Soledad Castresana (Argentina, 1979) publicó los libros de poemas Carneada (Córdoba, 2007), Selección Natural (Santa Rosa, 2001), Contra la locura (Quito, 2015), Que sangre (Buenos Aires, 2019) y Iceberg (San José, 2024). Hay poemas suyos en importantes antologías de poesía argentina y latinoamericana, entre ellas: Poetas argentinas (1961-1980) (Buenos Aires, 2007), 53/70 Poesía argentina del siglo XXI (Rosario, 2015) y Nuestramérica es un verso. Antología poética 1968-1989 (Lima, 2022). Escribe también, crónicas y cuentos cortos. Algunos de sus cuentos y sus libros de poesía han sido premiados en concursos internacionales. Vivió en Bogotá, Medellín, Ciudad de México y Bangkok. Actualmente vive en San José, Costa Rica. Además de escribir, viajar y maternar, coordina talleres de lectura y escritura.
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Te quiero ver
cuando tu cuerpo
sea el terreno
donde a alguien
le toque equivocarse
y también,
cuando te toque a vos
hacer
de un cuerpo amado
el campo de tu error.
Vas a preferir
aprender de los aciertos.
Memento mori
Es jueves a la noche,
parada frente a la heladera,
imaginás qué podés cocinar
con lo que hay
—menos huevos
de los que recordabas,
un solo
tomate y un par
de hojas
de lechuga, mustias—,
cuando la hija
entra llorando en la cocina
y te pregunta:
¿por qué todos
nos tenemos que morir un día?
De la voluntad en la poesía
Hace tiempo que querés escribir
sobre los animales muertos
en la ruta —perros, liebres,
zorros, cuises, aplastados,
con las tripas afuera, los pelos,
pegoteados de sangre
y los chimangos arrancándoles
la carne de los huesos—,
pero no hay caso: el poema
no aparece.
Una sala llena de gente
Tiraste a la basura las medias sanas
y te pusiste las otras. Te diste cuenta
recién al acostarte. Ya era tarde
para remendarlo, para remendarlas.
Te acordaste de tu abuela,
la que en su noche de bodas
descubrió con asombro, casi espanto,
un agujero nuevo en su cuerpo.
La misma abuela que zurcía medias
a la perfección.
Te dormiste y te soñaste leyendo
poemas en una sala llena de gente
y aunque tenías zapatillas,
solo pensabas en que alguien,
tarde o temprano,
iba a notar el agujero.
Saltos de fe
5
El primer salto es inocente.
El segundo,
no.
Saber lo que va a pasar
y, aun así:
abrir las manos,
dejar que suceda, que el aire
te sostenga,
sostener el silencio, el cielo
en todas partes, sobre todo
el cielo
abajo.
El primer salto es fácil.
En el segundo, la cantidad
del miedo aumenta,
El tercero
es para pocos.