De cómo la santísima enfermedad llegó a la costa chiapaneca
Nos gustaba pensar que la enfermedad la trajo una morenita deliciosa venida de Honduras y de quien nadie recuerda su nombre
Esa santa mujer contagió a Abraham
Abraham enfermó a Isaac
Isaac infectó a su esposa Sara
Sara contagió a Jacobo
y Jacobo que amaba en secreto a los maricas
propagó la enfermedad entre todos
Así siguió compartiéndose la muerte
como san Francisco compartía el pan con los pájaros
hasta que se cuajó el amor
para volverse veneno
El alimento de los ángeles
Regresaban a sus casas
oliendo a alcohol y a marica
la enfermedad aparecía después
Nadie lo notaba
la fruta comenzaba a pudrirse desde dentro
la raíz se secaba, pero las ramas seguían intactas
Vivian con la confianza
como esas palomas ciegas por la sarna
que despegan del suelo con la seguridad de la luz
Solo restaba tiempo
para que ese ácido llamado Dios
lo destruyera todo
Mateo
También los hijos de los ricos
comenzaron a enfermarse
nadie estaba a salvo
nadie sabía quién había contagiado a quién
La verdadera lucha de clases consistía
en no infectarse
Marx y una lista enorme de hospitales privados
el capitalismo y los padecimientos de moda
Un moribundo es un montón de dinero
si se le mira con atención
¿Señor secretario de Salud,
cuántos antirretrovirales le facturamos?
¿Alguien sabe qué hora es en el infierno?
San Martín
Las enfermeras del hospital regional Doctor Juan C. Corzo de la ciudad de Tonalá se habían negado a darle de comer a las personas enfermas de sida. No había poder humano que les hiciera acercarse. Si no iban los familiares a darles de comer en la boca a los enfermos, el paciente no recibía ayuda de nadie. Ese es el mundo real: alguien tiene hambre y no puede llevarse la comida a la boca. La piedad hoy es objeto de lujo.