Bisagra de siglo: lucha y disloques espaciales en la obra de Carmen Berenguer
1. Cuando me enteré que la llama de mi querida Carmen Berenguer (Santiago de Chile, 1946-2024), una de las grandes exponentes de la poesía chilena durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet Ugarte (1973-1990) y también después de la misma, se había apagado, me acordé velozmente de nuestra última conversación con el sonido del Océano Pacífico de fondo. En particular, hablábamos sobre el “estallido social” de 2019 y las maneras en que la protesta se ubicó en espacios estratégicos de la ciudad para hacer eco en el corazón de las instituciones. Tiempo atrás, Berenguer había publicado un libro titulado Plaza de la Dignidad (2020) en el que traducía y resignificaba las voces críticas de los frutos amargos del proyecto de sociedad en Chile, esparcidas por las calles durante varios meses.
2. Los años 10, en diferentes latitudes del mundo, fueron bastante convulsos y de movilizaciones sociales. Basta notar la Primavera Árabe entre 2010 y 2012 y los movimientos Occupy Wall Street en Estados Unidos y 15-M en España durante el 2011. Chile no fue la excepción: ese mismo año, los estudiantes universitarios llevaron adelante una huelga sostenida de casi medio año. De esta serie de manifestaciones, se incubaron cambios al sistema de representación política y, además, las coaliciones de partidos se vieron reconfiguradas en lo sucesivo. En 2019 el “estallido social” fue distinto: no solo llevó al país sudamericano a un proceso constituyente para redactar una nueva constitución, sino que también transformó la protesta de “las demandas estudiantiles” a un malestar ciudadano de mayor envergadura. Santiago, cuya población bordea los nueve millones de habitantes, casi la mitad del total que vive en Chile, tenía un epicentro donde toda la energía de la revuelta se concentraba: Plaza Baquedano (aunque me referiré a ella como Plaza Italia, ya que es el nombre por el que se conoce comúnmente). Esta Plaza es aquella que los manifestantes rebautizaron “Plaza de la Dignidad” tal como Berenguer intituló su último libro de poesía. Entonces, Plaza Italia, es un símbolo de la lucha de clases en la capital chilena: se impone, históricamente, como una frontera entre la élite y las clases más populares. En las protestas del “estallido social” fue el epicentro. Berenguer fue una testigo de primera mano: vivía en un departamento de los Edificios Turri, construcciones estilo art déco de 1929, en frente de la Plaza Italia.
3. En el primer poema del libro Plaza de la Dignidad, Berenguer compara a la Plaza Italia con un ágora. Recuerda, además, algunas escenas de 1949, 1957 y el golpe de Estado de 1973: “En esta misma plaza nos mordimos la amargura el 11 de septiembre de 1973 / día que nos robaron el sueño de abrir las alamedas / y como en una novela negra masticamos su polvo y su dolor agrio en el pecho” (12). Volvamos a la idea de ágora. El origen griego del término reconduce a los verbos “reunir” y “convocar”. Aunque no solo era un lugar de reunión, sino también donde transcurría el comercio y la vida pública, cultural y política de los antiguos griegos. El sujeto poético se posiciona en el tiempo y lamenta “la apertura de las alamedas”, es decir, el proyecto de sociedad libre e igualitaria de la Unidad Popular, coalición que gobernó Chile desde 1970 a 1973, hasta la interrupción violenta de la institucionalidad por parte de los militares. El “estallido social” representó una oportunidad para recuperar la plaza e imaginar un nuevo país. Berenguer, a modo de bitácora, testimonia: “Hoy es domingo Diciembre a 53 días del estallido social en el Chile neoliberal / En Plaza de la Dignidad preñada de buenos augurios / Derrotamos el sistema quedan los momentos del final son golpes / las máscaras del sistema están en el barranco solo propinan palos de ciego” (19).
4. En una antología de 2021, al cuidado de Claudia Posadas, publicada en México y primera en considerar toda la obra de Berenguer entre 1983 y 2020, la plaza vuelve como una semiósfera: es decir, como sostenía Yuri Lotman, el espacio en el que los diferentes sistemas de signos de una cultura (la lengua, el arte, la ciencia, etc.) pueden existir y son capaces de generar nuevos datos. Plaza Italia, en las protestas del “estallido social”, no obstante, se extendía como un eje interseccional en el que se cruzan diferentes banderas: estudiantes, cesantes, pueblos indígenas, disidencias sexuales, precariado, etc. Del otro lado, el gobierno de Sebastián Piñera, explícitamente, había declarado la guerra a su pueblo. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”, fueron las palabras del entonces presidente, el día 20 de octubre de 2019. El bucle de la historia se movía hacia la dictadura y la retroproyección de una herida todavía abierta. La guerra, en Plaza Italia, durante el “estallido social” se observaba en las escaramuzas entre manifestantes y agentes de policía. Con el paso de las semanas, la estrategia de la fuerza pública fue poner tanquetas, camiones blindados y militares en calidad de punto fijo. Berenguer documentaba: “Desde ese día la calle se convirtió en un campo de batalla / urbana, dejando heridos en los ojos, torturas en el metro de la Plaza / ayer Italia hoy nombrada por el pueblo Plaza de la Dignidad” (23).
5. Entre octubre y diciembre de 2019, Plaza Italia se trataba de una lucha por el centro: de día, manifestantes contra uniformados y el tránsito se desviaba por calles aledañas como avenida Rancagua y Diagonal Paraguay; de noche, los militares custodiaban una presunta normalidad del tráfico y de la estatua del General Manuel Baquedano que se iluminaba en medio del vacío. Plaza Italia, por otro lado, era llamada por la prensa la zona cero. Es más, se trata de una denominación que aún persiste, sobre todo para hablar de los daños económicos e infraestructurales a causa de las protestas y los enfrentamientos. Más atrás, en la obra de Berenguer, Plaza Italia es inscrita en Naciste pintada (1999) como si fuera un “checkpoint” de clase: “La Plaza Italia símbolo mítico de las últimas manifestaciones / públicas, señalaría el límite de nuestras fijaciones en la distancia, / entre los de arriba y los de abajo. / Fijaron la diferencia en nuestras heridas. / Fijaron la diferencia entre lo liviano y lo pesado. / Fijaron la diferencia entre los hijos de nadie y los hijos de alguien. / Fijaron la frontera entre ellos y nosotros” (24). El uso del espacio público, precisamente la Plaza Italia, tiene que ver con la capacidad de cortar el flujo de oriente a poniente y viceversa, pero también dirigir una marcha por la Alameda -avenida principal de Santiago- hacia el palacio de La Moneda. La calle aparece como una posibilidad de ajustar cuentas con el poder ejecutivo.
6. En Naciste pintada, la Plaza Italia que se describe es, en primer lugar, recuperada por la poesía misma en los bordes de la página. Berenguer delinea el escenario para el despliegue de esos cuerpos abyectos en el “centro de la vanguardia revolucionaria en todo sentido de la palabra” (Crónicas en Transición, 63). Y desde ahí, la literatura se viste con la carne de quienes ocuparon el espacio: Berenguer nos describe una Plaza Italia de mediados de los noventa, en que destacaba la construcción del edificio Telefónica, una torre de 143 metros. En ese libro, la poeta, justamente, se enfoca en otras plazas en que no solo la vida ha transcurrido históricamente, sino también la noche. Valparaíso, por ejemplo, encuentra su emblema en la Plaza de la Victoria, cuya presencia en la música folclórica chilena es clave, por ejemplo, en el clásico “La Joya del Pacífico” (Il gioiello del Pacifico) de Víctor Acosta y Lázaro Salgado.
7. En mama Marx (2006), Berenguer continúa observando la Plaza Italia de final de siglo y de los 2000, en que la libertad ambulatoria era un goce adquirido luego de la transición a la democracia. La poeta escribe la excepcionalidad de este centro neurálgico de la capital chilena en un tiempo posible: “Son las 7 de la tarde y aquí donde yo vivo de tiempo en / tiempo nuevos locos / se allegan a la Plaza Italia, porque esta no es una / plaza habitual como las antiguas plazas provincianas y / coloniales, / donde el revuelo romántico crujía en la enagua casadera. / Aquí, torpemente, es el cruce que revienta el corte en el tajo / de la ciudad” (Obra poética, 323). El paradigma que se destaca es el de la plaza colonial, organizada a través de un plano damero o hipodámico, pero unida mediante trazados “a cordel”. Precisamente, el modelo español consistía en poner en el corazón de la ciudad la iglesia principal y la administración local. Berenguer, en su obra, no tiene mayor interés en la Plaza de Armas, núcleo de Santiago, en la que están la catedral y el municipio; sino más bien, la Plaza Italia reviste interés por los acontecimientos políticos y cívicos que ha albergado y por la capacidad ciudadana de rearticular el territorio para transformarlo en un espacio de resistencia. La poeta nos lleva a la ocupación, indefectiblemente. En Naciste pintada sostiene: “Las plazas han sido el centro público del paseo provinciano / en épocas recientes” (23).
8. En Crónicas en Transición (2020), a fin de hacer una retrospectiva de la vida pública, Berenguer nos ofrece una visión nostálgica de la plaza: “Muchas veces en estos últimos años me sentaba frente a Plaza Italia y, ya con menos ímpetu, veía a viejos-nuevos movimientos con pancartas y los mismos conjuros de un pasado que no pasa, no quiere pasar, ni hacerse pasado, para poder escribirse, narrarse” (23). La lucha aparece como una potencia del presente: hay un futuro abierto y el pasado todavía no es pasado. En calidad de testigo, la poeta logra documentar las transformaciones de los años 10, en que los estudiantes universitarios, comenzaban sus caravanas desde la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, encabezados por el actual presidente del país. Aunque quisiera insistir que se trata de una plaza que vivía de día, con los gritos y los lienzos que avanzan a paso de gigante. De noche, la Plaza Italia que grafica Berenguer en Naciste pintada y en obras anteriores como Huellas de siglo (1986) o en A media asta (1988), poblada de cuerpos abyectos -prostitutas, transexuales- que transitan en la madrugada cuando las últimas velas de la noche están por apagarse.
9. De la corporeización de los espacios urbanos, Berenguer teje una poética de recuperación de cuerpos que participan del paisaje de una ciudad reconfigurada por el proyecto neoliberal y contrarrevolucionario del régimen autoritario de Pinochet. Plaza Italia, como bien se describía en mama Marx, se vacía a las siete de la tarde, para abrir la ciudad para otras presencias: “Allí va la Güipil de la Plaza / Italia— / Es una loca travesti fantasmal, que recuerda las uniones / obreras / de principios de siglo y que perfectamente podría, / sin proponérselo, convocar a los nuevos humillados de este / final” (Obra poética, 323).
10. Berenguer participa del paisaje de Plaza Italia en la bohemia misma: además los alrededores proponen modos de extender la noche. A un costado está la Casa del Escritor, sede de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), uno de los ejes de resistencia durante la dictadura. Más al norte, el barrio Bellavista, conocido de la movida universitaria y el trasnoche. Plaza Italia de noche sugiere concentraciones políticas de otro tipo, agenciamientos que responden a la noción de campo. La propuesta de Berenguer va en la línea con lo que sugiere David Harvey con el “derecho a la ciudad”: la ciudad que se boceta en el poema es la ciudad vivida, pero se cruza con la ciudad que es y la ciudad que se sueña. La formulación poética, sin embargo, es crucial para salir de la ficción estética y transformar las palabras en acción. Justamente, se trata, como dice Harvey del “derecho de cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad”. En Plaza de la Dignidad se corona un recorrido que puede devenir orgánico en torno a Plaza Italia: “Mi plaza está viva y colorea / es la guernica sudaca del sur / Es bronx en la acera sur del continente / Es mi barrioco donde escribo / El día que dejaron ciego a un joven luchador en esta plaza” (73).
11. La vida de la Plaza Italia es su ocupación, el hecho de fungir como ágora para los cuerpos que allí se dan cita. En las protestas del “estallido social” es la interseccionalidad lo que caracteriza a los actores que fueron capaces de torcer la mano al gobierno y a la clase política para iniciar un proceso constituyente, en un país que ya desde 2011 venía -desde las bases- hablando de eso. Durante 2024, la Plaza Italia se vio neutralizada por las gestiones de Evelyn Matthei, la entonces alcaldesa de Providencia (comuna del Gran Santiago en que está emplazada), militante de la Unión Demócrata Independiente, partido político que no puede despegarse de su filiación pinochetista. La idea, en definitiva, ha sido aumentar el parque aledaño y con ello, el paseo peatonal, en lugar del lugar de concentración. Del otro lado, se trata de una operación contrarrevolucionaria que busca clausurar la posibilidad de una nueva revuelta, de “tomar la plaza” y, en último término, del sueño de llamar a la plaza, Plaza de la Dignidad.
12. En la antesala del primer aniversario luctuoso de Berenguer, recuerdo ese período en que Plaza de la Dignidad se estaba fraguando: Plaza Italia en el día era una ruina, un antiguo campo de batalla sin cadáveres, podía verse el tráfico circular con aparente normalidad. En el montículo que funge de rotonda, durante el día, había algunos manifestantes que se emplazaban para “ocupar” la plaza, tal como si fuera la bastilla. Los cuerpos policiales se movían con sigilo y sorpresa durante el día, aunque permanecían alejados de la “plaza”. El 16 de diciembre de 2019, Berenguer convocó a un “cabildo poético” para habitar la plaza y embadurnarla con la fuerza de la poesía. Recuerdo que estaba Soledad Fariña, Héctor Hernández Montecinos, Manuel de J. Jiménez y otros poetas y amigxs de Berenguer que frecuentaban SECH y su morada en los Edificios Turri. Recuerdo a la poeta que nos arengó, en el portón de su casa con su inmortal poema “Santiago Punk”. Der Krieg, punk: son contradicciones que se abrazan, se anulan y se escupen. La guerra y los punk, quienes rechazan los dogmas y cuestionan el orden establecido y la sociedad de consumo: se ponen frente a frente en la poesía de Berenguer, tal vez el justo retrato de circunstancias que estaban azotando una capital con nueve millones de personas y a un país que, de Arica a Magallanes, con un poco de suerte, llega a los veinte millones. Los punk resisten a la guerra, no porque no puedan vivir cómo quieren, sino porque se constituyen contra ella y su modus vivendi anarquista y contrainstitucional.
13. Carmen Berenguer sabía de la necesidad de ocupar los espacios urbanos. Y el 16 de diciembre de 2019 pareció algo premonitorio, la poesía cantaba al presente, exhumaba esos espíritus del pasado y cargaba de esperanza al futuro. La eliminación de la Plaza Italia, sin embargo, no es una derrota: la poesía es una fuerza reivindicadora. En su libro Plaza de la Dignidad, Berenguer nos sugiere: qué escribir después de 1973 (38), justamente, haciendo alusión al golpe de Estado del 11 de septiembre de ese año que llevó a los militares a bombardear el corazón de la institucionalidad chilena, a volverse contra un pueblo desarmado y a neoliberalizar las mentalidades por diecisiete años. Yo me pregunto después de esas ciudades que se levantaron del letargo y fueron a protestar durante un mes y medio, cómo escribir: a la postre, cómo escribir en Chile después de 1973 y de 2019. Y no solo escribir: cómo leer en la inestable inestabilidad de estos tiempos y cómo leer en voz alta para seguir ocupando los espacios donde nos reconocemos y nos tendemos puentes para que la humanidad se vuelva costumbre. Un saludo fraterno de ultratumba a mi querida Carmen, por la promesa de nunca dejar de hablar del espacio ni de la Plaza, esa plaza tomada.
***
Nicolás López-Pérez nació en Rancagua (Chile) en 1990. Ha publicado ocho libros de poesía, entre ellos, De la naturaleza afectiva de la forma (2020), Cielo de correspondencias (2024) y La división de algunos días (2024). Su última publicación es el ensayo Los ritos ardientes. Discursividades en la obra de Julio Barco (2025). Administra la mediateca de poesía cotidiana la comparecencia infinita. Escribe crítica literaria en la revista argentina Metaliteratura. Actualmente está traduciendo a los poetas Rocco Scotellaro y Sidney Keyes y enseña lengua y culturas hispanas en la Universidad de Salerno.