Sobre Madre Saturno, libro de Audomaro Hidalgo

Ángel Morales escribe sobre Madre Saturno del poeta mexicano Audomaro Hidalgo (1983). Ediciones Phloème de Francia publicó en 2024, en su colección Je est un autre, Mère saturne (un ensayo de imaginación creativa).

 

 

 

Madre Saturno​​ de​​ Audomaro Hidalgo

 

Ángel​​ Morales1

 

Hace algunos meses​​ apareció en París el libro más reciente​​ de Audomaro Hidalgo,​​ Mère Saturne, traducido por Gaëtane Muller Vasseur. Se trata del​​ tercer​​ libro​​ de Hidalgo​​ traducido al​​ francés. En efecto,​​ el segundo​​ fue​​ el​​ poemario​​ Les Desseins de l'intemperie,​​ finalista del Prix Mallarmé étranger 2024,​​ y el primero,​​ Incision, un libro de poemas en prosa, que tuvo una​​ amplia​​ recepción entre los lectores franceses, se publicó en 2022.​​ Audomaro​​ Hidalgo​​ se suma así al reducido grupo de poetas​​ mexicanos​​ contemporáneos traducidos al​​ francés.​​ 

Un autor más visual que auditivo,​​ escogió​​ una fotografía​​ de​​ Jorge Luis​​ Borges y Octavio Paz para​​ discutir la concepción del tiempo en la obra de ambos autores.​​ Qué mejor manera de discutir el tiempo sino desde una fotografía que logró capturar un eterno presente.​​ Además,​​ Audomaro​​ desarrolló​​ un trabajo de écfrasis,​​ no sobre la imagen,​​ sino​​ sobre​​ lo que evocan los dos​​ personajes.

El libro se construye​​ alrededor​​ de la fotografía y uno se pregunta​​ ¿de​​ cuál de todas​​ está hablando? Paz y Borges conversaron, por última vez,​​ en la Antigua Capilla del Palacio de Minería,​​ en 1981,​​ las fotos​​ fueron tomadas por​​ Paulina Lavista, pareja de Salvador Elizondo, quien también participó en el​​ programa​​ televisivo.​​ Pero​​ la foto a la que se refiere Hidalgo​​ no es​​ ninguna de​​ las conocidas​​ y se​​ ignora​​ el nombre del fotógrafo. Sin embargo, el poeta se aventuró a titularla con una frase​​ que logra cristalizar el momento: “El adiós de los patriarcas o la desolación de la poesía.”​​ 

La preocupación​​ constante​​ de Paz y Borges​​ en su poesía​​ es el tiempo.​​ Audomaro​​ habla de​​ la​​ triple​​ concepción​​ temporal​​ de los griegos:​​ Cronos, Aión​​ y Kairos, de​​ la​​ vivacidad de​​ Nietzsche​​ y​​ del tiempo vertical Bachelard.​​ Para​​ Octavio​​ Paz,​​ el​​ tiempo en el arte no es lineal. Al hablar​​ de la pintura,​​ Paz​​ declaró: “Un cuadro es un espacio en el que vemos otro espacio; un poema es un tiempo que transparenta otro tiempo, fluido e inmóvil justamente.”

El autor​​ considera las distintas concepciones del tiempo que​​ Paz abordó​​ y​​ que han tenido distintas civilizaciones:​​ el cíclico de la antigüedad pagana y de las culturas​​ prehispánicas;​​ el lineal y finito del cristianismo;​​ el lineal​​ y progresivo de la modernidad.​​ Yo​​ agregaría​​ el tiempo de la India, “el maya”, que significa una ilusión,​​ tiempo​​ que no existe.​​ 

Octavio Paz ofreció​​ una definición del tiempo que está muy cerca de describir una fotografía: “¿el tiempo pasa o el tiempo es una transparencia inmóvil y lo que vemos pasar son las imágenes del tiempo? Quizá el tiempo es un presente inacabable, quieto y que nosotros no vemos; lo que vemos son las presencias en las que el tiempo​​ se manifiesta.” Audomaro​​ Hidalgo​​ agrega:​​ “El presente es el nudo de los tiempos”.

Escrito por lo regular en primera persona, el libro mezcla la​​ prosa poética y el ensayo. La obra​​ se construye con frases sólidas, imágenes claras e ideas precisas. ​​ Además, las citas de autores y pinturas que menciona fortalecen el texto. ​​ Audomaro lleva a cabo una comparación entre​​ las ciudades de​​ Buenos Aires y México, repasa los nombres de​​ Lugones,​​ Macedonio​​ Fernández, Vasconcelos y los Contemporáneos. Hidalgo sabe​​ de​​ lo que habla: ha vivido en México y Argentina​​ y ha caminado​​ sus capitales, además,​​ realizó sus estudios de letras en la​​ Universidad Nacional del Litoral, en Santa Fe, Argentina.​​ Octavio Paz, después de una visita a aquel​​ país, le contó a Fuentes en una carta: “pero​​ Buenos aires no se mueve, no se hunde y el mar no la arrastra.” Borges, cuando​​ llegó por primera vez a México, por​​ unos versos de López Velarde donde se menciona ​​ el agua de chía, le preguntó a Juan Rulfo a qué sabía dicho brebaje, el autor de​​ El Llano en llamas​​ le​​ respondió:​​ “sabe​​ a​​ tierra.​​ 

En los buenos ensayos siempre​​ debe​​ haber algunas​​ frases​​ tan polémicas​​ como debatibles, que obliguen​​ al lector a reflexionar al respecto, ya sea​​ para disentir o para aceptarla.​​ En el libro,​​ por su puesto,​​ existen:​​ “Borges y Octavio Paz son inconcebibles sin la extensa y dilatada obra de Reyes, pero ambos superan al modelo. Reyes es un estilista; Borges y Paz son dos poetas, quiero decir dos escritores cuyo pensamiento es una profunda y compleja visión de la realidad.”​​ No hay que olvidar que Borges y Bioy Casares,​​ cuando tenían dudas acerca de alguna​​ palabra o frase se preguntaban:​​ “¿cómo​​ la habría escrito Alfonso Reyes?”​​ Además,​​ Borges declaró que Alfonso Reyes logró escribir muchas páginas perfectas.​​ En los diarios de Bioy Casares encontramos comentarios sesgados​​ de Borges hacia Paz, en ocasiones resultan difíciles de creer, sospecho que quizá la relación y​​ los sentimientos​​ que tuvo​​ Bioy Casares hacia Garro influyeron para que se expresara de esa manera.

De los​​ escritores​​ latinoamericanos,​​ Borges y Paz​​ fueron los dos primeros en aparecer​​ en la prestigiosa colección de La​​ Pléaide​​ (después se les unió Vargas Llosa). Cuando recibió​​ la noticia, el autor de​​ El Aleph​​ respondió:​​ “C’est mieux que le Prix Nobel, non?”​​ Por su parte, el escritor mexicano,​​ ganador de dicho premio, contestó:​​ “Bon!​​ La Piade, c’est mieux après​​ la mort. Vous ne croyez pas?​​ C’est par superstition que je dis cela.

En​​ Mère saturne​​ cambiamos de tiempo y espacio:​​ Buenos Aires, México, Francia, sobre todo​​ Normandía: historia,​​ geografía​​ y arquitectura.​​ Audomaro​​ Hidalgo​​ dibuja​​ la ciudad que está en su mente, la memoria como​​ fotografía.​​ La descripción que hace de la iglesia Saint Joseph, en​​ el puerto normando de​​ Le Havre,​​ recuerda​​ algunas páginas del​​ Sebald​​ de​​ Austerlitz​​ y​​ Los anillos de Saturno.​​ No es de extrañar, Hidalgo​​ apunta sobre Sebald:​​ “El​​ tema implícito de las novelas de Sebald es el tiempo, más​​ bien​​ el paso del tiempo que todo lo corrompe y todo lo destruye, el tiempo que sin cesar transcurre y está recomenzando”.​​ Debo confesar​​ que​​ el escritor alemán​​ nunca me ha parecido un autor​​ fácil,​​ uno puede leer varias páginas y después de pensar un momento se da cuenta que en realidad no ha pasado nada. Quizá porque Sebald suele insertar fotografías en sus novelas​​ y​​ la narrativa se mantiene​​ en​​ un​​ constante presente.​​ 

En el libro leemos una serie de anécdotas, como el incendio en el departamento de Paz, donde se perdieron libros y varias obras. Al enterarse, el pintor chileno, Roberto Mata,​​ le envió​​ tres cuadros​​ nuevos de gran formato para reponerle los que​​ había perdido.​​ En otra parte,​​ Audomaro cita a​​ Pascal​​ Quignard,​​ quien​​ recomienda leer​​ únicamente​​ autores mayores de 50​​ años. Coincido​​ con esto y me hace recordar la siguiente​​ frase:​​ es más difícil vender mil libros en 100 años que en diez.​​ El autor​​ también comparte cómo está​​ conformada​​ su​​ biblioteca,​​ se​​ refugia en​​ la​​ Biblia​​ y​​ los clásicos:​​ la​​ Odisea, la​​ Eneida,​​ la​​ Commedia,​​ Don​​ Quijote,​​ Quevedo y​​ Shakespeare, etc.),​​ además de​​ contar con la​​ obra completa de​​ Reyes, Paz y Borges, que están a la misma altura que las narraciones orales de su abuelo.​​ Entre las figuras de Paz y Borges,​​ también se erige la del abuelo, “idolatra y campesino”.​​ ​​ ​​ 

En el​​ libro se habla de la muerte del padre de Paz, arrollado por un tranvía;​​ del padre de Reyes, el general Bernardo Reyes,​​ acribillado durante el caos revolucionario,​​ y​​ del​​ padre de Borges,​​ profesor de psicología y que también perdió gradualmente la vista.​​ En​​ el fondo​​ pareciera que​​ es la melancolía por los muertos quien dirige los temas​​ de​​ Mère saturne. Citando a​​ Darían​​ Leader, en el dolor uno está dejando ir a sus muertos, en la melancolía uno muere con ellos.​​ Tal vez por eso​​ en algún momento se tiene​​ la impresión​​ de​​ que​​ en realidad​​ son​​ los recuerdos y la melancolía​​ los que​​ unen​​ todos los tiempos​​ en el presente,​​ donde​​ desfilan los rostros de Paz,​​ Borges, Reyes y​​ del abuelo​​ materno de Audomaro Hidalgo. Y​​ como​​ leemos​​ en​​ Piedra de Sol:​​ todos los rostros son un solo rostro,​​ todos los siglos son un solo instante”.​​ 

 

 

 

 

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Figurilla mexicana

 

Te ofrezco las mazorcas solares de mi mano izquierda. Siembra los granos o muélelos como sesos de gorrión o dientes. Bajo la luna, mis mazorcas son una almohada de brasas donde puedes reclinar tu sueño. Pero no esperes de mí días de guardar, porque yo pertenezco a la intemperie. Mis collares y ajorcas no brillan, son talismanes para convocar las corrientes nocturnas, o apaciguarlas. Como las sonajas y cascabeles del viento en el follaje, como la cascada que desde el fondo de la selva rompe sus huesos de espuma contra las rocas, como los chillidos del ave que estrían la noche, así se escuchan, así suenan mis alhajas sin resplandor. Mi linaje es una genealogía de raíces. Estoy desnuda de nombres. Nací hace mil años pero soy más joven que tú. Mi mano derecha conoce la humedad anterior al tiempo. Con ella podría cubrir mi sexo, arrasado y limpio como un pastizal después del incendio. Mi sexo fue abierto por la más fina hoja de obsidiana hallada en las montañas. Introduce tus dedos en mi riachuelo de sangre, moja tu ser con la substancia de mi ser. Los cristales rotos que flotan en mi sangre también son tuyos. Ven a mi patria de sombra, ven a mis aguas boreales, húndete, sin remos piérdete.​​ Vuelve a caer a la tierra de mis entrañas vacías, de donde naciste y adonde todos habrán de volver. Mira tu vértigo multiplicado en mis espejos más profundos. Yo te ofrezco las imágenes más remotas de ti, el don de vislumbrarlas un instante y acaso poder nombrarlas, para que recobres tus cuerpos que arden como mazorcas en mi patria sin límites. Como una ostra aislada y expuesta, en mi centro palpita tu núcleo salvaje.

 

1

​​ Ángel Morales nació en Juchitán, Oaxaca, en 1986. Es escritor, psicólogo y periodista. Ha publicado la novela​​ El ultimo que muera apague la tele​​ (Cantera Verde, 2007). Actualmente es doctorante en la Université de Lille, donde hace una tesis sobre la crítica de arte en la obra de Octavio Paz.​​ 

 

 

 

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