Sortir du noir de Georges Didi-Huberman
Un hombre de imágenes, como lo es usted, no podía dejar de ser sensible al poder de estas fotografías. Supongo que usted también se habrá hecho esta clase de preguntas: ¿cómo es posible que todo el horror de la situación (por un lado, los cadáveres recién extraídos por el Sonderkommando de las cámaras de gas quemándose en fosas al aire libre, y por el otro, mujeres desnudas siendo empujadas hacia la muerte para el próximo gaseamiento masivo), ¿cómo es posible esa rapidez para decidir (organizarse para extraer de esto un testimonio visual), ante todo el peligro inherente a un tiroteo (debido a estar bajo la amenaza mortal de ser visto por las SS, sacar una cámara de tu bolsillo y acercarla a tu ojo para encuadrar algo tan infernal?), y dimensionar que todo esto se puso en imágenes, en la superficie de estas cuatro fotografías que hoy nos quedan y que hemos reunido en un solo negativo fotográfico? Es un archivo parcial, incompleto y por lo tanto muy pobre. Pero es un archivo conmovedor y de valor incalculable. Archivo visual donde la sombra y la luz, el blanco y el negro, la nitidez y el desenfoque ofrecen un testimonio directo de la situación y de lo que estas imágenes parecen ser las “sobrevivencias”.
Sin duda, la Shoá es, irreductiblemente, este “agujero negro entre nosotros”. Pero esto, lejos de proporcionarnos una respuesta definitiva, solo abre toda una serie de cuestiones sin resolver. Y ante todo la cuestión -estética y ética, psicológica y política- de saber qué hacer ante este “agujero negro”, con este “agujero negro”.
¿Qué hacer realmente? ¿Dejar que el “agujero negro” nos socave desde adentro, en silencio, absolutamente? ¿O intentar volver a él, mirarlo, es decir, para sacarlo a la luz, para sacarlo de la oscuridad? Conocemos las facilidades filosóficas, incluso religiosas, a las que se presta la primera actitud: hacer del “agujero negro” un “lugar santísimo”, un espacio de fantasía, como inaccesible, intocable, inimaginable, imposible de imaginar. Consagrar así el reinado del negro.
Este “ideal del negro” se da, de acuerdo con Adorno, como posible respuesta de las artes visuales a los “agujeros negros” de Auschwitz y a las masacres que, después de 1945, no cesaron: “Para sobrevivir en medio de los aspectos más extremos y oscuros de la realidad, las obras de arte que no se desean vender sirven como de consuelo para llegar a ser como ellas. Hoy, el arte radical significa arte oscuro y tiene al negro como color fundamental. Muchas producciones contemporáneas no toman en cuenta este hecho y sienten un placer infantil hacia los colores. El ideal del negro es, desde el punto de vista del contenido, una de las tendencias más profundas sobre la abstracción”. Y Adorno concluye con: “Con el empobrecimiento de los medios se está perdiendo el ideal del negro, o incluso cualquier objetividad, empobreciéndose también lo que se ha escrito, pintado o compuesto. Las actuales vanguardias llevan este empobrecimiento al borde del silencio1
Entonces no te has olvidado del negro. Pero lo has sacado de su abstracción. Como para arrojar luz –no “toda la luz”, no, porque la luz nunca es “toda”, excepto en el paraíso de las verdades intangibles–, sino arrojar luz sobre el “agujero negro” que te obsesionaba: arrojar una luz mirando hacia el “agujero negro”, haciéndolo que se despliegue visualmente. Estoy seguro de que viste claramente que esto ya así era en las fotografías en blanco y negro de 1944.
Cuando “Alex” se escondió en la oscuridad de la cámara de gas para tomar su cámara y encuadrar los cuerpos ardiendo al aire libre que se ven a través del portal, nos dejó un doble testimonio: el testimonio del negro, o de la sombra, que constituye el espacio cerrado de la matanza y – entonces durante algunos segundos– resguardarse, estar fuera de la vista, esto precisamente para ejercer, ayudando objetivamente, el propio derecho de observar; pero también un testimonio de la luz, es decir, el acto fotográfico por excelencia, para hacer visible a todos lo que los nazis querían absolutamente hacer invisible y, por lo tanto, increíble a los ojos del mundo.