​​ sigue viviendo

Allí se levanta, en la orilla opuesta

Allí despierta —prismática, sin hijos, libre— 

Despojada de la historia que la mantiene arrodillada

AZUL es lo opuesto al sacrificio

 

 

 

 

 

 

 

The Toll of the Sea

 

The first Technicolor feature in Hollywood, a retelling of  Madame Butterfly,

starring Anna May Wong

 

GREEN means go, so run — now — 

GREEN the color of​​ the siren sea, whose favors are a mortgage upon the soul

RED means stop, before the cliffs jag downward

RED the color of the shore that welcomes

WHITE the color of the man washed ashore, from his shirt to his pants to his brittle shoes

WHITE the color of the screen before Technicolor

WHITE the color of the master narrative

GREEN the color of the ocean, so kind, not leaving a stain on the white shirt

GREEN the color of the girl, so kind — but why?

She speaks:​​ Alone in my garden I heard the cry of wind and wave

In the green girl’s garden, the stranger clamps her, asks:

How would you like to go to America? ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ A lie, soaked in the

RED of the chokecherries that turn brown in the heat

RED the color of the roses that spy

RED the color of their fake marriage

white the color of the white man’s frown

She asks:​​ Is it great lark or great sparrow you call those good times in America?

GREEN the color of his departure

WHITE the color of the counterfeit letters she sends to herself

WHITE the color of their son

WHITE the color of erasure

RED the color of the lost footage

RED the sea that swallows our stories

RED the color of the girl who believed the roses

RED the color of the ocean that drowns the girl

RED the color of the final restoration

In every story, there is a Technicolor screen: black / white / red  / green

In every story, there is a chance to restore the color

If we recover the flotsam, can we rewrite the script?

Alone in a stranger’s garden, I run — I forge a desert with my own arms

BLUE the color of our recovered narrative

BLUE the color of​​ the siren sea, which refuses to keep a white shirt spotless

BLUE the color of our reclaimed Pacific

BLUE the ocean that drowns the liars

BLUE the shore where the girl keeps living

There she rises, on the opposite shore

There she awakens — prismatic, childless, free — 

Shorn of the story that keeps her kneeling

BLUE is the opposite of sacrifice

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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