Un mal de familia (Ediciones Hiperión, 2025), de Juan Domingo Aguilar organiza su propuesta poética en tres actos, tres respiraciones, tres paisajes. En «Nadar a casa», primer apartado del volumen aparece el amor familiar con sus expectativas y recelos. También se hace presente una rencorosa melancolía que sólo puede venir desde la infancia, mediante un desarrollo autorreferencial sólido y una cadencia que se niega a la regularidad acentual. Estos poemas tienen el pixel grande de las viejas fotografías digitales y su música de fondo es triste. La revelación: nunca es posible volver a casa.
El segundo momento del libro es «Poemas Ecuatoriales» que se encuentra marcado por el viaje. El sujeto lírico mira el mundo como si acabara de nacer a una realidad alucinante y dura. El tono es exteriorista, desaforado y anafórico. Los poemas de este apartado prescinden muchas veces de la puntuación y se expresan con versículos que se extienden con una energía propia del poema social. Es, en buena medida, un viaje iniciático por el corazón salvaje de América Latina.
En el tercer apartado titulado «Los subterráneos», pasa del exteriorismo de impronta latinoamericana al confesionalismo íntimo que recuerda a la poesía de la experiencia, subvertida aquí por la reescritura como gesto irónico ante la tragedia cotidiana de lo que no permanece, donde el para siempre «es demasiado tiempo para el amor» y la soledad taladra con un zumbido «a cuarenta y cinco / revoluciones por segundo».
Un mal de familia, de Juan Domingo Aguilar, es un libro donde la escritura se nos presenta como la gran renuncia a la vida normativa y moderada, pero también como la gran apuesta del poeta que no escapa a la fragmentación de lo real.
Mijail Lamas
***
Super-8
Cuando era pequeño
vi llorar a mi padre por primera vez,
mi tío hacía películas caseras
y una tarde proyectamos
la del último viaje
que hicimos en familia.
La cara de mi abuelo
apareció junto a una balada de fondo,
entonces aprendí,
todas las canciones de amor
tienen por protagonista
a un muerto.
Gravedad cero
Mi madre está tumbada en su cama
la operaron hace varios días
duerme y su aliento empaña
la máscara de oxígeno
como si fuera el casco
de una pequeña astronauta.
Despierta y agarra mi mano,
sonrío y le pregunto
qué le apetece hacer:
solo quiero ir a casa, dice
quejarme, regañar a tu padre
por comer demasiado,
regañar al perro del vecino,
limpiar un poco el salón
y sobre todo llegar al cielo
mucho antes
que todos vosotros.
Río Napo
Una vieja agarra mi mano
y me regala un par de frutas,
sonríe y dice que en este río
los barcos cruzaban
tan juntos unos de otros
que era como si se besaran,
que no me preocupe
porque mi mal pasará
mientras desliza
un manojo de ruda
por mi cabeza,
porque todo lo importante
termina siempre de repente,
dice, mientras señala
con su dedo índice la orilla:
el camino por aquí
se estrecha de pronto,
dice que a esta altura del país
los ríos se hacen más viejos
que se encogen y se dividen
por varias bifurcaciones
como nuestras vidas,
hasta que es imposible
encontrar lo que una vez
los unía.
Separación de bienes
Cómo dividir el patrimonio acumulado
si los parques no caben en cajas
y los amigos se reparten como discos
según la fecha de compra.
Cómo adjudicar los cadáveres de manera justa
si están apilados en el mismo armario
o asignar las estaciones de metro
donde a partir de mañana
empezaremos a evitarnos.