Poesía española: Juan Domingo Aguilar

Leemos poesía española. Leemos algunos textos de Juan Domingo Aguilar (1993). Todos los textos pertenecen a Un mal de familia (49 Premi Vila de Martorell), su último poemario, que será publicado próximamente por Hiperión. La fotografía de portada es de Jeosm.

 

 

 

 

 

 

 


Juan Domingo Aguilar nació en Jaén en 1993.​​ Fue residente de la XVIII promoción de la Fundación Antonio Gala y obtuvo una beca de la Unesco como creador invitado en Óbidos (Portugal). Sus poemas han aparecido en revistas como​​ El Cultural,​​ Periódico de Poesía de la UNAM,​​ Círculo de Poesía,​​ Nayagua​​ y programas como​​ Tres en la carretera,​​ Todos somos sospechosos,​​ Radio3 o​​ Página Dos, TVE. Coordina la sección​​ Versátiles​​ de​​ Zenda​​ y colabora con otros medios como Cuadernos Hispanoamericanos.​​ Ha recibido varios premios por sus libros de poesía, entre los que destacan​​ Nosotros, tierra de nadie​​ (2018)​​ o​​ anticine​​ (2022).​​ Su primera novela,​​ Cuántas noches son esta noche, ha sido publicada por La Navaja Suiza en 2025.​​ 

 

 

 

 

 

 

 


La piscina


Mi padre y yo limpiamos la piscina de su casa
el agua se echó a perder este verano

como nuestra familia hace tiempo,

me pregunta si recuerdo cuando

mi hermana y yo éramos pequeños

y nos bañábamos en la acequia
de mis abuelos con el resto de primos,

miento y le digo que no

para no hablar de ese tema

ni tampoco de por qué siempre

prefirió a mi hermana

incluso cuando me fui más lejos,

el líquido marrón nos moja los pies

es una mezcla formada por insectos

hojas y tierra marrón igual​​ 

que una familia es una mezcla podrida

pienso, ya montado en el tren​​ 

a punto de terminar las vacaciones

mientras veo a mis padres​​ 

despidiéndome con la mano

desde los andenes de la estación.

Me duermo y a los pocos minutos sueño​​ 

que tengo cinco años y no sé nadar,

sueño que mi abuelo se lanza al agua

para evitar que me ahogue,

entonces me despierto de golpe

preguntándome si mi vida

se resume en esto si puede

que mi vida hoy también

sea solo esto:

una pequeña piscina

donde me miro y compruebo

a cada instante​​ 

si todavía hago pie.

 

 

 

 

 

 

Super-8


Cuando era pequeño
vi llorar a mi padre por primera vez,

mi tío hacía películas caseras

y una tarde proyectamos​​ 

la del último viaje

que hicimos en familia.

La cara de mi abuelo

apareció junto a una balada de fondo,

entonces aprendí,

todas las canciones de amor

tienen por protagonista

a un muerto.

 

 

 

 

 

 

 

Love songs on the radio


Mi padre arregla una radio​​ 
sentado en el porche,
ajusta las frecuencias para que las emisoras​​ 
estén colocadas en los botones de siempre,
coloca adhesivos alrededor​​ 
para que el aparato resista otro invierno,
sabe que agosto en un pueblo del sur significa​​ 
que la canción del verano este año
como cada año es el canto triste
de las cigarras y los burros.
Mi padre me ve a lo lejos​​ 
sentado en la mesa de piedra​​ 
que mis abuelos colocaron junto a la piscina​​ 
cuando mi hermana y yo éramos pequeños,​​ 
algo cruje cuando vuelvo a casa,​​ 
me mira igual de triste que esos animales,
intenta decir algo pero no lo consigue,​​ 
quiere preguntarme por qué sigo empeñado
en escribir sobre nuestra familia​​ 
en lugar de buscar un trabajo de verdad
y una vida de provecho,​​ 
quiere preguntarme​​ 
por qué somos tan parecidos​​ 
y nos cuesta tanto reconocerlo,
por qué somos incapaces de mantener​​ 
una conversación sin terminar gritando,​​ 
por qué nunca recurro a él​​ 
cuando tengo un problema​​ 
y mi acto reflejo es marcar​​ 
el número de mi madre,
quiere preguntarme
pero no lo hace,​​ 
aprieta la radio en silencio​​ 
juntando a la fuerza
una pieza con otra:
intenta que las cosas
no se rompan del todo.

 

 

 

 

 

 

 

Un coche para llevarte al mar


I

 

Cuando era niño y llegaba triste a casa
mi abuela decía que el remedio
para cualquier pena era el agua salada:
sudor decía, agarrando mis manos​​ 
una sopa caliente o llorar por dentro
hasta convertirnos en un mar,
para cerrar una herida​​ 
no hace falta hielo decía
como el pasado solo necesita​​ 
curarse al viento con un poco de sal.

 

 


II

 

Camina recto, camina recto,
decía mi abuela.
Los hombres de esta familia
se arrodillan solo​​ 
para sembrar la tierra.​​ 

 

 


III

 

Cuando había tormenta
y nos escondíamos debajo de la cama,
mi abuela nos convencía
de que no tuviéramos miedo
de que la lluvia en verano
solo eran las lágrimas​​ 
de los que no habían aprendido​​ 
a llorar a tiempo.

 

 


IV

 

Si tuviera que contar
las dos cosas que más recuerdo

de mi infancia en la sierra

tendría que hablar de mi abuela

y de los troncos de los olivos.
De ellos lo aprendí todo:

Retorcerme. Sufrir.

 

 


V

 

Vengo de una tierra
donde los hombres tuercen
su espalda en el invierno
y recogen huesos de aceituna​​ 
plantados por sus padres.
De una estirpe de mujeres​​ 
que nunca vio el mar
pero lo llevaba en sus ojos.
Cada verano vuelvo a casa,
triste recordatorio
de los náufragos que abandoné
en mitad de este pueblo.

 

 

 

 

 

 

 

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