SILENCIO, FUEGO PARA TU SED / FRACTURA, BELLA CICATRIZ PARA TU DESNUDEZ: EN TORNO A DOS POEMARIOS DE CARMEN PALOMO PINEL
Yordan Arroyo,
poeta y lector apasionado
I
(realizar la reserva)
En este comentario me refiero a los poemarios Un silencio habitado (2021, accésit del VII Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”) y En tu espalda el desierto (2022, XLI Premio Leonor de Poesía 2022) de la poeta española Carmen Palomo Pinel (n. 1980), quien ha marcado, de una u otra forma, durante los últimos dos años, parte de los caminos de mi última escritura y ha sabido convertir, cada vez que abro ciertas páginas de sus libros, el silencio en fuego para robarle diferentes tipos de balbuceos a los dioses de nuestra infancia1.
Por ende, aunque no siempre escribo acerca de un autor o autora y sus libros para recomendarlos al público, este sí es, con total seguridad, el caso. Veo en la voz de Palomo Pinel un trabajo fresco con el lenguaje y exploraciones, en forma y contenido, necesarios para alimentar, en la contemporaneidad, la tradición lírica española. Observo a una autora entregada firmemente a lo más íntimo y personal de la poesía2, que es lo más cercano a dios o acaso dios mismo (si lo interpretamos desde la filosofía de lo sagrado): “y libre siempre / y tuya entera, tuya” (“27”, vv. 14-15, p. 44), palabra hecha carne en el pecho de nuestras manos,3 verbo que hace del dolor belleza4.
En medio de tantísima mala literatura circulando a la velocidad de la luz por diferentes plataformas digitales, me atrevo, desde la sinceridad de un lector apasionado, a recomendar una obra que busca, desde los orificios más profundos del ser, incomodar5, hallar una respuesta en el amor, sentimiento-emoción que empuja al poeta “más allá de los límites del lenguaje”6 y ontológicamente, abrir una grieta en aquellos instantes y momentos que habitan en el invierno mudo: a veces noche, otra luz, porque como lo dice su propia autora: “Ciertas cosas solo se comprenden / con en a través de / la oscuridad / porque son la herida de la luz” (“Reminiscencia”, p. 27). La poesía de Palomo Pinel va más allá del ya muy famoso debate respecto a la existencia de poesía femenina o escrita por mujeres, porque ella habita en el fuego de lo sagrado, en el pálpito azul de la noche y en el latido del silencio, que poco sabe del sexo o género del ser poeta, porque su identidad está en las heridas que se esconden debajo de las cicatrices del fuego.
II
(traducir la carta del menú)
De manera específica, el primero de los ya referidos poemarios es muchísimo menos extenso7 que el segundo y presenta ciertas concordancias, en el ámbito estético, respecto a su ubicación (sugerencia como lector) en la tradición mística; aunque se separa en muchas de las partes, lo que me ofrece voces distintas, asunto todavía más visible, durante las mismas fechas, en Dido (2021, XXXII Premio Nacional de Poesía José Hierro), lo que me obliga a no incluirlo en este comentario y referirme a él en una próxima publicación.
Un silencio habitado (2021), contrario a En tu espalda el desierto (2022), no presenta secciones algunas; posee treinta y tres poemas seguidos uno del otro. Tales textos se pueden leer como quien degusta un buen vino con una carne en medio de una muy agradable plática (un banquete de palabras). Abre con dos epígrafes, un pasaje bíblico (Juan, 3:4) y una cita del libro L’Idole et la distance (1977) del filósofo francés Jean-Luz Marion, quien se caracteriza por abordar temas de índole teológica desde una perspectiva posmoderna. Este punto ayuda a entender por qué es posible considerar a Palomo Pinel como una autora cuya voz deambula principalmente por tres dimensiones: clásica8, cristiana9 y posmoderna10. Estas tres tradiciones se van alternando a lo largo de sus libros y a veces aparecen las tres juntas11.
Desde el primer texto “1”, la voz lírica hace referencia a aquellas “cosas / que han conseguido hablar de otra manera” (vv. 1-2, p. 15), asunto que se proyectará también en su segundo libro, pues la poesía de esta autora pretende ver más allá de la lluvia, el fuego, las paredes, el silencio, las fracturas, las cicatrices, las heridas, los abrazos, la infancia, las palabras, el encierro12 y habitar en un mundo donde el misterio y la duda son los invitados principales del poeta, aquí entendido como quien anda intentando construir un acto de fe a través del lenguaje. Este poema enfatiza el verbo “aprender”13 en tanto se contempla el proceso creativo como un mecanismo en donde se aprende no del ruido14, sino del silencio; no de los triunfos, sino de los fracasos; no del vivir, sino del morir (que también es vivir); no del calor, sino de la nieve (que también quema el alma del poeta) y no de la perfección, sino de la fractura en donde el verbo, en medio del dolor, cicatriza ausencias hasta volverse carne.
Palomo Pinel, en medio de temas universales como el amor, la muerte, el misterio, el asombro, entre otros, está constantemente reflexionando acerca del lenguaje e incluso, quizás, sobre la supremacía de la poesía frente a otros géneros literarios o registros escriturales nos dice: “Que otros busquen la justicia, el derecho, la verdad / con mayúsculas, / que otros busquen / la gloria y el sentido / A mí déjame el mirlo15” (“Merula”, vv. 1-4, p. 20). El abismo16, el vértigo17 y el vacío18 le han hecho comprender que la poesía no es un acto de decir, sino de contemplar y sugerir. Es el lector quien interpreta la voz del mirlo, su tono, su profundidad, su posible decir; el poeta sólo se sumerja en ella y comparte la melodía del canto con los demás, porque el poema es una rama más, viva del árbol: “Palpo la vida que solo puede sugerirse, / la vida / que no entiende de términos. / No es lo mismo el límite que limita / que aquel que es limitado” (“De Definitionibus”, vv. 1-5, p. 23).
Esta misma dinámica, quizás, de la poesía por encima de otros géneros posibles se aprecia en el poema “14”: “Donde otros ven un vaso de agua / contemplo todo un mar precipitado, / una tela finísima de lágrimas / sobre la piel del mundo” (vv. 1-4, p. 28). Palomo Pinel sabe que en el acto de contemplar hasta pulverizarse los ojos, como nos lo decía Pizarnik, se encuentra el ingrediente místico del ejercicio creativo, espacio en donde la belleza es parte de la vida y por eso hay que aprender a buscarla como quien busca compañía en medio de un océano de ausencias: “ser lluvia entre la lluvia / y aún arder” (“Última chica-antorcha en la ciudad de agua”, vv. 5-6, p. 29). El poema es el único que tiene la llave19 hacia un más allá, un no lenguaje, un no decir, una emoción sensible respirando de aquello que no ha sido nombrado ni nos pertenece porque no es materia20. Por eso, para Palomo Pinel, como nos lo sugiere el poema “17”, escribir vida, no literatura, es su mayor acto de amor. Justamente, tales cadenas semánticas son las que permitir unir, en el cordón umbilical del misterio, el proceso de la maternidad con el de gestación de un poema u obra de arte en general21.
III
(cata de vinos)
Por su parte, el segundo de los poemarios posee una arquitectura distinta, se encuentra clasificado en tres ejes temáticos así titulados “De la vida” (pp. 13-47), “Del amor” (pp. 51-73) y “De las palabras” (pp. 77-96), y curiosamente forman parte del libro anteriormente comentado. Aunque, como lo anuncié al inicio, son voces distintas (particularmente en la segunda parte, referente a poemas de amor, acto de conocimiento individual o mutuo22, descubrimiento23 y salvación24), pero con un punto angular, notable desde el epígrafe, en donde aparece una cita del escritor argentino Jorge Luis Borges: “Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música” (p. 9)25.
También, destaco la referencia del poeta francés René Char, para quien nuestro único amo posible es el relámpago, pues al mismo tiempo nos puede iluminar y partir en dos. ¿Acaso no es ese relámpago el asombro al que nos hemos venido refiriendo? Esta pregunta ya la hice en otras ocasiones y la muy probable respuesta es sí. Por eso, desde el primer poema26 la voz lírica utiliza el verbo “ver”, porque en el acto de contemplar habita el amor, en el amor el misterio y en el misterio el ejército de la creación: “Vi el mundo. Un día lo vi / tal como era. Quiero decir / vi su herida de pájaro abatido” (vv. 1-3, p. 15).
Por su parte, el poema de largo aliento que aparece en las páginas 27 y 28 insiste en sugerir el acto poético como parte de aquello ajeno al ser humano, razón por la cual es necesario hallarlo con una lupa en los espacios misteriosos del ser. Asimismo, en los lugares más llenos de belleza y humanidad, tal cual aparece en “¡Nos atacan!”: “El que haya leído el libro, que no revele nada. Que cultive el secreto / hasta que esté en sazón. Que lo lleve en los labios y solo se le otorgue / a quien le bese […] El que tenga ojos, que mire al pobre hasta que estallen de hambre. Que con el hambre haga una lanza envenenada con los más refulgentes deseos humanos” (vv. 5-7 […] vv. 19-21, pp. 33-34).
Si bien en Un silencio habitado (2021) Palomo Pinel hallaba el mirlo entre la búsqueda, el bosque, en En tu espalda el desierto (2022) noto un grado distinto y quizás mayor de profundidad sagrada a través de palabras llenas de vida y naturaleza y por medio de una constante apertura de lugares que pretenden un desorden muy propio de las estéticas posmodernas: “Lo que aquí apago / en otro mundo o lugar o labio prende / ojos y ramas, liberar a los caballos del tiovivo […] Acaso este mundo es la versión imperfecta de otro / mucho más imperfecto, acaso es el espejo deformado / en que se mira su fragilidad […] (Todos los renglones del libro estaban torcidos, así que todo estaba bien)” (vv. 2-4 […] vv. 7-9, […] vv. 23-24, p. 37).
Sin duda, en este segundo libro aparece una especie de proyección por parte de una autora, quien ve la vida como un acto de traducir, de desplazar hacia otras coordenadas: “NO DE ALGO. No de algo. / La esperanza es siempre / la esperanza / de alguien” (p. 55) y ante todo de crear desde la propia ficción y los espacios ontológicos: “Y QUÉ CELEBRACIÓN cuando la jaula / logra escapar del pájaro” (p. 41). Por eso, en la última parte, a través de una cita, a manera de epígrafe, del escritor austríaco Hugo von Hofmannsthal, quien se interesó por la crisis del lenguaje que transcurría como parte de un fenómeno en Viena, surge interés por aquella lengua en la que hablan las cosas mudas.
En esta última sección, Palomo Pinel apela por una destrucción-reconstrucción del lenguaje a partir de imágenes de alto voltaje: “Como todo lo sacro, también la palabra / pide un acto de fe” (vv. 37-38, p. 80), siempre en la tendencia de búsqueda: “ME ENCUENTRO a veces / cuando paso la escoba por el piso / la piel muerta de Dios, / las uñas que se corta, / arena, mucha arena, / los fragmentos de un mapa. / Pensaba que el poema tenía por misión / revelar el secreto, / mas no: / el poema es la tierra / que se echa sobre él. / Lo convierte en tesoro” (p. 81), aunque ahora aparece un crucial enfrentamiento con el lenguaje y por no se sabe: “Quién morirá primero, / si el poema / o yo” (vv. 5-7, p. 83), pues lo único cierto es que el poema es un animal de derrotas que habitan a lo largo y ancho del mundo: “EL POEMA está ya escrito / porque todas las palabras están en el mundo” (vv. 1-2, p. 95).
***
IV
(cinco aperitivos cortesía de la casa)
29
No importa: háblale al aire. Las palabras
se escuchan
a sí mismas. No precisa de oído
la lectura leyéndose.
¿Añade acaso el ojo más belleza a lo bello?
Importa lo que es
por ser, y tan solo
su siendo y justifica.
Nominalismo, hay cosas
Que, aunque no tengan nombre,
son
existen
nos muerden.
Hay palabras que salvan sin que nadie las lea.
Qué más da si la flor se oculta al ojo humano
qué más da si la hoguera
crepita para nadie.
(En: Un silencio habitado, 2021, p. 46).
Última chica-antorcha en la ciudad de agua
Echar el cuerpo al aluvión
Hundirme
apurar mi profunda vocación de atlante
arrojarme a las aguas de un perpetuo diluvio
ser lluvia entre la lluvia
y aún arder.
(En: Un silencio habitado, 2021, p. 29).
¡Nos atacan!
EL QUE TENGA una canción, que corte la hemorragia.
El que tenga un hijo, que se lance sin miedo, porque lleva en la
mano la esperanza como un hacha de guerra, porque es dueño y
señor de los mundos futuros. Que se lance.
El que haya leído el libro, que no revele nada. Que cultive el secreto
hasta que esté en sazón. Que lo lleve en los labios y solo se lo otorgue
a quien lo bese.
El que sepa reír, levante empalizadas.
El que haya visto un río, que calcule las millas de nostalgia desde el
día de nuestro nacimiento hasta el día de fuego del dragón.
El que tenga pureza, que siga con su juego, solo eso.
El que tenga una cuerda, que vaya atando el alba a los nenúfares.
El que sepa esperar que acaricie las horas, pues la espera es un tacto
singular en las flores del tiempo.
El que tenga ternura, que improvise con ella un torniquete.
El que sea bello, que levante un dique.
El que tenga un jardín, done sus órganos: las flores y los frutos, el
perfume solar de los amantes, su paso lento junto a los heliotropos.
El que tenga ojos, que mire al pobre hasta que estallen de hambre.
Que con el hambre haga una lanza envenenada con los más
refulgentes deseos humanos.
El que tenga oídos, que oiga.
El que tenga oídos, que oiga.
El que tenga pureza puede seguir jugando.
(En: En tu espalda el desierto, 2022, pp. 33-34).
Cantiga de amigo
Y por qué no apareces.
Y por qué no apareces ahora que tengo la lengua pegada a los
pulmones,
ahora que devoro con fruición gramos de hambre
y me ruedan los ojos
ventana abajo
hasta los adoquines.
Y por qué no te vistes de esta tarde fantástica
de luz atenuada
y apareces.
Que tengo un ruiseñor de incertidumbre piándome los dedos.
Que tengo melaza en las pestañas y rabeles en la boca del estómago.
Que se me clavan las puntas de la estrella adentro y se me desnorta
la brújula uterina.
Que vuelvo a tener miedo de la muerte.
Que vuelvo a tener miedo de la muerte.
Que de alacrán y ausencia vuelvo a bailar con el hueco que acoge
todo hueco.
Dónde estás, meu amigo, dónde estás,
meu amigo salvaje y lleno de desprendimientos,
meu amigo tan lleno de vidrieras góticas tan lleno de salmos voladores
tan de presencia pura.
Meu, meu amigo.
Y dónde te has guardado tu caricia de arcángel, tu devastación de
pan de oro.
Y por qué no apareces
si tú no eres pábilo vacilante
si tú no eres
una de las argucias de la noche.
Que eres de sol, amigo, que eres de hiedra polifónica,
que eres suave y planeta, que eres muérdago.
Ay, meu amigo, ay estas manos con hijos del subsuelo, ay este albor
de Iseo
la de las manos blancas.
Ay, ay, meu amigo, esta pobreza.
Ay, meu amigo, este animal de verte. Esta rosa de verte. Esta palpitación.
Y por qué no apareces, meu amigo.
(En: En tu espalda el desierto, 2022, pp. 59-60).
Noli me tangere
Que sí, que ya lo sé, que la contemplación
es el modo de amor más delicado, que es un ciervo
que abreva en el secreto
e inventa su silueta en la distancia.
Que esa distancia hace el amor posible, para que tú seas tú,
tú único, tú irrepetible,
tú mi corazón no proyectado,
tú tú mismo y yo mirándote y haciéndome
más yo, más pura, más temblando.
Pero ahora permite que te toque
solo por una vez. Quiero tocarte,
que lo humano es de carne, que es penumbra
este mundo, un escenario ambiguo
por el que andar a golpes, tropezando
con muebles, palpando luz a oscuras.
Permite que te toque, sé realidad pulsada,
que mis lágrimas
humedecen tu sombra con un calor real,
son llaves para arcones escondidos.
Toquémonos, si quieres, huidizos y espectrales,
así, como fantasmas:
que nuestra levedad sea la certeza;
pero toquémonos.
Te suplico presencia, porque la simple idea es, a la postre,
la tristeza final de lo escindido,
una sofisticada blusa de nostalgia.
Sé piel para mis brazos de escasez infinita.
Quiero rozar tu pecho
que enhebra la belleza
en el dolor.
Dame en rotundidad tu estar-ahí,
tu aparecer volumen ofrecido,
hombre cierto de humanidad entera.
Quédate ahora muy quieto, que preciso
poder acariciar
tu música intangible,
hallar las cicatrices de tu infancia
—dónde están, cuáles son—
y besarlas ahora, y estrechar tu futuro como a un niño
que de mí nacerá. Déjame descubrir
en tu espalda el desierto que s también laberinto.
Deja de ser por una vez ausencia
que sabe dar la mano,
retirada sutil de un dios discreto,
velo que no se rasga.
Toca, toca hasta el fondo.
Haz real esta vida
de la que nada ha de quedar
y todo.
(En: En tu espalda el desierto, 2022, pp. 69-70).
V
(acto de despedida)
Palomo Pinel, C. (2022). En tu espalda el desierto. Diputación de Soria.
(2021). Un silencio habitado. Diputación de Salamanca.
“No se fue para siempre. / Sobrevive la infancia en el poema / y en los ojos del padre” (Un silencio habitado, 2021, “21”, vv. 1-3, p. 36). “Navego soles de infancia por la noche” (En tu espalda el desierto, 2022, v. 2, p. 22.)
“No leo nunca con los ojos, sino con mi vida” (En tu espalda el desierto, 2022, “Currículum vitae”, v. 22, p. 21).
“Hablo el mejor idioma, / nuestra lengua vernácula: la carne” (En tu espalda el desierto, 2022, “Currículum vitae”, vv. 23-25, p. 21.)
“Escribo porque necesito amueblar este destierro” (En tu espalda el desierto, 2022, v. 4, p. 22).
“Y en todo, en todo, la incomodidad” ((En tu espalda el desierto, 2022, nota 4, p. 91).
“5” (Un silencio habitado, 2021, vv. 7-8, p. 19).
Esta misma extensión también es visible en los propios textos. En tu espalda el desierto (2022) Paloma Pinel prueba, muchas más veces, con poemas de largo aliento, aunque también incluye aforismos (asunto ya presente en Un silencio habitado: “Toda la superficie de mi piel / es camisa de fuerza” [en “ὕβρις”, p. 24]) entre los que destaco el siguiente: “SIEMPRE hay algo / quemándose / en lo más profundo del invierno” (p. 73).
Asunto en el que tiene mucho que ver su profesión. Carmen Palomo Pinel es doctora en derecho romano, ámbito en el que ejerce como docente universitaria. Esto se ve, entre asuntos, en la titulación de algunos poemas en latín: “De definitionibus” (Un silencio habitado, 2021, p. 23) y “Filius” (Un silencio habitado, 2021, p. 33).
Particularmente a lo largo de Un silencio habitado son notables distintas antítesis y paradojas muy propias de las tradiciones místicas: “cada cerca es más lejos / porque siempre se avanza” (en “Escarabajo”, vv. 10-11, p. 17) y “amar entendiendo / y amar para entender / (para, entendiendo, amar)” (En “5”, vv. 1-3, p. 19).
Véase esta episteme posmoderna desde el título del poema “La palabra: instrucciones de lavado” (Un silencio habitado, 2021, p. 16), en donde se aborda la noción del lenguaje: retorcerlo, escurrirlo, centrifugarlo, dejar manchas en él y dar noticias, a través de él, de todo aquello que sólo se puede nombrar en el poema. Asunto que se retomará en la última sección de En tu espalda el desierto (2022).
Esto es posible observarlo, por ejemplo, en “Escarabajo” (Un silencio habitado, 2021, p. 17), cuyo epígrafe del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar dinamiza las tres dimensiones citadas para concentrarse en la idea del poema como una suerte de laboratorio de búsqueda, en tanto debe estar constantemente abriendo hoyos, incomodando.
En un poema como “Quiasmo” (p. 18) se asimila el encierro como un lugar de asombros y es allí, en la duda respecto a si abrir o cerrar la puerta, en donde se unen dos mundos, uno de ellos, umbral hacia lo terrible del abismo. Al respecto, el poeta debe buscar las puertas de lo terrible, aunque ellas no son para todos y hay que trabajar, lejos del ruido, para acercárseles.
Así como en el poema “5” (p. 19) se sustituye por el verbo “buscar”, ambos de tipo cognitivo y unidos a una noción estética a lo largo de la poesía de esta autora.
Poesía ajena al tiempo y a nuestra cultura del espectáculo: “Hay palabras que salvan sin que nadie las lea” (“29”, v. 14, p. 46). Porque en la paradoja y en ese empuje hacia los límites del lenguaje se encuentran los primeros latidos del poeta, quien carga un caballo de amor debajo del pecho.
El pájaro, en este y otros casos, es otra de las cláusulas de la poesía de tipo mística de Palomo Pinel: “(Yo vivo todavía en aquel pájaro)” (“Merula II”, v. 10, p. 21).
“DIVIDO LOS HOMBRES entre los que han visto un abismo / y los que no” (En tu espalda el desierto, 2022, “Currículum vitae”, vv. 1-2, p. 21).
Ingrediente necesario para el acto de la creación: “Hombre y acantilado se regalan / su íntima sustancia: / el vértigo” (“8”, vv. 18-20, p. 22). “Yo no busco mi sitio / porque no existe el sitio: existe el vértigo” (“Ubi?”, p. 42).
“Si Poesía / es balbucir tras el deslumbramiento, / dime cuál de los dos / puede / engendrarla. /
(VACÍO) (VACÍO)” (En tu espalda el desierto, 2022, p. 47).
“Todo lo que existe / tiene forma de llave” (“Epifanía”, p. 30).
“Y que lo pierda todo, que lo pierda, / para así tener algo (al fin, / de verdad, algo)” (“20”, vv. 38-42, pp. 34-35).
Véase el poema “Filius” (p. 33).
“Toquémonos, si quieres, huidizos y espectrales, / así como fantasmas: / que nuestra levedad sea la certeza; / pero toquémonos” (“Noli me tangere”, vv. 20-23, p. 69).
“PORQUE HAY que amar / lo visto / para verlo” (p. 61).
“Hablaría la muerte como muerte / sin previamente / amor?” (vv. 19-21, p. 65).
Pertenece al cuento “El fin” (1953 / 1956).
Varios de los poemas de En tu espalda un desierto (2022) no poseen título.