Poesía argentina: Soledad Castresana

Leemos poesía argentina. Leemos a Soledad Castresana (1979). Su libro más reciente es Iceberg (Encino, San José, 2024). La foto de portada es de Suzanne Nam.

 

 

 

 

 

Soledad Castresana (Argentina, 1979) publicó los libros de poemas​​ Carneada​​ (Córdoba, 2007),​​ Selección Natural​​ (Santa Rosa, 2001),​​ Contra la locura​​ (Quito, 2015),​​ Que sangre​​ (Buenos Aires, 2019) y​​ Iceberg​​ (San José, 2024). Hay poemas suyos en importantes antologías de poesía argentina y latinoamericana, entre ellas:​​ Poetas argentinas​​ (1961-1980)​​ (Buenos Aires, 2007),​​ 53/70 Poesía argentina del siglo XXI​​ (Rosario, 2015) y​​ Nuestramérica es un verso. Antología poética 1968-1989​​ (Lima, 2022).​​ Escribe también, crónicas y cuentos cortos. Algunos de sus cuentos y sus libros de poesía han sido premiados en concursos internacionales. Vivió en Bogotá, Medellín, Ciudad de México y Bangkok. Actualmente vive en San José, Costa Rica. Además de escribir, viajar y maternar, coordina talleres de lectura y escritura.​​ 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

Te quiero ver

 

cuando tu cuerpo​​ 

sea el terreno​​ 

donde a alguien

le toque equivocarse

 

y también,

 

cuando te toque a vos

hacer​​ 

de un cuerpo amado

el campo de tu error.

 

Vas a preferir

aprender de los aciertos.

 

 

 

 

 

 

 

 

Memento mori

​​ 

Es jueves a la noche,

parada frente a la heladera,

imaginás qué podés cocinar

con lo que hay

 

menos huevos

de los que recordabas,​​ 

un solo

tomate y un par​​ 

de hojas​​ 

de lechuga, mustias—,

 

cuando la hija

entra llorando en la cocina

y te pregunta:​​ 

¿por qué todos​​ 

nos tenemos que morir un día?

 

 

 

 

 

 

 

 

De la voluntad en la poesía

 

Hace tiempo que querés escribir

sobre los animales muertos

en la ruta​​ perros, liebres,

zorros, cuises, aplastados,

con las tripas afuera, los pelos,

pegoteados de sangre

y los chimangos arrancándoles

la carne de los huesos,

pero no hay caso: el poema​​ 

no aparece.

 

 

 

 

 

 

 

Una sala llena de gente

 

Tiraste a la basura las medias sanas

y te pusiste las otras. Te diste cuenta​​ 

recién al acostarte. Ya era tarde

​​ para remendarlo, para remendarlas.​​ 

 

Te acordaste de tu abuela,

la que en su noche de bodas

descubrió con asombro, casi espanto,

un agujero nuevo en su cuerpo.​​ 

La misma abuela que zurcía medias​​ 

a la perfección.​​ 

 

Te dormiste y te soñaste leyendo​​ 

poemas en una sala llena de gente​​ 

y aunque tenías zapatillas,

solo pensabas en que alguien,​​ 

tarde o temprano,​​ 

iba a notar el agujero.

 

 

 

 

 

 

 

 

Saltos de fe

 

5

 

El primer salto es inocente.

El segundo,​​ 

no.

Saber lo que va a pasar

y, aun así:

abrir las manos,​​ 

dejar que suceda, que el aire​​ 

te sostenga,

sostener el silencio, el cielo

en todas partes, sobre todo

el cielo​​ 

abajo.

 

El primer salto es fácil.

En el segundo, la cantidad​​ 

del miedo aumenta,

El tercero

​​ es para pocos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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