Marina Casado (Madrid, 1989). Trabaja como funcionaria docente de Lengua Castellana y Literatura. Estudió Periodismo y Filología Hispánica y se doctoró en Literatura Española con una tesis sobre Rafael Alberti. Es autora de ensayo, narrativa y poesía, y ha coordinado varias antologías. Ha publicado siete poemarios; entre ellos destacan Este mar al final de los espejos (Torremozas, Premio Carmen Conde 2020), Entra la noche (Celya, Premio León Felipe 2022) y Otros sabrán de mí (Fundación Valparaíso, Premio Paul Beckett 2023). Su primera novela, de género juvenil, Los doce reinos del Tiempo, fue publicada en 2021 con Ediciones de la Torre. La manzana de Eris, de género negro, fue la segunda, publicada en 2022 con Cuadernos del Laberinto. Colaboró en El País y actualmente es columnista en Prensa Ibérica y se encarga de una sección semanal de recomendaciones literarias en “Hoy por Hoy” de Cadena SER Henares. Desde 2025, colabora con la Fundación Valparaíso en la organización del Premio de Poesía Paul Beckett.
Morada de la noche
(Desprendiéndose lentamente de la conciencia)
He caminado por la ciudad sonámbula.
He pisado las calles vacías,
como pequeñas nieblas
llenando los jardines del recuerdo.
He encontrado las puertas cerradas,
mis manos cubiertas de barro,
la voz de un dios imperturbable
peinando los crepúsculos.
Sin ti la luz desciende,
se precipita sobre los balcones,
gotea,
recorre mis mejillas.
Este lenguaje nacido de la lluvia
se compromete ahora con el barro más hondo,
con las heridas más abiertas.
Desde él me pregunto:
¿es esta la soledad
donde habitan todos los ángeles?
Entra la noche
Los gritos caídos
Tengo un amor como tengo la noche,
de esa forma compleja y olvidada
en la que se desatan las espigas.
Tengo tu nombre al borde de la boca
y tengo un miedo tenaz a pronunciarlo
sin llenarme la sangre de septiembres.
(Septiembre a veces se confunde con un acantilado.)
He visto mundos fabulosos en tus ojos,
besos, barcas, libélulas.
He invadido los bosques de tu ausencia
sólo por un instante.
Tengo un amor como tengo una muerte
y los dos se parecen en las manos vacías,
en su forma sutil de acantilado.
Mi voz es alta y soñolienta igual que las espigas
y te grita en silencio,
sin pronunciar tu nombre arrasado de miedos,
bajo la bóveda implacable de la noche.
Este mar al final de los espejos
Hablo a la niña que un día fui
Yo no sé qué decirte.
La historia esconde extraños laberintos
detrás de sus paredes.
Nacemos, caminamos, nos recoge la tierra
(la tierra guarda muertos que nunca creerías).
Cruzarás una puerta, la llamarás “futuro”
y no podrán seguirte los que tanto te aman.
Yo no sé qué decirte; todo esto es inútil.
¿Nunca has pensado que también se mueren las estrellas?
Otros sabrán de mí
Caballos
Me miran con la muerte
tatuada en los ojos:
dos espejos en sombra,
dos pozos que conducen
al comienzo del mundo,
cuando el mar y el amor
eran negro insaciable.
Ese mismo vacío que me devorará
el día en que se apague nuestro beso.
Si el amor fuera un ala. Antología del grupo poético Los Bardos, La Imprenta, 2024