Poesía en la era de la posverdad. Texto de Ümit Güçlü

El poeta turco Ümit Güçlü (1989) escribe sobre la poesía en tiempos de la posverdad. Güçlü es poeta, crítico y editor. Se prepara en Círculo de Poesía su primer libro en español. La traducción de este artículo es de Aimée Rivera González.

 

 

 

 

 

 

Luisa Masiel​​ (Pereira,​​ 2000).​​ Ha vivido​​ siempre​​ en Cartagena del Chairá, Caquetá. Cursó Estudios Literarios en la universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Ganadora del segundo puesto del XXXIII Concurso Universitario Nacional de Poesía 2020 de la universidad externado. Sus poemas fueron publicados en​​ Luz al vórtice de las palabras:​​​​ Cartografía poética de mujeres colombianas,​​ Editorial Escarabajo, 2022. Y en círculo de poesía. Su libro​​ Es época de avispas​​ saldrá a la luz en 2025 en Himpar editores.

 

De​​ Es época de avispas

 

 

 

 

 

 

Es época de avispas

 

Entra​​ al​​ vendeagujal,

no​​ te​​ dejes​​ tocar​​ las​​ piernas​​ de​​ los​​ soldados,​​ 

no necesitas repelente para zancudos.

A ti solo te pican las​​ 

avispas​​ y​​ no​​ han​​ nacido,​​ 

no han nacido

porque​​ nos​​ alcanza​​ a​​ llegar​​ el​​ vaho​​ de​​ las​​ heladas​​ del​​ Brasil.

 

El​​ vendeagujal​​ sofocado,

las luciérnagas y los gusanos alumbrando​​ 

los​​ aradores​​ rojos​​ del​​ pasto​​ talador​​ de​​ pieles​​ 

y va y me pica una avispa,

una​​ avispa​​ me​​ picó​​ en​​ lo​​ oscuro.​​ 

Vete corriendo a la casa,

ponte​​ saliva​​ caliente​​ y​​ luego​​ sal.

 

Te​​ van​​ a​​ dar​​ ganas​​ de​​ orinar,

orina​​ para​​ que​​ se​​ te​​ salga​​ el​​ veneno.​​ 

Oriné caliente y amarillo,

por​​ eso​​ no​​ me​​ caen​​ bien,​​ las​​ avispas​​ no​​ me​​ caen​​ bien.

 

Es época de avispas,​​ 

desaparecieron las moscas​​ 

que​​ espantaba​​ de​​ mis​​ platos,

desplazaron​​ a​​ los​​ chulos​​ y​​ a​​ las​​ hormigas,​​ 

ahora se comen la carroña y la panela.

Van a los saleros, le pican a las vacas,​​ 

vienen​​ a​​ la​​ casa,​​ me​​ pican​​ a mí, me​​ 

pican a mí.

 

Me​​ quedo​​ sin​​ sal​​ en la​​ cocina.

Les​​ quemo​​ el​​ nido​​ con​​ una​​ antorcha.​​ 

Es época de avispas,

época de​​ avispas​​ en​​ el​​ suelo.

 ​​ ​​ ​​ ​​​​ 

​​ Avispas​​ crocantes​​ en​​ el​​ suelo.

 

Las piso y me pican​​ en los pies​​ 

aún​​ estando​​ rostizadas.

Me​​ toca​​ esperar​​ un​​ año​​ para​​ que​​ vuelvan​​ las​​ heladas​​ del​​ Brasil

y​​ se​​ mueran​​ del​​ todo​​ las​​ avispas,​​ 

y​​ las​​ avispas​​ no​​ vuelvan​​ a​​ nacer.

 

 

 

 

 

 

 

Bolas negras​​ en el aire

 

Como​​ bandadas​​ de​​ estorninos​​ 

o bancos de peces,

se​​ hacen​​ bolas​​ negras​​ de​​ zancudos​​ 

en el aire.

Y​​ a​​ ella,​​ que​​ metida​​ en​​ un​​ charco​​ 

de agua picha

cocinaba​​ caldos,

le​​ picaron​​ como​​ avispas los​​ zancudos.

Y​​ a​​ él,​​ que​​ no​​ puso​​ toldillo​​ para​​ almorzar,​​ 

se le acostaron todos en la comida.

Le​​ tocó​​ tragarse​​ así​​ el​​ arroz.

Los​​ oídos​​ tapados​​ de​​ tanto​​ pitido​​ junto.

 

Bolas​​ negras​​ de​​ zancudos​​ flotando

encima​​ de​​ los​​ muertos​​ que​​ tiraron​​ al​​ río​​ ayer,​​ 

zancudos picando las tetas

de​​ la​​ niña​​ que​​ se​​ voló.​​ 

No hay cementerio aquí,

no​​ se​​ dejen​​ picar​​ de​​ los​​ zancudos,​​ 

pónganse el toldillo como capa.

 

Los​​ oídos​​ tapados​​ de​​ tanto​​ pitido​​ junto​​ no​​ me​​ dejan​​ oírlos,​​ 

fui​​ donde​​ la​​ bruja,​​ 

donde la gente,

cuentan​​ que​​ ustedes​​ están​​ muertos,​​ 

que en sueños me dirán

dónde​​ están​​ sus​​ cuerpos,​​ 

me hablan, me hablarán​​ 

y tanto pitido junto

bolas​​ negras​​ de​​ zancudos​​ en​​ el​​ aire​​ no​​ me​​ dejarán​​ oírlos.

 

 

 

 

 

 

 

 

La tibieza está en el aire

 

Enléñame​​ que​​ tengo​​ el​​ frío​​ 

de la muerte encima.

Mantenme​​ tibia​​ con​​ leche

de​​ hierbas​​ dulces​​ 

mientras nazco.

 

Rézame​​ para​​ que​​ muera​​ de​​ vieja​​ 

y no de la forma en que

voy​​ a​​ morir.

 

Háblame,​​ amásame​​ con​​ 

tus himnos,

muéstrame las​​ 

pestañas blancas​​ 

del ojo perezoso​​ 

con​​ el​​ que​​ llorarás​​ 

por mí.

 

 

Dame​​ de​​ comer​​ mientras​​ crezco.

Y​​ cuando​​ la​​ tropa

llegue​​ como​​ el​​ embotado​​ 

a atormentarnos,​​ 

aliméntame​​ con​​ caldo​​ de

abejas,

acaríciame si tengo hambre,​​ 

aliméntame​​ con​​ salsa​​ de​​ panal​​ de​​ 

avispa,

aliméntame​​ si​​ tengo​​ hambre.

 

Después,​​ pídeme​​ que​​ no​​ 

tenga hijos

para desobedecerte​​ 

porque​​ me​​ dejaste​​ sola.​​ 

Al que nazca le diré:​​ 

Conocerás​​ el jabón,​​ 

con él te bañarás

en​​ una​​ cazuela.

Y​​ a​​ los​​ otros​​ hijos,​​ que​​ 

nunca tendré,

los​​ cristianizaré​​ en​​ mi​​ cocina​​ 

siendo coágulos de uvas​​ 

caimaronas.

 

 

 

 

 

 

 

 

A​​ él​​ se los​​ daré​​ para​​ que​​ coma.​​ 

Lo acariciaré si tiene hambre.​​ 

Lo acariciaré.

 

Y​​ a​​ su padre​​ le​​ diré:

Te​​ robaste​​ mis​​ tierras​​ con​​ 

trampa, pero habrá de​​ 

encrespárseme

el​​ cabello,

habrán​​ de​​ picarte​​ las​​ avispas​​ 

en la espalda.

 

Mantenme​​ tibia

con​​ leche​​ de​​ hierbas​​ dulces​​ 

mientras boqueo.

Mantenme​​ tibia.

Llévame​​ al​​ atolladero

pero​​ no​​ me​​ destruyas​​ el​​ lunar,​​ 

no me dejes sin nombre.

 

Córtame​​ la​​ lengua​​ 

para​​ que​​ no​​ hable,

embolátame​​ el​​ camino​​ a​​ casa​​ 

para que no les diga

dónde​​ está​​ mi​​ cuerpo.​​ 

Rézame para que no​​ 

te atormente,

rézame.

 

Encérame los oídos con​​ 

algodón de azúcar azul​​ 

para​​ no​​ escuchar​​ el​​ llanto​​ 

del niño,

para​​ no​​ escuchar​​ el​​ llanto​​ 

del ojo perezoso.

Vísteme​​ con​​ tu​​ ropa​​ 

para enfermarte

de​​ a​​ poco.

 

Convierte​​ mi​​ pierna

en colmena y avispero,​​ 

quéjate del​​ peso de mi​​ ataúd,​​ 

intenta​​ enterrarme​​ boca​​ abajo​​ 

y con zapatos,

cierra​​ las​​ ventanas​​ de​​ tu​​ casa​​ 

para que no entre,

voltea​​ los​​ espejos​​ para​​ que​​ no​​ 

me aparezca.

 

Pero​​ habré​​ de​​ sangrar​​ antes​​ de​​ 

entrar a la tierra,

habré​​ de​​ escurrir​​ la​​ sangre​​ de​​ 

tres manaos juntos

y​​ te hallarán​​ culpable.

 

 

 

 

 

 

Peñas coloradas

 

Me​​ desgrano​​ por​​ 

la espalda

al​​ lado​​ del​​ billar,​​ 

pienso en peñas​​ 

coloradas,

en la siembra​​ 

del​​ asaí​​ donde​​ 

injerté​​ el​​ calor

de​​ mi​​ única​​ abuela.

 

Me​​ voy​​ ensordeciendo,​​ 

me voy a galope

hasta​​ mi​​ primer​​ 

recuerdo,​​ 

escucho​​ lejos​​ 

el sonido de​​ 

los bazares.

 

Interrumpen mis​​ 

recuerdos​​ 

los quejidos​​ infestados​​ 

de unos dolores​​ 

que nunca sufrí.

 

Yo prefiero​​ 

desgranarme

viendo​​ las​​ bengalas.

Sintiendo​​ cómo​​ 

cuando llueve​​ 

las caimaronas

se​​ vuelven​​ más​​ 

amargas.

 

Con​​ mi​​ lengua​​ me​​ 

saco de un diente​​ 

el sabor del

caldo de ají.​​ 

Empiezo a​​ 

encharcarme,​​ 

pido que​​ 

desgranarme​​ me​​ lleve​​ más

tiempo​​ para​​ alcanzar​​ 

a galopar hasta

mi madre,​​ 

para​​ que​​ me

lluevan​​ los​​ pies,​​ 

para dejarle

mis dientes​​ 

al​​ enjambre.

 

Me​​ desgrano​​ por​​ 

la espalda y por​​ 

la mano al lado​​ 

del caño el billar,

veo​​ el​​ cielo​​ iluminado​​ 

por las bengalas,​​ 

primero la luz y​​ 

luego el sonido

de​​ la​​ toma.

 

 

 

 

 

 

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