Luis Eduardo García (Chulucanas, Piura, 1963) es poeta, narrador y periodista. Hace treinta y cuatro años publicó su primer libro de poesía: Dialogando el extravío (1987), con el cual obtuvo el primer lugar el VI Concurso El Poeta Joven del Perú el año anterior. A este le siguieron El exilio y los comunes (1989), Confesiones de la tribu (1991), Teorema del navegante (2008), La unidad de los contrarios (2011, Tercer Premio del Concurso Internacional Copé de Poesía) y Filosofía vulgar (2013). Ha publicado los libros de cuentos Historia del enemigo (1996), El suicida del frío (2009) y Adiós, Sofía (2017). El 2015, su novela Señor Cioran ganó uno de los premios de la Fundación para la Literatura Peruana, la cual fue publicada el 2016. En periodismo ha publicado los libros de crónicas, ensayos y entrevistas Tan frágil manjar ( 2003 y 2014) y El placer traidor, crónicas elegidas (2012 y 2021). Desde 1986 publica una columna semanal, Cartas del tribal, en el diario La Industria de Trujillo. Dirige la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Privada del Norte. En 2022 publicó Lo que parece estable. Poesía reunida 1986-2021 y ganó el concurso Julio Ramón Ribeyro de novela corta que convoca el Banco Central de Reserva del Perú con su novela El lugar de la memoria.
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CAMPOS DE ARENA
Para cumplir los mandamientos,
a estos arenales nos trajeron hace tantas lunas.
En fila india cruzamos la tierra prometida
pegados al rastro del calor y los reptiles.
Pan no tuvimos / agua no tuvimos,
aquí sembramos viento y cosechamos tempestades,
aquí seguimos levantando esteras, quincha, palo santo,
porque la esperanza es lo último que muere con nosotros
o nace con nosotros.
Los pueblos siguen al lado de la vieja carretera;
hacia allá corren los churres despidiendo caravanas:
piaras, camiones, forasteros.
El aire arrastra el trópico ritual de los antepasados.
Los médanos de hoy ya no serán los médanos de mañana;
tan solo el recuerdo del sol, la plenitud de nuestras vidas.
AVENIDA GRAU
Cercando nuestros cuerpos el peligro a medianoche:
las cosas toman el color de los semáforos.
En verde,
en rojo,
en ámbar,
Piura es una puerta a un lugar que se repite.
Un lugar que se repite es una calle sola.
Una calle sola es una columna de árboles.
Una columna de árboles es la metáfora de amor
que uno deja en el camino.
FALSA ELEGÍA
Has amado a la bestia equivocada,
al monigote de endebles sentimientos,
al débil de carácter,
al que espanta a las moscas
para que tú engullas los frutos de la tierra.
Has amado a la agria media naranja,
a la mitad que no encaja en su gemela,
al músico de silencios,
al pintor sin colores,
a alguien que limpia vidrios rotos
para que tu imagen no se duplique en los espejos.
Has amado al amante sin altura,
al vagabundo preso en una jaula,
al pájaro que vuela a ras del suelo,
al guardián de la melancolía,
al cerrajero que abre puertas
para que el viento no te atrape en sus entrañas.
Has amado a un desconocido,
a una identidad ausente,
a un presente griego,
a un tímido in fraganti,
a un ermitaño que cultiva la pena
para que tú seas feliz.
PESSOA
A su manera, maestro,
somos cautivos
de los fantasmas que nos habitan.
Somos, como usted,
los recuerdos más antiguos
de nosotros mismos
y también, desde luego,
los coautores de una vida reciente,
fatua,
postiza,
apestosa
e indigna.
Somos los fingidores
que usted,
ortónimo de otro mundo,
vislumbró
en Pessoa, no en Fernando,
ni en Reis,
ni en Caeiro,
ni en Campos,
ni en Soares,
ni menos en Alexander Search.
Usted es como tú,
como él,
como yo,
como sus íntimas criaturas:
una ficción.
Fingimos, señor,
tan completamente
que llegamos a fingir que es dolor
el dolor que en verdad sentimos.
Usted, querido amigo,
misántropo de las máscaras humanas,
persona despersonalizada,
heterónimo genético,
yoes de los yo,
ser de la multiplicación
y la coartada,
cómplice de lo desconocido;
usted, digo,
tuvo razón:
el poeta es un fingidor.
Maestro Pessoa,
creo saber que no inventó
las biografías para las obras
sino las obras para las biografías.
¿Tuvo usted biografía?
¿En qué alma encarnó, estimado maestro,
en qué cuerpo fue Reis,
Caeiro,
De Campos,
Soares?
¿En qué recodo del camino
fue el impostor inverosímil,
el farsante de carne y hueso,
el espejo de la multiplicación?
Como Borges,
su heterónimo gemelo,
odió el coito,
la eternidad,
la cobardía.
Querido amigo,
maestro imposible,
demiurgo de sí mismo,
héroe de las causas perdidas,
sombra de un cuerpo sin sombra,
cuerpo de una vida de varias vidas,
gato de siete sobrevivencias,
mago sin magia,
ser del no ser,
príncipe de las máscaras,
intuyo que usted nos sueña,
que usted es el autor
de la pesadilla.
Usted, amigo, finge que nos sueña,
o sueña que nos finge.
Todos somos sus heterónimos
en la medida que somos vacuos,
plurales,
múltiples,
tristes
y mortales.
Usted fue ortónimo por heroísmo.
Nosotros somos mortales
por elección.
Alabados sean los yoes que lo nombran
BIG BANG
El certero disparo en la sien en el universo
todavía se oye a miles de años luz de este puerto.
En galeón navego a la deriva sobre mares lácteos,
sobre esferas que se abren como flores infinitas
y agujeros negros que se cierran como párpados divinos.
Cuando decido anclar en algún punto de la costa,
los tripulantes me dicen que lo piense bien,
que no me fíe de la luz de las estrellas que nos guían.
Las supernovas —dicen— son engañosas como el amor:
cuando crees que nacen en realidad están muriendo.
ARTE POÉTICA
Escribo y todos mis pensamientos
estallan en el aire como pompas de jabón.
Vuelvo a escribir y mis pensamientos
saltan otra vez por los aires, excepto uno.
Esa burbuja solitaria flota en el al aire
y resiste el embate de los vientos en contra.
Para que esta esfera endeble sobreviva
han tenido que explotar miles como ella.
La burbuja hace después un largo recorrido
y se instala en las coordenadas de la memoria.
Cuando ha encontrado el lugar donde reposará,
el astro se torna indestructible y contagioso.
Es más que improbable que las leyes del azar
dejen pasar más de una burbuja a la vez.
El arte es una destrucción continua y sistemática
que fecunda el universo luego de varios intentos.
El deber de un poeta es impedir
que la poesía se reproduzca de manera descontrolada.
Para este fin ha inventado un arma formidable:
pinchar con las uñas, y sin remordimientos,
todas las burbujas que floten a su alrededor.
EN CASO PREGUNTEN SI TU PADRE FUE POETA
Para Luciana
Diles
que un padre poeta
es un peligro que no se puede evitar.
La casa s
e llena de libros
y las palabras que usa
brotan como cucarachas
de su mente
hasta ocupar todos los rincones.
Diles
que un padre que escribe
es un como tener un semáforo en casa.
Los sonidos de la lengua
y el semáforo están sincronizados.
Cuando cambia a rojo,
el padre poeta
sufre una metamorfosis,
una lobotomía severa de palabras.
Y todos huyen de su belleza repentina,
de las cucarachas que brotan de su mente.
Diles
que un padre poeta
es como acoger a un príncipe y a un mendigo a la vez.
El príncipe disfraza
la fealdad del mundo
y el mendigo las revela
en toda su profundidad.
Todos los días,
desde que amanece
hasta que anochece.
Diles
que un padre poeta
es como tener a Gregorio Samsa en casa.
Nadie lo puede devolver
a su condición anterior.
Está condenado
a extraer la belleza,
incluso la de las cucarachas.
Diles, por último,
que un padre poeta
no es nada del otro mundo.
Que te llamaba princesa,
querida mía,
hija de mi vida,
y cosas sinceras y manidas como esas.
Solo que no las decía porque sí,
sino con un sentido
que solo tú podías comprender.
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