Luisa Masiel (Pereira, 2000). Ha vivido siempre en Cartagena del Chairá, Caquetá. Cursó Estudios Literarios en la universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Ganadora del segundo puesto del XXXIII Concurso Universitario Nacional de Poesía 2020 de la universidad externado. Sus poemas fueron publicados en Luz al vórtice de las palabras: Cartografía poética de mujeres colombianas, Editorial Escarabajo, 2022. Y en círculo de poesía. Su libro Es época de avispas saldrá a la luz en 2025 en Himpar editores.
De Es época de avispas
Es época de avispas
Entra al vendeagujal,
no te dejes tocar las piernas de los soldados,
no necesitas repelente para zancudos.
A ti solo te pican las
avispas y no han nacido,
no han nacido
porque nos alcanza a llegar el vaho de las heladas del Brasil.
El vendeagujal sofocado,
las luciérnagas y los gusanos alumbrando
los aradores rojos del pasto talador de pieles
y va y me pica una avispa,
una avispa me picó en lo oscuro.
Vete corriendo a la casa,
ponte saliva caliente y luego sal.
Te van a dar ganas de orinar,
orina para que se te salga el veneno.
Oriné caliente y amarillo,
por eso no me caen bien, las avispas no me caen bien.
Es época de avispas,
desaparecieron las moscas
que espantaba de mis platos,
desplazaron a los chulos y a las hormigas,
ahora se comen la carroña y la panela.
Van a los saleros, le pican a las vacas,
vienen a la casa, me pican a mí, me
pican a mí.
Me quedo sin sal en la cocina.
Les quemo el nido con una antorcha.
Es época de avispas,
época de avispas en el suelo.
Avispas crocantes en el suelo.
Las piso y me pican en los pies
aún estando rostizadas.
Me toca esperar un año para que vuelvan las heladas del Brasil
y se mueran del todo las avispas,
y las avispas no vuelvan a nacer.
Bolas negras en el aire
Como bandadas de estorninos
o bancos de peces,
se hacen bolas negras de zancudos
en el aire.
Y a ella, que metida en un charco
de agua picha
cocinaba caldos,
le picaron como avispas los zancudos.
Y a él, que no puso toldillo para almorzar,
se le acostaron todos en la comida.
Le tocó tragarse así el arroz.
Los oídos tapados de tanto pitido junto.
Bolas negras de zancudos flotando
encima de los muertos que tiraron al río ayer,
zancudos picando las tetas
de la niña que se voló.
No hay cementerio aquí,
no se dejen picar de los zancudos,
pónganse el toldillo como capa.
Los oídos tapados de tanto pitido junto no me dejan oírlos,
fui donde la bruja,
donde la gente,
cuentan que ustedes están muertos,
que en sueños me dirán
dónde están sus cuerpos,
me hablan, me hablarán
y tanto pitido junto
bolas negras de zancudos en el aire no me dejarán oírlos.
La tibieza está en el aire
Enléñame que tengo el frío
de la muerte encima.
Mantenme tibia con leche
de hierbas dulces
mientras nazco.
Rézame para que muera de vieja
y no de la forma en que
voy a morir.
Háblame, amásame con
tus himnos,
muéstrame las
pestañas blancas
del ojo perezoso
con el que llorarás
por mí.
Dame de comer mientras crezco.
Y cuando la tropa
llegue como el embotado
a atormentarnos,
aliméntame con caldo de
abejas,
acaríciame si tengo hambre,
aliméntame con salsa de panal de
avispa,
aliméntame si tengo hambre.
Después, pídeme que no
tenga hijos
para desobedecerte
porque me dejaste sola.
Al que nazca le diré:
Conocerás el jabón,
con él te bañarás
en una cazuela.
Y a los otros hijos, que
nunca tendré,
los cristianizaré en mi cocina
siendo coágulos de uvas
caimaronas.
A él se los daré para que coma.
Lo acariciaré si tiene hambre.
Lo acariciaré.
Y a su padre le diré:
Te robaste mis tierras con
trampa, pero habrá de
encrespárseme
el cabello,
habrán de picarte las avispas
en la espalda.
Mantenme tibia
con leche de hierbas dulces
mientras boqueo.
Mantenme tibia.
Llévame al atolladero
pero no me destruyas el lunar,
no me dejes sin nombre.
Córtame la lengua
para que no hable,
embolátame el camino a casa
para que no les diga
dónde está mi cuerpo.
Rézame para que no
te atormente,
rézame.
Encérame los oídos con
algodón de azúcar azul
para no escuchar el llanto
del niño,
para no escuchar el llanto
del ojo perezoso.
Vísteme con tu ropa
para enfermarte
de a poco.
Convierte mi pierna
en colmena y avispero,
quéjate del peso de mi ataúd,
intenta enterrarme boca abajo
y con zapatos,
cierra las ventanas de tu casa
para que no entre,
voltea los espejos para que no
me aparezca.
Pero habré de sangrar antes de
entrar a la tierra,
habré de escurrir la sangre de
tres manaos juntos
y te hallarán culpable.
Peñas coloradas
Me desgrano por
la espalda
al lado del billar,
pienso en peñas
coloradas,
en la siembra
del asaí donde
injerté el calor
de mi única abuela.
Me voy ensordeciendo,
me voy a galope
hasta mi primer
recuerdo,
escucho lejos
el sonido de
los bazares.
Interrumpen mis
recuerdos
los quejidos infestados
de unos dolores
que nunca sufrí.
Yo prefiero
desgranarme
viendo las bengalas.
Sintiendo cómo
cuando llueve
las caimaronas
se vuelven más
amargas.
Con mi lengua me
saco de un diente
el sabor del
caldo de ají.
Empiezo a
encharcarme,
pido que
desgranarme me lleve más
tiempo para alcanzar
a galopar hasta
mi madre,
para que me
lluevan los pies,
para dejarle
mis dientes
al enjambre.
Me desgrano por
la espalda y por
la mano al lado
del caño el billar,
veo el cielo iluminado
por las bengalas,
primero la luz y
luego el sonido
de la toma.