Poesía española: Andrés García Cerdán

Leemos poesía española. Leemos algunos poemas de Andrés García Cerdán (Albacete, 1972) incluidos en su nuevo libro, El gran amor, merecedor del XXVII Premio Generación del 27, publicado por Visor este 2025. En Reino de Cordelia publicó su antología Grunge (Poesía 1997-2022).

 

 

 

 

 

 

Agujeros

 

Encuentro en el armario​​ 

un jersey que llevé de adolescente.​​ 

Está arrugado,​​ 

deshecho.

Tiene agujeros de distintas formas.

 

La lana que eligió mi madre

-antes rojo burdeos-​​ 

se desvanece en la erosión.

 

La vainica es un libro

que se ha descuadernado,

un ovillo de signos

dados de sí.​​ 

 

¿Al otro lado​​ 

hay alguien?

 

¿Quién nos escucha en su indolencia?

 

El descosido, la rotura,

las hebras sueltas:

semántica

de un texto lleno de agujeros,

unas pocas palabras destrenzadas

en las que algo​​ 

se está perdiendo siempre,

 

en las que siempre hay algo más.

 

 

 

 

 

 

 

Surfing La Manga

 

me hablas del dolor tu cabello es rubio

a qué dolor te refieres

J. F. Kosta

 

Entre las ramas de los ficus​​ 

y una señal de tráfico,​​ 

entre un anuncio de telefonía

y algunos edificios​​ 

en construcción, se alcanza a ver

allá a lo lejos​​ 

una franja de mar.

 

Me hablas de la sed,

de lo que amas.

 

Para llegar al agua,

has de cruzar isletas de cemento,

líneas amarillas

y algunos callejones​​ 

donde hacen hilera los cubos de basura,

los cactus desahuciados

y algunas tiendas de comida rápida.

 

Por la Gran Vía de La Manga, nadie.

Solo el silencio

dinamitado​​ 

por las motos de los repartidores.

 

En el vacío se equilibran

los hoteles desiertos,

apenas una luz​​ 

en un bloque de veinte alturas.

 

Un cartel nos invita a clases de alemán:

Die Zukunft ist da!

 

Los periódicos dicen que a la playa

llegan miles de peces a morir

heridos de fosfatos.

 

Me hablas de Anne Sexton,

de su locura deliciosa.

 

De fondo, un rumor.

 

El cartel de Surfing La Manga

se resiste a ceder la luz

que le queda del último verano.​​ 

 

Se alquilan motos de agua,​​ 

tablas de surf, tumbonas,

pero no todavía:

ahora todo está cerrado.

 

Al fin el mar,

tras la alambrada de un desguace,

como un animal gris​​ 

que se abraza a su presa justo antes de engullirla.

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras la lluvia

 

La ciudad es hermosa tras la lluvia.

Una red de reflejos

va escribiendo en los charcos la alegría.

 

Se podría decir que llueve​​ 

a la memoria de mi padre.

 

Con las aguas me voy​​ 

a lo que está muy lejos. Salgo​​ 

al campo​​ 

(venid conmigo ahora si queréis,

acompañadme)

y ahí está de nuevo él

tan joven,

de pie sobre una roca,

fumando un cigarrillo.

 

Un poco más allá,

entre el pozo y la higuera, estoy yo.

Hundo las manos en la tierra​​ 

buscando un río

o vuelo por las ramas de un almendro

que hace años nadie poda.

 

Con la mirada sigo a nuestros galgos,

su líquida carrera hacia la noche.​​ 

 

Vámonos ya -me dice-. Es tarde.

Vamos, Andrés.​​ 

Se nos ha hecho​​ 

muy tarde.​​ 

Recoge lo que queda de este día

y vámonos.

 

 

 

 

 

 

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