Henry Alexander Gómez, V Premio Internacional de Poesía Francisco Brines 2025

Leemos al poeta colombiano Henry Alexander Gómez. Se trata de cuatro poemas del libro Diario para anunciar el fin del mundo, del poeta colombiano Henry Alexander Gómez, V Premio Internacional de Poesía Francisco Brines 2025. “El jurado ha resaltado que es un poemario cuyos poemas destacan por el cuidado formal, el dominio del ritmo y del lenguaje, el uso del monólogo dramático y su unidad temática y tonal, regida por un culturalismo inspirado en la prehistoria y protohistoria europea e hispanoamericana, en la que objetiva su concepción del mundo”. La imagen es de Laura Castillo.

 

 

 

 

 

Henry Alexander Gómez​​ (Bogotá, 1982). Magister en Creación Literaria de la Universidad Central y Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; en la actualidad cursa un doctorado en literatura en la Universidad de los Andes. Es director del Festival de Literatura “Ojo en la tinta”. Dirigió el Taller Distrital de Poesía Ciudad de Bogotá en el año 2018 y 2019 y el Taller de Poesía del Ministerio de Cultura, 2021. Ha publicado los libros​​ Memorial del árbol​​ (2013);​​ Diabolus in música​​ (2014), Premio Nacional de Poesía Ciro Mendía;​​ Tratado del alba​​ (2016), Premio Internacional de Poesía José Verón;​​ La noche apenas respiraba​​ (2018),​​ Mención Honorífica Certamen Internacional de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz;​​ Georg Trakl en el ocaso​​ (2018);​​ Casa giratoria​​ (2019);​​ Cuentos para hundir un submarino​​ (2021), Premio Internacional de Cuento “Juan Ruiz de Torres”;​​ La torre de los caballos azules​​ (2022), Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández;​​ El tiempo del ruido​​ (2024), Premio Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio. Igualmente, recibió el Premio Nacional de Poesía Universidad Externado, el Premio Nacional Casa de Poesía Silva, el Premio Internacional de Poesía Vicente Rodríguez Nietzsche y, recientemente, el Premio Internacional de Poesía Francisco Brines. Es cofundador y editor de la Revista Latinoamericana de Poesía​​ La Raíz Invertida​​ (www.laraizinvertida.com).

 

 

 

 

 

***

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lucy

 

Tres millones de estrellas atrás

Lucy levanta la pequeña hoja de un árbol

y la extiende sobre las nubes para comparar

las formas familiares. Tal vez intuye

el secreto de las cosas pequeñas,

a lo mejor un guijarro, un insecto, una semilla.​​ 

Quizás anuncia sin entender​​ 

que sus huesos diminutos de australopithecus

serán las vocales justas para razonar la anatomía,

los homínidos​​ 

que mudan de dientes cada generación,

el músculo como un molde del tiempo,​​ 

la forma de la pelvis para erguirse​​ 

en dos patas y así romper la barrera del sonido.​​ 

Dice en su portal​​ National Geographic​​ 

que mientras el paleoantropólogo​​ 

Donald Johanson celebraba el hallazgo

de los restos óseos, en Hadar, Etiopía,

la radio trinaba la canción “Lucy

in the Sky with Diamonds”,​​ de​​ The Beatles.​​ 

El paraíso igual a un salón de espejos​​ 

para darle un nombre en voz alta​​ 

a la geometría de los fósiles,

la aritmética de la música que no posee espacio

y nos ayuda a descifrar la mirada ubicua​​ 

de Scarlett Johansson quien recibe con la punta

de su dedo el cerebro de Lucy,​​ minúsculo​​ y

manso​​ como una pequeña luna;​​ 

todo para concebir que los humanos solo somos​​ 

una pequeña casa flotando en el océano. ​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Teyuna

(ciudad perdida)

 

Es de noche y la estrellas

escriben la historia de cada piedra

de esta ciudad oculta por el viento

que silba detrás de la maleza.​​ 

La garganta del mar​​ 

ha cerrado sus fauces hace mucho,​​ 

los tucanes brillan oscuros​​ 

desde las semillas que mañana

fecundarán la niebla.

Las mariposas han estado mordiendo

por siglos las voces

que sostienen el cetro​​ 

en las manos de Naoma-Kavi,

el sacerdote mayor que sabe

de la oxidación del cobre,​​ 

de la nieve que devora la sombra​​ 

en la montaña,

y que ahora vaticina la llegada​​ 

de los grandes barcos​​ 

y los espejos

que no reflejan ninguna luz.​​ 

Es más fácil decir que nombrar,​​ 

leer en las manchas del jaguar

la mano abierta del universo,​​ 

la constelación dormida​​ 

que pronto abrirá los ojos​​ 

para anunciar la extinción​​ 

de Tayronaca,

el dolor y la risa​​ 

como una flor que cae,​​ 

el rezo amenazado del paujil,

los senderos que se pierden

en la boca que no ve,​​ 

el corazón como un agujero​​ 

en el pecho de la sierra,​​ 

el bisturí que corta​​ 

el seno extirpado Haba Seinekan,

Madre y Señora de todas las cosas.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Homo​​ neanderthalensis

 

Son los homínidos que más tiempo​​ 

han estado sobre la tierra,​​ 

mucho antes que los humanos modernos​​ 

quienes llegaron con sus inventos​​ 

para poblar el océano​​ 

con tres millones de toneladas de plástico.​​ 

Un neanderthal es un ser de viento,

un humano que nos devuelve la mirada

para asirnos con el terror de vernos

a nosotros mismos.​​ 

Estos hombres, paridos de la nieve vertebral

de las montañas,​​ 

entendieron las formas cambiantes​​ 

de la sombra​​ 

desde el aleteo del fuego,​​ 

grabaron su respiración​​ 

en los muros de las cuevas​​ 

con líneas que representan​​ 

el vuelo de las libélulas,

el talle de la luz sobre los árboles,

o la geometría inacabada de las placas​​ 

en el caparazón de las tortugas.​​ 

El hallazgo de polen en la cueva Shanidar,​​ 

en Irak, demuestra el uso de flores​​ 

para los ritos funerarios:​​ 

un atisbo de la noche​​ 

que prueba la inmortalidad,

sus alas de ángeles abanicando​​ 

los nombres de las conchas marinas,​​ 

las garras de las aves de rapiña,

el excremento dejado por los mamuts​​ 

sobre las planicies de hielo,​​ 

el susurro de un idioma de pasos

hoy vencido por la perplejidad.​​ 

 

 

 

 

 

 

 

Aguja

 

Mirar

por​​ 

el​​ 

ojo​​ 

diminuto​​ 

de​​ 

la​​ 

aguja

y​​ 

así​​ 

tejer

el​​ 

mundo

en​​ 

su​​ 

justa​​ 

medida:

 

Quizás​​ 

sea

lo​​ 

más​​ 

cercano

a

ver​​ 

desde

el​​ 

ojo​​ 

de​​ 

Dios.​​ 

 

 

 

 

 

 

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