Astilla de agua, de Nidia Marina González Vásquez

Presentamos una selección poética de Astilla de agua (Ediciones Perro Azul), de la poeta costarricense Nidia Marina González Vásquez.

 

 

 

Los poemas de Nidia González entrelazan el significado general de la experiencia humana con la vivencia particular femenina. En Astilla de agua, la poeta regresa a esta mirada doble en un viaje ancestral hacia la génesis de lo femenino, concepto que aparece como una categoría atravesada por el universo en toda dirección.​​ Se trata de un viaje en el que también se mezclan nuestros genes y nuestros mitos. Un viaje que nos lleva a encontrarnos con nuestros antepasados homínidos y nuestras diosas.​​ Así, en medio del silencio absoluto, Nidia nos deja escuchar el golpe de una gota de agua. Continuo, insuficiente pero sagrado. La poeta se presenta aquí como mujer, como un animal experto en el arte de flotar, ya sea en un mar, en una gota de agua o simplemente bajo la humedad del aire.

 

Mauricio Molina

 

 

 

 

Arcilla

 

Tener manos prensiles,

dos senos y una vasija en el pubis.​​ 

Haber inventado una herramienta​​ 

para escribir sobre tablas de arcilla.

Algo instiga las manos​​ 

algo mueve la tierra​​ 

y la sensibilidad de los pezones​​ 

cuando la caricia modula la piel.​​ 

Algunas cosas nacen brillando

a veces la arcilla se convierte en una pieza preciosa.​​ 

Algunas cosas nacen doliendo​​ 

y no se pueden descifrar por nadie

que no tenga la misma barbotina en el cuerpo​​ 

la misma vocación de barro.

Es la misma arcilla la que duele​​ 

y la que sana.​​ 

 

 

 

El desorden

 

Desordeno la vida con la mayor eficiencia.

Un día las fotografías, otro la piel,​​ 

otro el agua, los renglones…

La linealidad no es mi tamaño de zapatos.

De pronto el amanecer es un pozo profundo​​ 

y la noche un recorte de oscuro policromo.​​ 

 

Coser un gran collage es lo que hago

consciente de que todo se habrá deshecho​​ 

con el roce de los equinoccios,​​ 

Todo cambia en la elipse planetaria  ​​​​ 

ni el rumor de las palabras sobrevive

al movimiento natural de las cosas.​​ 

 

 

 

Déjà vu

 

Por aquí pasó antes mi cuerpo​​ 

y los rastros casi oxidados de otros cuerpos que tuve.

Ni el residuo más pequeño se percibe a simple vista,​​ 

pero algo eléctrico recorre​​ 

este​​ déjà vu​​ enhebrado al barro.​​ 
Las raíces me recuerdan a los árboles​​ 

que traen dentro otras raíces.​​ 

El río en mis pies empedrados.​​ 
Por aquí pasó un cuerpo como el mío​​ 

agarrado a esta misma pared de musgo.​​ 

Con los dedos y las piernas estiradas,​​ 

encogidas, persistentes.
Por aquí el aroma,​​ 

la mirada acuática y el cuerpo diluido
en el centro de su médula migrante.​​ 
Río en la niebla antes de dibujar algún ojo

antes de encontrar un color.
No voy sola caminando por el río, me repito.​​ 

 

 

 

Arte del aire

 

Una mujer siempre flota​​ 

más fácilmente que un hombre.

Acostumbrada a llevarlo todo​​ 

dentro del cuerpo​​ 

su capacidad de flotación​​ 

aumenta considerablemente.

Tiene hundimientos y es cóncava,​​ 

por eso le basta respirar hondo y contener.

Los hombres guardan de otras maneras,

no siendo un recipiente tan apto​​ 

para el arte de flotar

¿a cuántos hombres hemos visto ondear?

A muy pocos y por breves momentos.

Una mujer, en cambio,​​ 

es capaz de flotar toda la vida​​ 

y caer de pie como un felino.

Yo lo he hecho tantas veces​​ 

que olvidé cuándo comenzó todo esto,

qué abuela me contó el secreto antes de morir,

en cuál ritual de luna sucedió.

El hecho es que floto con frecuencia,​​ 

y he visto naufragios desde aquí arriba​​ 

sin tocar el mar.​​ 

 

 

 

Historias de piel

 

Siempre es mejor la piel para​​ 

sembrar la tierra,​​ 

para majar las uvas,​​ 

para recoger con la punta de los dedos​​ 

los trozos de corcho desprendidos​​ 

en el borde de la botella de vino​​ 

o las migas de pan extraviadas en el plato.​​ 

Es mejor la piel propia​​ 

para ajustarse a otra piel​​ 

para vestir casual por casa.

Nada igual a una piel sin estrenar apenas​​ 

u otra con vasta experiencia​​ 

en el arte de sentirse.​​ 

Ambas tienen su asombro,​​ 

su propia epifanía.​​ 

Una piel nunca es una sombra,​​ 

le es imposible ocultarse,​​ 

aún si en 60 años no la han bañado,​​ 

como la de Hamoo Hadji,​​ 

alrededor de sus ojos,​​ 

en el camino de las lágrimas,​​ 

la piel se asoma limpia o dolorida,

–solo él lo sabrá–.

De la piel, cada uno conoce su peso,​​ 

su historia, su olor,​​ 

bajo la ropa o sin ella.​​ 

 

 

 

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Nidia Marina González Vásquez​​ ​​ es Artista Plástica, profesora Catedrática de la Universidad de Costa Rica y poeta.​​ ​​ Ha publicado los libros:​​ Cuando nace el Grito​​ 1985,​​ Brújula extendida​​ (2013),​​ Seres apócrifos​​ (2015),​​ Objetos perdidos​​ (2015),​​ Bitácora de escritorio y otros viajes​​ (2016),​​ La estática del fuego​​ (2019).​​ Zurda​​ (2022), libro ganador de la Medalla de Plata en “Latin American Book Award 2023” y​​ Anamnesis​​ libro ganador del Primer Premio Latinoamericano de Poesía “Marta Eugenia Marín 2022”. Los libros con sello EUNED ganaron el concurso de selección anual para su publicación en los años respectivos. Además, publica en narrativa​​ Árbol de papel​​ (2020). En el año 2021 es la dedicada de la primera edición del Premio Internacional “Corina Rodríguez” de la Maestría en Literatura de la Universidad de Costa Rica.​​ En el 2024 recibe el “Premio Pilar Fernández Labrador” con el libro​​ Atrapanieblas.​​ Su trabajo ha sido publicado en diversas revistas electrónicas internacionales y forma parte de antologías publicadas en España, Colombia, México y Costa Rica.​​ 

 

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