Poesía polaca: Krzysztof Siwczyk

Leemos, en el marco del dossier de poesía polaca preparado por Krzysztof Katkowski, algunos textos del poeta y editor Krzysztof Siwczyk (1977). Su libro más reciente es Krematoria.

 

 

 

 

 

Krzysztof Siwczyk​​ (1977)​​ es​​ poeta.​​ Vive en Gliwice. Autor de volúmenes de poesía como​​ Niños salvajes​​ (1995),​​ Emil y nosotros​​ (1999),​​ Días dados​​ (2001),​​ Poemas para fumadores​​ (2001). Es​​ presidente del jurado del Premio ‘Nike’ (uno de los premios literarios más importantes de Polonia). Trabaja en la​​ editorial y organización cultural Instituto de Mikołów.

 

 

 

 

 

***

 

 

 

Aniversario

 

Tarta de chocolate puesta bajo un árbol,

espumillón de latón, luces eléctricas

en vez de fuego vivo, clichés

en lugar de lágrimas, una carga de inviolabilidad,

es difícil decir si alguien lo quería.

 

Hoy es viernes. Diecinueve de mayo.

El día será más largo que el más corto.

Nivel de agua: normal. Estado del aire: bueno.

Mañana se esperan chubascos breves

acompañados de tormentas eléctricas. Y eso es todo.

 

 

 

 

 

 

 

Domingo

 

En los pasillos, los vuelos bajan puntuales,

en los jardines se pliega hasta el anochecer.

La autopista no tiene adónde ir,

el susurro de las hierbas juega, una ola verde surge

bajo los corrales, el látigo apura los caballos.

 

El domingo de la conjuntidad. Roturas hace el gemido

del perro, la fatiga del material, las voces interiores

de la gente, que ahora se miran unas a otras.

Aunque están divididos por un muro de palabras y están unidos​​ 
por el eco de lo que no querían, siguen hablando.​​ 

 

Esperan el día de los noexistiendos

e inocurriendos. La gran masa del tiempo fluirá

hacia las canales, de los hangares vacíos saldrán

noches grises y​​ un​​ crujir de dientes

despertará del sueño​​ a​​ la lengua de Dios,​​ quién​​ sabe.

 

 

 

 

 

 

 

Bastión

 

En la sala de embarque​​ 
no hay asientos.

Hay zonas libres.​​ 

Hay​​ en ellas

los últimos guardianes del

campo de batalla. Señalicen:

por aquí no, cara al suelo.

 

No pasaron el escáner.

Uno estaba cerca del objetivo,

pero cayó al paso.

Con guantes blancos

del control se quedaron los negros

con esperanza y sin idioma.

Volaron con los​​ que tenían
que volar.

 

Por suerte, no habría

más pruebas. Ya esperan

furgonetas de hierro fundido, juntas afiladas,

un muro​​ sobresale​​ por su​​ aluminio.

A través de él verán el purgatorio:

el campo de tránsito. La limpieza de los alborotados.​​ 

Dijo el Señor en un instante.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Columbario

 

No importa a quién llegue este discurso

pueda llegar a quien pueda circunvalar, es

nuestra, sí, sin duda

somos nosotros los que nos sacrificamos en él,

de nuestro día y de nuestra noche aquí,

será despojado como una gasa

bajo la cual todo ha desaparecido,

nuestros olores después del amor

y las sábanas arrugadas de nuestra hija

que se ha ido lejos,

y nosotros permanecemos, te doy mi palabra,

una vez más en ese compartimento, ese

tiempo, esta mujer y este hombre,

esos niños jugando en la muerte,

atrapados en aquellos pocos libros

que nos prestamos

para el no-retorno eterno,

y sin embargo volvieron a nosotros,

tirados en una estantería suelta,

a través de la hilera, como nosotros

cuando lo vertical se pierde en toda simetría,

y nada encuentra su lugar,

las habitaciones vacías visitadas por el polvo,

de los recuerdos​​ se​​ hizo​​ literatura,

esta gente escribía, podía más,

se encariñaba, marchaban

al fondo gramatical, dramáticamente,

línea a línea, verazmente,

nadie los esperaba

y aceptaron con los ojos cerrados.

Baste​​ vivir para​​ un​​ hasta luego.

 

 

 

 

 

 

 

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