YANKEES VS RED SOX
Celebrará el público
el batazo eléctrico,
hablarán tras la lomita
de un wild pitch;
gritarán los locutores
«¡no va a regresar!»,
y luego en el score
se anunciará un rotundo 7-0.
En la radio corearán el vuelo
de aquella bola
que ha cruzado el parque.
Pero ninguna voz
recordará ese juego,
donde la vida era la pelota
que nunca pudo
atrapar mi guante.
AZOTEAS
Puestos a escoger
preferiría que mi ventana diera al Bósforo,
y no a esta jungla de antenas y tinacos;
pero uno no es Adán,
y no hay paraíso inmobiliario.
Hay una tarde que he perdido
como se pierde una moneda
de dos pesos;
y en mi ventana
el cadáver de una mosca.
En la tarde no hay señales:
un relámpago,
o una mujer llamando
para decirme que me extraña.
Hay sólo el recuerdo –no la nube–
que perseguí a los cuatro años.
Y a estas horas
la polvareda de la luz cuando se marcha,
y detrás de las ventanas
el ruido de las cosas que no cambian.
C.P. 78170
Si la casa no vine a nosotros,
¿por qué entonces ir a ella?
Si se queda aferrada a sus cimientos
no hay razón para volver a ella.
La casa ha de entender que es sólo eso,
un lugar al que volvemos
por carecer del valor para largarnos.
La casa es la prueba más grande
de que el miedo existe;
fue inventada por alguien que odió la madrugada,
alguien que extravió en la noche una cantina.
Es un lugar tan absurdo,
a veces ni siquiera es casa,
pero está ahí,
como un punto en la cartografía
con su número en la entrada,
su farolito, su jardín siniestro.
No es más que un invento que el pirómano creó.
Si no arde
mejor es que no se hubiera construido,
porque de casa sólo lleva el nombre.
FICCIONES
Como si tú fueras yo,
como si yo fuera tú. Y nos quisiéramos.
Afilar la lengua con mil hojas de navajas,
pintarnos en el pecho un perro herido.
Como si tú fueras yo,
y no supieras la velocidad exacta
a la que quiebra un fémur.
Como si yo fuera tú,
y fumara de pie frente a los puentes,
mientras despido barcos de papel
que no zarparon ayer –por la neblina–.
Como si tú fueras yo y lo supieras,
y aún así siguieras siendo.
Como si yo fuera tú y me quisieras,
como si tú fueras ambos,
como si fuéramos una implosión divina,
un derrumbe que sucede dentro.
Como si tú fueras dentro,
como si yo fuera en ti un árbol.
Y creciera.
EL HOMBRE QUE MIRA DESDE LA VENTANA
Esboza una línea,
da forma a un garabato,
vuelve a la amnesia en busca de sentido;
pero en la calle no sucede nada,
ni un grito
ni un susurro,
no hay gato quemando su novena vida;
nadie salta en busca de un ahogado.
Afuera pasa que no pasa nada,
sólo una nube,
un Datsun rojo.
Y luego nada.
ADENDA A SAN JUAN 1:1
En el principio era el verbo. Y el verbo era confuso. Y la confusión se hizo carne. Y la carne se fundió en el cemento. Y el cemento fue lápida. Y la lápida incendiaria. Y lo incendiario fue el tiempo. Y el tiempo fue noche. Y la noche fue lapidaria. Y lo lapidario fue llama. Y la llama devino en hoguera. Y la hoguera fue ceniza. Y la ceniza –antes– testimonio del fuego. Y el fuego fue esparcido en el viento. Y el viento nos llevó a todas partes. Y todas partes fueron una. Y tú fuiste todas. Y todas nosotros.
Y nosotros un pronombre. Lejano.
PARQUES
Algo tienen de cementerio. Algo hay de gueto en ellos. Habría que prohibirlos, eliminarlos del mapa para que no figuren con sus hojas muertas, sus jacarandas estridentes. Para que nadie más padezca en ellos. Olvidarnos de que existen. No pasear ahí a los perros. Abandonarlos a su suerte, dejarlos con sus mil hormigas, sus migas de pan, sus palomas en febrero. Ver de lejos su quiosquito, su jardinera. Su fuente siempre seca. Cruzar por ahí como quien cruza un cárcamo.
Saber que algo hay de peste en ellos y no poder siquiera colocar una advertencia. Dejarlos ahí. En medio de la calle. Como ingenuos mataderos.
LIMBOS
Si existe un final,
que alguien me diga dónde,
escondido en qué parte,
sacudiendo qué mundo.
Si existe un final,
quiero que sea a mi medida,
acorde con mis circunstancias,
hecho sólo para mí.
Un ladrido apenas,
una nube que se aleja,
un final final:
Inevitable. No estridente.
Cotidiano.
Brígido Almendárez. San Luis Potosí. Es maestro en Filosofía del Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue becario del Programa de Apoyo a la Creación y el Desarrollo Artístico (PECDA) en la categoría ‘Jóvenes creadores’ (2010). Ha obtenido el Premio de Literatura “Manuel José Othón” en dos ocasiones; por los libros “Bitácora del mar en tierra” (2012) y “El hábito de la certeza” (2019). En el año 2020 colaboró en la revista digital del IPBA con la videocolumna ‘La educación sentimental’ Actualmente es docente en diversas instituciones educativas y dirige el “Taller de escritura creativa” del Instituto Potosino de Bellas Artes.