Rocío González Benítez (Querétaro, 1982) Periodista y escritora. Autora de los poemarios Donde una vez tus ojos ahora crecen orquídeas (UANL 2021), obra ganadora de la primera edición del Premio Iberoamericano de Poesía Minerva Margarita Villarreal. “Muina” (Herring Publishers México, 2015), y “Entre Darwin y Guadalupe” (Municipio de Qro., 2008).
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También soy yo
Lo que tiembla
y se desmorona
soy yo.
Lo que se abruma
y oscurece
soy yo.
La ciudad destruida
la gente extraviada
también soy yo.
Zapatos rojos
En mi camino encontré un tendido de zapatos rojos.
Nada raro, esos zapatos expuestos a mitad de la calle,
en la boca de la ciudad, garganta sin voz, simbolizan
a las mujeres asesinadas, desaparecidas. ¿Quién fue?
Nada raro que al calzarme uno, dos, tres pares,
todos me quedan perfectos.
Donde una vez tus ojos
Ahora crecen orquídeas
(fragmentos)
ESTE MAIZAL de huesos.
Esta tumba de flores:
no es mi vientre
ni mi país.
A TERESA
mi abuela
no la dejaban salir a jugar
al final de los sembradíos
porque allá
se escondían las estacadas:
Mujeres clavadas a la tierra
con una lanza de hierro
en medio de las piernas.
El rebozo en la cabeza
y las manos tan juntas
que parecían rezar.
Eso le contó mi abuela a mi madre
mi madre a mí
y yo a ustedes.
AQUÍ HABÍA UNA MUJER:
ayer jugaba a cuidar sus muñecas
ahora busca su cuerpo entre vidrios
y cenizas de otras que igual a ella
no vieron llegar a Dios a tiempo
y como tratando de armar un r o m p e cabezas
busca sus piernas
su sexo su lengua su corazón.
Aquí había una mujer:
tenía el pelo largo y negro.
Salió vestida como ángel.
Era un ángel
dicen los que la vieron salir
y no regresar sus pasos.
No dijo a dónde
ni con quién diablo.
Alguien encontró en un baldío
la bolsa que se cruzaba por el pecho
y un pedazo de su cabello vuelto ixtle.
Uno de sus aretes brillaba
como estrellita en la tierra
perlita luminosa pero muda
no ha dicho nada de su dueña.
Aquí había una mujer:
ahora sólo quedan dos fragmentos
de su cráneo.
Donde una vez tus ojos…, se publicó en el 2021, en la editorial de la UANL.
MUINA
(fragmentos)
( )
observas al barco al avión al hombre pudrirse en la cabeza
al caballo herido desgastado por el aceite de la cabeza
a la sombra hundida en la piedra en la harina
el olor de tu cabeza observas la tierra la carne
blanca la observas como un triángulo salvaje
que amenaza con volver al grito
y otra vez
nueve meses
de no ser cadáver
ni soldado
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un árbol cae
un hombre cae
la mitad de un cítrico
la mitad del cráneo
el tronco entero
el país entero
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murió mientras se rasuraba paro cardiaco
murió cuando le cayó la uña de un trascabo en la cabeza
murió al estrellarse en blanco llano su cuerpo mutilado en dos
exceso de velocidad exceso de alcohol cois era un pendejo
murió de un dolor en la pierna izquierda huesos de niño
nervios atrofiados gangrena muslo herido nadie nos dimos cuenta
murió hasta que alguien gritó está muerto te dije está muerto
te lo chingaste bala perdida bala de acero incandescente mierda
se le derramó la bilis pura muina está muerto como aquellos
como nosotros mismos él está ahora cubierto de tierra vacía
no ve a nadie no escucha a nadie es un necio dice su madre
siempre fue un necio le dije no te vayas le dije no te juntes
con esos hijos de perra pero era tan necio como su padre
también muerto también inexplicable su estúpida muerte
le encontraron aceite en la boca su lengua quedó inservible
imposible dominar otro idioma así domar el potro silábico
de esos sueños en blanco y negro en los que todos pierden
murió buscando una respuesta cuando bien sabemos que no hay
respuesta posible una quizá que arranque de la piel incertidumbre
murió como una piedra confundida entre martes o jueves
no fue en sábado como dijeron que murió sin siquiera saberlo.
Muina se publicó en el 2015, en la editorial queretana Herring Publishers.
Deja que sigan echando piedra
Déjalos, deja que sigan echando piedra
en la boca del útero,
deja que espanten la nata y su musgo tierno.
No pensaba tener hijos, los hijos cansan la brújula
de los brazos.
Ahora mismo no sé dónde queda el norte.
Seguiré el camino de ayer,
su olor, su sangre la seguiré hasta encontrarlos,
hasta tocar con mi moneda de papel
su puerta de huesos vivos.
Ahí están, míralos, con el hambre cabrita
se avientan al desierto de su plato
tratando de pescar pulpo y marihuana.
Déjalos, déjalos que sigan echando piedra
no pensaba tener hijos, los hijos cansan
y dan una inmensa alegría
que no podría soportar,
no podría echarme
a esta giba.
Silencio
Han cortado la energía
y los engranes no funcionan.
Hay óxido
clavos y tornillos
llenos de cabellos y sal
lucen al fondo de la escuela
ahí el polvo hace casa
y los niños crecen distintos
a los que fuimos.
Todos yacen en silencio.
Generaciones tras generaciones
han de convertir al silencio
en su mejor maestro.
El oficio
Aprende otro oficio
menos arriesgado, me dicen
un día vas a despertar
apilando signos en un mapa
descompuesto
sin llegar a una isla conocida
y serás aniquilada
por la rugosa sombra
de tus propias palabras.
Ya no eres tan joven, me dicen
aprende otro oficio
menos arriesgado
un día vas a despertar.
Aplausos
He aprendido a pararme de manos
a caminar por la cuerda floja
a dominar la memoria
su endurecido recuerdo
el miedo a la ceguera
a la ciudad y su gente
sus bestias
sus inventos
y nadie
aplaude.