III
La esperanza dejó la casa hace siglos.
Los niños dejaron los juguetes.
La masa en la cocina fermentó, en ese sitio elegido por no sé quién.
La misma taza de café se enfría desde la idéntica mañana, aquella que nadie recuerda.
El timbre se mantiene en silencio.
El perro amigo.
El gato hambriento.
Desde el primer instante en el que todo se nombra con la mirada, todos permanecen aquí.
Todos permanecen mudos, unos frente a otros.
Todas las cosas que me rodean
Todas las cosas que me rodean prevalecerán,
todas aquellas que existieron antes de mí.
Los árboles que fueron la materia prima de cimientos,
columnas,
casas,
y muebles,
serán cenizas;
carbones,
leña quizá.
El algodón que forma mis vestidos y mis almohadas,
será un paño desgastado y un breve reposo bajo la tierra.
El agua permanecerá y el agua fluirá.
Pero algo de codicia concurre en lo imperecedero.
Yo, que sé todo esto, me despido. Adiós, adiós a todo el tiempo que me precede.
Me despido también de todo aquello que me
sobreviva.
